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Jorge Ospina Sardi
 
Su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio en la que califica al capitalismo de “nueva tiranía” se presta a grandes equívocos.
 
Nadie duda de las buenas intenciones del pontífice, pero con buenas intenciones es que a veces se construye el camino al infierno. Sus pronunciamientos económicos están repletos de sandeces y revelan a una persona muy poco ilustrada en estos temas. Algunos defensores de Francisco sostienen que lo que realmente pretendió con la exhortación fue condenar la idolatría a los sistemas económicos y al dinero, algo a lo que nos tiene acostumbrados la Iglesia Católica de tiempo atrás. Que se trató de otra advertencia, entre muchas, de que los sistemas económicos no son la panacea. Ojalá hubiera sido solo esto.

Su condena a la idolatría de lo económico es realmente una generalización hueca. La mayor parte de la gente vive pendiente de obtener su sustento y de elevar su calidad de vida. Al hacerlo mejoran no solo la suya sino también la situación de la gente a su alrededor. Por mas que los sacerdotes católicos critiquen esta dedicación predominante de sus feligreses con el peregrino argumento de que los distrae de las preocupaciones relacionadas con el mas allá, lo mas seguro es que no tendrán éxito en apartarlos de ese materialista sendero.
 
Al final de cuentas, son muchas las recompensas inmediatas de ser exitoso en lo que se hace para ganarse la vida. Y ha sido el sistema capitalista el que le ha abierto a los individuos mas y mejores oportunidades para hacerlo y al mismo tiempo elevar los niveles de vida de familiares y gente cercana. De disfrutar de un consumo de bienes y servicios que era impensable en generaciones anteriores. Y aquí cabe preguntarle a la Iglesia Católica que no se ha podido reconciliar con la circunstancia de la mayor prosperidad material de sus fieles: ¿eso qué tiene de malo?
 
Es cierto que algunas personas solo viven para hacer dinero. Según Francisco eso es una idolatría y la implicación es que ellas viven al margen de la religión. Pero realmente, ¿cuál es el problema? Si estas personas se dedican a hacer dinero las 24 horas del día, y lo hacen sin atropellar a sus vecinos y dentro de los cauces de la legalidad, ¿qué ley religiosa están violando? Ninguna.

Es más, lo mas seguro es que estos “idólatras”, en su afán y dedicación por hacer dinero, se conviertan en importantes creadores de riqueza y generadores de empleo. Al darle impulso a ese afán aumentan no solo sus niveles de vida sino también el de los demás miembros de la comunidad donde viven. ¿Cuál es, entonces, su pecado? No hay una sola aclaración en la exhortación de Francisco sobre por qué diablos considera que las personas que se dedican con gran denuedo y énfasis a hacer dinero son seres despreciables que deben ser condenados por la religión. Porque es eso, ni mas ni menos, lo que este pontífice da a entender entre líneas.

De la condena a la idolatría del dinero, Francisco pasa a calificar al sistema de libertades de mercado, el capitalismo en otras palabras, como un “tirano”. Y la condena es porque este sistema no ha resuelto los problemas de la pobreza y la desigualdad. O sea que para este Papa, como el capitalismo no ha creado el cielo en la tierra, es un sistema perverso que debe ser objeto de rechazo.

Francisco hace estas aseveraciones sin perspectiva histórica alguna, sin preguntarse de dónde venimos, sin analizar la situación actual de la calidad de vida en países que aplican diferentes sistemas económicos, y sin tener en cuenta las grandes limitaciones de la naturaleza humana (sobre las cuales debe conocer mejor que nadie pero que no le merecen referencia alguna en un tema en donde inciden significativamente).

Los sistemas capitalistas, o los sistemas donde ha prevalecido la libertad de mercados en medio de un estado de derecho, son los que han propiciado, especialmente a partir del Siglo XIX, una prosperidad sin precedentes, primero en Europa y después en el resto del planeta. En los últimos 200 años, gracias al surgimiento de un cada vez mas sofisticado capitalismo, el aumento en el nivel de vida ha alcanzado un punto muchísimo mas alto que el que hubo durante los miles y miles de años anteriores de la historia conocida de la humanidad.

En cambio, en aquellos lugares del planeta donde todavía las prácticas capitalistas no han penetrado mayormente, donde las costumbres tribales imperan bajo la tutela tanto de gobiernos tiránicos como de primitivos dogmas religiosos, donde lo económico está subordinado a los caprichos del poder político, es donde la pobreza material está sobre extendida y donde coexiste con un gran atraso en desarrollo intelectual.  

Atacar al sistema que ha producido el milagro económico de los últimos 200 años, sin siquiera cotejarlo con otros sistemas, es una imperdonable falla en la exhortación de Francisco. Todos sabemos que lo perfecto no existe en esta Tierra. Así como no hay individuos perfectos y por el contrario, todos somos muy imperfectos, así tampoco hay arreglos institucionales perfectos y por el contrario, todos son muy imperfectos. Es un desatino intelectual, por decir lo menos, poner en competencia a un sistema económico o político con un ideal de perfección solo lograble en una imaginaria esfera celestial y a partir de ahí, criticarlo como si fuera lo peor.

La escogencia no es entre lo imperfecto y lo perfecto, y Francisco sobre esto debería saber mas de lo que se trasluce en su exhortación. No hay panaceas, ni siquiera la que sugiere este pontífice en relación con la igualdad. La escogencia en este terrenal mundo es entre lo menos imperfecto y lo mas imperfecto.

