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Jorge Ospina Sardi
 
Comentarios a una entrevista en la que este escritor colombiano se refiere a su filosofía de vida.
 
A veces, al leer su poesía o sus cuentos da la impresión que su aporte a la literatura universal será mas bien insustancial. Pero obviamente solo el paso del tiempo dirá si esta apreciación es justa o injusta.

Por ahora interesa aludir a una entrevista que en septiembre de 1990 le hizo José Hernández y que fue publicada en el magazine Lecturas del diario El Tiempo (octubre de 2013). En esta entrevista revela parcialmente su filosofía de la vida. Lo que surge de ahí no es especialmente atractivo. Es ingenuo y contradictorio. Veamos.

En un aparte de la entrevista asevera “la vida es maravillosa. Es un milagro. Cada instante es un regalo prodigioso. Lo que no se puede es vivir engañado y creyendo en una esperanza que no existe. Es mejor vivir lúcidamente pero disfrutar esta maravilla que es otro ser humano, un amigo, una mujer, la naturaleza”. O sea hay que vivir, pero sin engaños. Hay que vivir la maravillosa vida, pero ojo con las esperanzas que se tengan. Hasta aquí, lo que diría una abuelita cualquiera.

Luego entra en materia mas profunda. “No nos queda sino cumplir dos principios que son rectores para mi”. El primero es “la aceptación y la indulgencia absoluta. Lo que venga de otro ser humano hay que aceptarlo plenamente. Y perdonarlo porque adentro tenemos un ser humano igual. No hay mas. ¿Usted mató? ¿Usted robó? Tampoco lo califico… No me asombra y tampoco me ha causado el menor rechazo los seres con los que me he encontrado en la vida.”

No parecería evidente, para una persona relativamente aislada y de difícil acceso como lo fuera Mutis en la segunda parte de su vida, que haya puesto en práctica este que llama un principio rector de su vida. La aceptación e indulgencia absoluta no solamente es impracticable para cualquier ser humano en su pequeño mundo, sino que su aplicación generalizada, aunque fuera a medias, haría imposible la vida en sociedad, una que se basa en el respeto por ciertas normas mínimas de conducta y convivencia que desafortunadamente deben ser instrumentadas ya sea con el uso de recompensas y sanciones sociales o morales o mediante la utilización disuasiva de la fuerza.

Al final de cuentas, es inevitable evaluar y valorar la conducta ajena, y que nos evalúen y valoren la propia, en un ejercicio de nunca acabar, no solamente para saber dónde estamos parados sino también para encauzar los esfuerzos comunitarios hacia unos fines mas provechosos que otros. No deja de sorprender que en la madurez de su vida Mutis se regodee con un punto de vista que no es mas que un humanismo insulso y mal entendido.

Más adelante dice otras sandeces como la de que “no podemos hacer nada para cambiar nuestro destino… Una de las tonterías mas grandes que ha dicho el mundo occidental es aquello que afirmó Aristóteles: que el hombre es el arquitecto de su destino.” Pues no es una tontería. El hecho de que, visto desde una perspectiva personal, todos los esfuerzos humanos están condenados a un trágico final signado por la muerte, no significa que parte de lo que hace “maravillosa” la vida sea embarcarnos en la aventura de mejorar nuestro destino, algo que además es componente del instinto de supervivencia de la especie. Este tipo de generalizaciones, como la de Mutis en la entrevista, es filosofía de la mas barata.

Y luego Mutis se refiere a su segundo principio rector: “Lo que hagamos en el mundo hay que hacerlo con plenitud y hasta las últimas consecuencias”. Pero “hay que saber ver… Hay que saber que es allí en la naturaleza donde está la clave de nuestro destino. No en nosotros mismos. Y dejar que las cosas sucedan. Por eso mi profunda repugnancia y mi rechazo, desde muy niño, a la política. No creo que los hombres tengan la posibilidad de mejorar el destino y la suerte de nadie. Pero la pueden empeorar.”

Es decir, debemos obrar “con plenitud y hasta las últimas consecuencias”, pero al mismo tiempo hay que “dejar que las cosas sucedan” y sin la mas mínima esperanza de “mejorar el destino y la suerte de nadie”. Y como si fuera poco, hay que saber que una entelequia que lo abarca todo pero que no es nada en particular, la tal “naturaleza”, es en donde está la clave de nuestro destino. Al final de cuentas, todo un sartal de confusas y contradictorias generalizaciones. Pero lo interesante en el caso de Mutis es que es presentado como un narrador que supuestamente explora en sus cuentos los profundos misterios de la vida.

Puede ser que estos comentarios sean demasiado duros para con este autor. Pero el fatalismo que aflora por todos sus poros no llega del todo. Ser fatalista y resaltarlo siempre ha sido un recurso fácil en la literatura universal. Recordarle a la gente su trágico destino y la futilidad de los esfuerzos humanos es caer en lo obvio.

Otra cosa es adentrase de verdad en las pasiones y humores del ser humano, tomar partido a favor o en contra de sus pretensiones, acompañarlo en sus alturas y en sus bajezas, resaltar lo sorprendente de sus éxitos y lo mundano de sus fracasos, todo esto es lo que se encuentra en la mas connotada literatura universal y lo que francamente no se trasluce en las declaraciones de Mutis cuando intenta explicar su filosofía de la vida.