Jorge Ospina Sardi
Filósofos, sociólogos y economistas se han quedado rezagados en las interpretaciones de los impactos del progreso económico sobre los usos y valoraciones del tiempo y sobre el bienestar de las personas.
Con el progreso económico el incentivo es a trabajar más para ganar mas con el consiguiente encogimiento de las otras esferas de usos del tiempo. Pero, a su vez, surgen más oportunidades y alternativas de usos del tiempo libre y el tiempo de labores domésticas.
A lo anterior se agrega la elevación en los estándares de educación que avivan las percepciones sobre la existencia de esas alternativas. La consecuencia de ambos efectos –la mayor productividad del tiempo de trabajo y la ampliación de alternativas en cuanto al tiempo libre y al tiempo de labores domésticas– es una creciente congestión en los usos del tiempo y en último término, un cambio en las apreciaciones sobre su valor y sobre cómo utilizarlo, con impactos significativos en el bienestar de las personas.
Diferenciaciones entre trabajo y tiempo libre
George Santayana sostuvo que las dos esferas relevantes de la vida humana eran el trabajo y las actividades lúdicas, a las que le asignó el nombre de “juego”. Para el filósofo norteamericano las actividades lúdicas emanan de un impulso fisiológico que resulta de descargar las energías que quedan después de cumplir con las exigencias materiales de la vida (en The Sense of Beauty, Dover, 1955).
Según su opinión, el trabajo es toda actividad útil o necesaria para el sostenimiento de la vida, mientras que las actividades lúdicas son unas de carácter espontáneo que se realizan sin la presión de una necesidad externa o peligro.
Santayana hace depender el grado de civilización de una sociedad de las actividades lúdicas. En otras palabras, de la proporción de energías destinadas a ocupaciones sin fines utilitarios, a pasatiempos que adornan la experiencia de vivir y que llevan al cultivo de la imaginación.
Estos conceptos de trabajo y juego son similares a la definición de Josef Pieper de artes serviles y artes liberales. Las primeras son todas aquellas actividades que tienen una finalidad más allá de ellas mismas, cuyo fin es un resultado útil realizable en la práctica. Las segundas son aquellas, como la filosofía o la música, que constituyen un fin en si mismas (en Leisure the Basis of Culture, Faber and Faber, 1952).
Al relacionar Pieper las artes serviles con el mundo del trabajo y las artes liberales con el tiempo libre se pone de manifiesto la oposición entre ambos conceptos. En el mundo del trabajo de Pieper las personas se encuentran en un estado de permanente tensión fisiológica y sicológica y están completamente involucradas en un mecanismo planificado y organizado hacía el logro de fines prácticos.
Por su parte, a diferencia del trabajo, el tiempo libre supone una actitud de calma interior; implica no estar ocupado y dejar que las cosas sucedan. Comparado con el trabajo entendido como desgaste de energías, el tiempo libre supone una postura, religiosa si se quiere, de contemplación o de celebración y como tal directamente opuesta en su significado al esfuerzo.
En esta visión, aunque el tiempo libre proporciona fortaleza mental y física, no existe en función del trabajo –su objetivo no es hacer más llevaderas las exigencias del trabajo. Al contrario, el tiempo libre visto así significa la emancipación de la necesidad de trabajar para perseguir ideales más nobles relacionados con el perfeccionamiento del espíritu.
Ahora bien, esta clasificación de usos del tiempo en dos grandes categorías es bastante superficial. Conduce a la idea que el grado de civilización de una sociedad depende de la disponibilidad de tiempo que queda después del trabajo. No proporciona luces sobre cómo el progreso económico modifica el concepto mismo de civilización al alterar las percepciones sobre el valor del tiempo y ampliar el rango de alternativas sobre sus usos y sobre las opciones de vida.
La esfera del tiempo de labores domésticas
Existe una tercera actividad de gran importancia en el manejo del tiempo: las labores domésticas. Ellas abarcan todo lo relacionado con el cuidado personal y el de los individuos que hacen parte del núcleo familiar o de amistades muy cercanas, incluidos los de corta y avanzada edad.
Esta actividad no pertenece a la esfera del tiempo libre porque comprende temas utilitarios como el de la alimentación, la vida sexual para procrear y satisfacer instintos primarios, el ejercicio corporal para mantenerse en buena forma física, dormir para reponer energías, la higiene para cuidar la salud, y lo relacionado con el vestir y las técnicas para mejorar la apariencia.
Muchos consideran que estas labores domésticas, por no encuadrarse en la esfera del trabajo, pertenecen a la esfera del tiempo libre. Pero sus fines utilitarios las distinguen como una categoría diferente, así se introduzcan elementos que las hermosean y las hacen placenteras.
