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Jorge Ospina Sardi

 

Los siguientes son los capítulos VII y VIII de la historia de aventuras La Caja de las Joyas titulados "El Hombre Invisible" y "A lo que Vinimos". Capítulos anteriores y siguientes en los enlaces al final.

 

VII) EL HOMBRE INVISIBLE

 

Gatopardi llegó a Colombia en su avión privado junto con Luigi. Los tres mosqueteros de su organización ingresaron por separado a través del aeropuerto El Dorado, cada uno proveniente de distintas ciudades europeas para evitar sospechas.

 

Al llegar a su guarida en Bogotá, Gatopardi se recostó en su sillón favorito y, con una sonrisa irónica, dijo:

 

—Luigi, nunca puedo ser quien realmente soy. En el momento en que lo fuera, me capturarían.

 

Luigi asintió con complicidad.

 

—Sí, jefe. Usted es un mito, y cuando los mitos se convierten en realidad, dejan de ser mitos.

 

Gatopardi soltó una carcajada.

 

—Exactamente. Para seguir siendo un mito, debo ser un fantasma. Nadie puede verme, salvo tú y Géorgine. Ni siquiera los mosqueteros me conocen en persona. Cuando entro en contacto con otros, soy un don nadie. Y nadie recuerda a un don nadie.

 

Luigi sonrió.

 

—Es cierto, jefe. Desde que lo conozco, ha mantenido esa disciplina. Casi 42 años de anonimato absoluto.

 

—Y mira dónde estoy ahora. Finalmente, las 'Altas Esferas' me han reconocido como su presidente honorario. Me pagan en favores, sin dinero rastreable. Así no dejan huellas. Incluso los grandes capos me ven como un mito, alguien inalcanzable.

 

—En nuestro oficio, la invisibilidad es lo mas valioso. ¿Se acuerda de esa antigua serie de televisión, “El Hombre Invisible”?

 

—Claro, Luigi. Justo estaba pensando en la definición del crimen perfecto: aquel cuyo autor es invisible. No importa si caen los peones y alfiles. Si el verdadero responsable nunca es identificado, el crimen sigue siendo perfecto. Y hasta ahora, todos mis crímenes lo han sido.

 

Luigi asintió.

 

—Nunca han podido vincularlo con los grandes robos que ha realizado. Con la única excepción de Géorgine, que cuando descubrió su identidad en el famoso robo de la pintura de Rembrandt, usted la convirtió en su socia.

 

Gatopardi sonrió con nostalgia.

 

—Esa fue una buena decisión. Pero lo mejor es que, al ser un mito, hasta me han atribuido robos que no he cometido. ¿Recuerdas el último, Luigi? Una masacre, residuos de pólvora y una ejecución muy chambona. Ese atraco nos iba a desprestigiar. Por eso eliminamos a sus autores. Y lo hicimos con elegancia, ¿verdad, Luigi?

 

—Así es, jefe. No podíamos permitir que ensuciaran su legado.

 

—El problema es que ahora hay demasiados imitadores. Algunos distraen la atención de la policía, lo cual no está mal, pero otros simplemente estorban.

 

En ese momento, sonó uno de los muchos teléfonos desechables de Gatopardi. Luigi respondió:

 

—Soy Rogelio. Me informaron que Sophy Bernal visitará esta tarde La Ronda Mágica.

 

Gatopardi sonrió con frialdad.

 

—Bueno, Luigi, la función está por comenzar. 'Cara Dura' debe estar presente en la oficina de Panesso. Se hará pasar por un marchante de arte italiano. Y por supuesto, todo el sistema de cámaras de la galería debe estar en funcionamiento. La última vez fallaron dos, y no podemos darnos ese lujo. Asegúrate de que todo esté en orden.

 

—Entendido, jefe. Mi adrenalina ya está ardiendo.

 

Gatopardi se reclinó en su sillón con un aire de autosatisfacción.

 

—Nuestros amigos no tienen idea de la trampa que les hemos preparado. Lo que más disfruto de este oficio es ver el desconcierto en sus rostros cuando caen en ella. ¡Ja, ja, ja!

 

 

VIII) A LO QUE VINIMOS

 

Las tres escuderas llegaron a La Ronda Mágica. Sophy preguntó por Rogelio Panesso y fue conducida a un salón amplio y de techos altos, donde colgaban diversas pinturas y, en el centro, una escultura de grandes proporciones. Carol observó inmediatamente que la disposición del espacio hacía imposible la existencia de habitaciones secretas en una edificación de solo tres pisos, Pero, ¿en el sótano?

