Los grandes perdedores del resultado final de la investigación de Robert Mueller fueron los portadores de noticias falsas (fake news) sobre este tema, es decir, casi todos los medios tradicionales de comunicación de Estados Unidos y del resto del planeta.
Después de 675 días de investigación, decenas de millones de dólares en gastos y alrededor de 500 testigos interrogados, el informe de Mueller (y su equipo de 19 parcializados miembros del Partido Demócrata) exoneró a Donald Trump y su campaña presidencial de colusión con Rusia y de obstrucción a la justicia.
Algunos dirán que lo de Mueller no fue una exoneración propiamente dicha. Sin embargo, el informe es claro en sostener que no se encontró evidencia alguna de estos delitos. En el caso de obstrucción a la justicia, ¿cómo pudo haberla si ni siquiera hubo un delito que justificara hacerla?
Durante todo este tiempo Trump y sus abogados colaboraron proporcionando toda la información que solicitó Mueller, y en ningún momento interfirieron para alterar el curso de las investigaciones.
Si se hubiera encontrado evidencia, las acusaciones no se habrían hecho esperar. Pero las únicas acusaciones que Mueller pudo hacer a personas vinculadas directamente o indirectamente a la campaña nada tuvieron que ver con los temas centrales de la investigación.
La falta absoluta de pruebas concretas no fue un impedimento para que los medios tradicionales de comunicación (como los canales de televisión CNN, ABC, MSNBC, NBC, y medios impresos como el New York Times y el Washington Post, y otros tradicionales de Colombia como El Tiempo y en el resto del planeta) gastaran miles de horas de televisión, todo el espacio imaginable por Internet y toneladas de papel impreso en una noticia sin fundamento alguno.
¿Qué no dijeron estos medios acerca de Trump? Que era un agente de una potencia hostil, que era una marioneta de Putin, que su victoria electoral se debió a la intervención rusa, que la reunión de Helsinki con el presidente ruso confirmaba la colusión, y tantas otras ridiculeces.
Mas de dos años hablando y opinando sobre este tema para intentar convencer a una aturdida audiencia que la supuesta colusión de Trump con Rusia era mas grave que Watergate.
Como si lo anterior fuera poco, estos medios tradicionales se han hecho los de la vista gorda en relación con las muchas irregularidades, sobre las que existen pruebas concretas, que indican que la verdadera conspiración fue la de altos funcionarios de la administración de Obama para descarrilar la presidencia de Trump con indebidos espionajes y con documentación falsa acerca de sus relaciones con Rusia para, entre otras, originar la investigación de Mueller.
Sea como fuere, lo cierto es que la conclusión de este capítulo ayudará a Trump en sus esfuerzos de reelección. Pero por sobre todo lo fortalecerá en su manejo de la política exterior, ahora que se disolvió el núcleo de un novelón con el que se cuestionaba la legitimidad de su mandato.