Por ejemplo, el cuidado de la familia puede ser mas llevadero si acompañado por las satisfacciones que se obtienen con la solidaridad implícita en el cumplimiento de compromisos y esfuerzos que aumentan el bienestar y el desarrollo personal de quienes son los beneficiados.
Así también la actividad sexual dirigida a procrear tiene una finalidad específica utilitaria. Se podría argumentar que la que se realiza solo por placer no entra en esta categoría, mas sin embargo también se podría argumentar que obedece a la atención de una necesidad fisiológica como las hay muchas otras, no obstante sea sublimada para elevarla a dimensiones superiores al de una experiencia puramente física.
En realidad esto último puede suceder con casi todas las labores domésticas, como por ejemplo la alimentación. Con el progreso económico estas labores domésticas se pueden engalanar con toda clase de ornamentos para hacerlas mas atractivas. Entre mas civilizada y sofisticada culturalmente una sociedad mayor es el arte y el ingenio que se aplica en la preparación y ejecución de las distintas labores domésticas.
El “ignominioso” tiempo de trabajo
Entonces el tiempo libre es como una especie de residuo porque es el que queda después de cumplir con los fines utilitarios del tiempo de trabajo y del tiempo de labores domésticas. Lo curioso es que los seres humanos siempre han idealizado el tiempo libre. Lo han asociado con un tiempo reservado al cultivo de fines inmateriales o espirituales. Incluso lo han relacionado con la búsqueda de “la felicidad”.
Valga en este contexto hacer referencia a la élite de los antiguos griegos. Consideraban al trabajo físico que se realiza con fines de ganancia económica como una carga que debía ser realizada por esclavos y clases sociales inferiores. Para ellos la liberación del tiempo de trabajo era lo que les permitía perseguir sus ideales de vida por medio de ocupaciones que consideraban nobles y educadoras (ver Johan Huizinga, Homo Ludens, Emecé Editores, 1968).
Si algo ha caracterizado la historia humana es la inclinación de los mas poderosos a “delegar” en los demás mortales la ejecución de las tareas mas arduas y duras de la esfera del tiempo de trabajo y algunas de la esfera del tiempo de labores domésticas. De esta manera liberan su tiempo para embarcarse en otras actividades supuestamente mas enriquecedoras.
Pero además han usado este proceso de liberación de las exigencias del tiempo de trabajo y del tiempo de labores domésticas como sello de status. Como señal de su preeminencia en el orden jerárquico social y cultural.
Es así como en muchas civilizaciones el trabajo fue visto negativamente, si bien algunos filósofos se propusieron “dorar la píldora”. En la Edad Media, los pensadores católicos empezaron a reconocer al trabajo como un derecho y un deber natural. Tomás de Aquino afirmaba que el trabajo es útil para combatir la pereza y disciplinar al individuo. Por medio del trabajo el ser humano participa en el plan divino de la creación y además, constituye uno de los medios legítimos para hacerse a riquezas.
Para Calvino (Siglo XVI) todos los hombres, aún los ricos, deben trabajar porque ese es el deseo de Dios. El ocio y el lujo como objetivo de vida son censurados e incluso, si se trabaja duro y exitosamente, es para acumular riqueza en beneficio de la sociedad y no necesariamente para gastársela en uno mismo. El trabajo es valorado como el camino religioso para la salvación del alma, y como la base y fundamento de la vida.
Pero aun así, muchos filósofos continuaron siendo fieles a la idea que el trabajo era el eje o centro de esquemas sociales y económicos en los que tenían lugar toda clase de explotaciones y abusos de los mas poderosos sobre los mas débiles.
Para Karl Marx (Siglo XIX), por ejemplo, los trabajadores estaban condenados a desarrollar actividades que atrofian su talento y ahogan su creatividad. El tiempo libre era apenas el necesario para que repusieran sus energías y pudieran reproducirse. Todo ello en ordenamientos político económicos que favorecían exclusivamente los intereses de los dueños de los medios de producción.
Estas visiones negativas del tiempo de trabajo fueron diluyéndose en estos últimos dos siglos con un progreso económico que trajo consigo herramientas, instrumentos y tecnologías que mejoraron las condiciones laborales y elevaron las productividades. Por otro lado, con el surgimiento de entornos donde empezaron a respetarse de manera creciente libertades y derechos individuales y de sistemas de justicia que garantizaban su debida protección. Todo lo cual ha conducido a unos mercados laborales en los que opera de manera relativamente transparente y fluida el libre juego de la oferta y la demanda.