 

—Qué gusto verte, Sophy —saludó Panesso con una sonrisa—. Veo que trajiste acompañantes. A Diana la conozco, por supuesto. Y esta otra belleza, ¿quién es?

 

—Es una amiga que quería conocerte. Carol Corso, te presento a Rogelio Panesso —respondió Sophy.

 

—Esto es lo que yo llamo una comitiva de lujo —dijo Panesso—. Quiero presentarles a Américo Vespi, quien está de paso por Bogotá. Es un apasionado del arte latinoamericano y está interesado en hacer negocios contigo. Reunámonos primero en mi oficina y luego les haré un recorrido por la galería a tus amigas.

 

Sophy y Panesso subieron a la oficina, mientras Diana y Carol permanecían en el salón. Carol fijó su atención en la escultura. Algo no encajaba. Era demasiado ostentosa y desentonaba con la armonía del lugar. Cuando quedaron solas, le comentó a Diana:

 

—¿Te das cuenta de lo desproporcionado que es el dedo meñique izquierdo de la escultura?

 

—Sí, es extraño. Aunque en este tipo de arte, todo vale —respondió Diana con una sonrisa—. Quizá el artista tenía una obsesión con los dedos meñiques. A ver, muéstrame tu dedo meñique izquierdo, Carol, para ver si calificas como modelo.

 

Ambas se rieron.

 

Mientras tanto, en la oficina de Panesso, la situación se tornaba tensa. Alias 'Cara Dura' sacó una pistola y encañonó a Sophy.

 

—¿Dónde está la Caja de las Joyas? —preguntó con frialdad.

 

—No sé de qué hablas —respondió Sophy con firmeza—. ¿Qué es esto, Panesso? ¿Me citaste para asaltarme? ¿Te volviste loco? Dile al gordiflón que guarde su pistola y conversemos seriamente.

 

Panesso y 'Cara Dura' se miraron. El sicario guardó su arma, y los tres se sentaron en la mesa de juntas.

 

—Disculpa, Sophy —dijo Panesso—, pero sabemos que la diadema que ofreces forma parte de la Caja de las Joyas. Creemos que conoces su historia. Mi cliente no está interesado en la diadema, sino en la caja completa. Te ofrece una comisión de éxito de diez millones de dólares, pagaderos donde tú indiques.

 

—No trabajo con gente invisible —replicó Sophy—. En una transacción de esta magnitud, las partes deben conocerse y negociar directamente. No soy una paloma mensajera. No tengo información sobre esa caja; solo he visto una diadema. Lo único que puedo hacer es poner a mi cliente en contacto con el suyo. Y para eso, su cliente no necesita pagarme diez millones de dólares.

 

—Tienes razón, Sophy —aceptó Panesso—. Organicemos un primer encuentro entre ambas partes. ¿Qué te parece mañana a las diez de la mañana, aquí mismo?

 

—No. Consultaré con mi cliente y le informaré el día, hora y lugar del encuentro. Pero desde ya pongo una condición: sin armas, sin celulares y sin cámaras escondidas. Si queremos un acuerdo, debe basarse en la buena voluntad y disposición de ambas partes. Con trampas no llegaremos a ningún lado.

 

—De acuerdo, Sophy —aceptó Panesso con un gesto conciliador—. Convenceré a mi cliente de que esté dispuesto a negociar de buena fe. Sin trampas. Sabemos que los mejores acuerdos se hacen con todo sobre la mesa. Sin embargo, necesitamos ver la Caja de las Joyas como prueba de que tu cliente la tiene.

 

—Entendido. Le transmitiré todo esto a mi cliente y estaré en contacto contigo.

 

—Te acompaño. Tus amigas deben estar aburridas. Dejemos el recorrido de la galería para cuando celebremos el acuerdo. Podemos hacer historia con esto, Sophy.

 

—No estoy interesada en hacer historia. Solo en intermediar acuerdos —finalizó Sophy con determinación.

 

Continúa (historia de 26 capítulos)…

 

Capítulos anteriores y siguientes en los enlaces:

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-i-y-ii.html

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-iii-y-iv.html

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-v-y-vi.html

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-ix-x-y-xi.html

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-xii-xiii-y-xiv.html

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-xv-xvi-y-xvii.html

 

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https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-xxi-xxii-y-xxiii.html

 

https://lanota.com/index.php/CONFIDENCIAS/historia-de-aventuras-la-caja-de-las-joyas-xxiv-xxv-y-xxvi.html