Progreso, consumo y bienestar
Muchas de las visiones negativas acerca del tiempo de trabajo aparecen desfasadas en este Siglo XXI y la razón fundamental es que fueron formuladas teniendo en cuenta entornos donde el grado de desarrollo económico era otro y las condiciones de trabajo para la mayoría de la población eran por lo general muy precarias.
No existía la movilidad social y la información que caracteriza a las sociedades actuales progresistas y que es impulsada por los avances tecnológicos que se han venido presentando. Y en verdad, todas estas interpretaciones simplistas sobre la función y naturaleza del trabajo dificultan determinar cuán deseable es en términos de bienestar aumentar el tiempo libre sacrificando tiempo de trabajo, o viceversa.
Cuando son removidos obstáculos de orden material que alteran profundamente las condiciones de vida, el escogimiento entre trabajo, tiempo libre y tiempo de labores domésticas depende de sistemas de valores que son modificados por el progreso económico y por los cambios que éste induce en los modos de vida de una sociedad.
Lo mas relevante en este caso es que con el progreso económico las tres esferas de usos del tiempo aquí mencionadas son transformadas por una creciente utilización de bienes e instrumentos de todo tipo que aceleran la intensidad rítmica de la economía y del quehacer diario.
En este contexto, poco importa la división entre bienes de capital o bienes de consumo. Algunos se deprecian inmediatamente como en el caso de los alimentos y otros a lo largo de un tiempo menor o mayor como en el caso de las maquinarias y equipos.
En realidad todas las utilizaciones de esos bienes podrían considerarse como un “consumo” cuyo uso demanda tiempo. Durante el tiempo disponible total se consume o no se consume. Pero esta última alternativa es virtualmente inexistente en sociedades que han alcanzado algún nivel de desarrollo.
Por eso hace todo el sentido relacionar bienestar con una categoría de usos del tiempo que se sobrepone a todas las demás y que podría llamarse tiempo de consumo. Uno de los grandes vacíos de la teoría del bienestar es precisamente el supuesto implícito o explícito según el cual el consumo no demanda tiempo, cuando la realidad es exactamente la opuesta.
Son los niveles de consumo los que directamente se correlacionan con los niveles de bienestar o estándares de vida. En sociedades progresistas las manifestaciones de poder y éxito no se refieren propiamente a la división de clases entre las involucradas en tiempo de trabajo y labores domésticas o las involucradas en tiempo libre. Con un creciente consumo al interior de todas las categorías de usos del tiempo se borran esas diferenciaciones sociales y culturales y se vuelve mas atractivo y desafiante en resultados el empleo del tiempo en cada una de las categorías.
Pero dado que se congestiona el uso del tiempo al ampliarse las alternativas de consumo en todas las categorías, la única respuesta posible para superar este “impasse” o atascamiento es con una creciente especialización o división del trabajo, lo cual trae un mayor bienestar debido no solo a las mayores productividades e ingresos sino también porque se aprovecha la increíble diversidad de talentos, gustos y vocaciones de la que está dotada la especie humana y que sin duda constituye su mayor fortaleza.
El elusivo tiempo libre
¿En qué lugar queda entonces el tiempo libre? Una de las paradojas del progreso económico consiste en la pérdida de glamour filosófico del tiempo libre. Se convierte en un tiempo de consumo no relacionado con el tiempo de trabajo y el tiempo de labores domésticas. Tiende a orientarse hacia actividades de recreación intensivas en el empleo de tecnologías de difusión masiva. Cuando carente de consumo deja de ser un importante símbolo de status e incluso termina desembocando en fenómenos de desasosiego y aburrimiento.
Compite con unos tiempos de trabajo y de labores domésticas cada vez mas apasionantes y excitantes. Se subordina a las exigencias de un consumo que altera su perfil como peldaño para alcanzar objetivos relacionados con el perfeccionamiento de la espiritualidad humana, como lo sería en entornos en los que predomina la introspección y la meditación.
Sin embargo, no hay que alarmarse con esta transformación hacia lo material del tiempo libre. La gran mayoría de los seres humanos no están hechos para encontrar su bienestar por medio del “encuentro consigo mismos”. Antes bien lo que buscan son desfogues y escapes.
Lo fundamental al final de cuentas es que la gran mayoría se beneficia de las mejores condiciones que trae el progreso económico en el tiempo de trabajo y en el tiempo de labores domésticas y con las mayores opciones de vida que se originan. Igualmente, que es preferible bajo cualquier punto de vista con el que se analice el mayor acceso posible en el tiempo libre a alternativas de consumo que la situación contraria, como en el caso de las sociedades económicamente atrasadas.