Y por ahora el capitalismo moderno, con todas sus fallas, ha demostrado por lejos ser superior en resultados relacionados con la eliminación de la pobreza y las desigualdades extremas que los otros sistemas conocidos (y que van desde los tribales mas primitivos hasta los tribales mas elaborados como en el caso de las distintas formas de feudalismos y de socialismos totalitarios).

Incluso no hay que remontarse a los últimos 200 años. Por ejemplo, entre 1999 y 2012 la economía de los países emergentes creció un 163% gracias a que un buen número de ellos han adoptado prácticas capitalistas modernas, a que se han podido integrar a las corrientes del comercio internacional y a que han logrado atraer importantes sumas de inversión extranjera. Esto ha permitido sacar de la pobreza extrema a cientos de millones de seres humanos.

Francisco acoge en su exhortación, sin beneficio de inventario, los clichés anti sector financiero que surgieron a raíz de la recesión de 2009. Critica la especulación financiera promovida por unos supuestos darwinistas económicos que en forma malvada impiden que la igualdad florezca en todo el planeta. Que visión económica tan infantil la de este pontífice. ¿Quiénes son esos darwinistas económicos que lo desvelan? En su exhortación no existen precisiones mayores al respecto, lo que intelectualmente es una irresponsabilidad porque cualquier lector, y en especial los pocos ilustrados, pueden empezar a odiar a personas cercanas al creer que esas son a las que hace referencia el Papa como las culpables de las desigualdades e injusticias en sus comunidades.

De hecho, las sociedades donde abunda la especulación financiera (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón, Australia, Hong Kong y Singapur, para solo citar algunas), son las que tienen el ingreso per cápita mas alto del planeta y son en las que se han consolidado los esquemas privados y públicos mas eficaces de ayuda mutua. Este Papa desconoce que las sociedades capitalistas modernas necesitan de instituciones financieras crecientemente sofisticadas, cuyas prácticas no son fácilmente entendibles por quienes no están inmersos en estos temas. Esto hace parte de una cada vez mas intrincada división del trabajo a la que están subordinadas las economías a medida que avanzan en la creación de riqueza.

Ahora bien, es una exageración por decir lo menos lo que afirma Francisco en su exhortación en el sentido de que los partidarios del capitalismo rechazan el derecho de los gobiernos a ejercer controles y a velar por el bien común. Esta es otra irresponsable generalización de este pontífice. Nunca como ahora en los sistemas capitalistas avanzados, los gobiernos han impuesto tal cantidad de regulaciones y han ejercido tan extendida vigilancia sobre empresas e individuos. Nunca como ahora han sido tan elevadas las cargas tributarias de todo tipo sobre las actividades económicas.
 
La discusión no es entre quienes propugnan por un capitalismo salvaje y descontrolado y los que abogan por un capitalismo matizado y regulado por los gobiernos. La discusión es entre quienes quieren mantener y agrandar los poderes de los gobiernos y quienes consideran que esos poderes ya han alcanzado unos niveles indeseables por cuanto desestimulan la iniciativa privada, atentan contra las libertades individuales, y conducen a despilfarros y derroches debido a esas proverbiales ineficiencias que aquí y en Cafarnaúm caracterizan al manejo público de los recursos productivos. Esa es la discusión de fondo y una que este pontífice, en medio de su simplismo, elude por completo.
 
En otro punto de su exhortación señala que “no compartir con los pobres es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos”. Esta es una máxima que puede tener validez para él, pero no necesariamente para la gran mayoría de los mortales. Probablemente sea aplicable en ciertas órdenes religiosas y en algunas tribus pequeñas. Pero, ¿qué relevancia general tiene en el complejo mundo globalizado actual? Ninguna.

Según Francisco, los frutos de nuestro trabajo no son nuestros frutos. Entonces, ¿de quién son? Afirma que de los pobres. ¿De los familiares pobres? ¿De los vecinos pobres? ¿De los pobres lejanos? ¿De los pobres todavía mas lejanos?

Pero además, ¿quién es un pobre? Se trata de un concepto muy relativo. Por otro lado, esta arrevesada tesis papal llevaría a la idea de que la condición de pobre como tal, y no el trabajo y el esfuerzo propio, es la que de por sí genera los mayores derechos sobre lo que se produce en una comunidad. Entonces, mejor ser pobre que rico. Ser pobre y sentarse a esperar a ser retribuido con el fruto del trabajo y del esfuerzo ajeno.
 
Entre otras, Francisco no se da por enterado, cuando habla de desigualdades económicas, que el grueso de la fortuna de los mas prósperos y ricos en un sistema capitalista moderno se invierte en la creación de riqueza y generación de empleo. Y que eso eleva el bienestar de las sociedades como un todo.

No se trata de riquezas ociosas que se atesoran en unas bóvedas. Son riquezas en permanente movimiento y transformación, utilizadas en actividades productivas debido precisamente al aporte de un sistema financiero sofisticado, el mismo que es objeto del desprecio papal. Este sistema financiero es el que permite mover recursos entre lugares geográficos y entre sectores económicos con una rapidez y eficiencia nunca antes vista en la historia de la humanidad.

En fin. Sería de nunca acabar referirse a todas las absurdas conclusiones que se derivan del contenido de La Alegría de los Evangelios. No hay derecho que a estas alturas del paseo se publique un pronunciamiento papal de tan baja categoría intelectual y de tan ramplón contenido emocional sobre un tema que si por algo se caracteriza es por su gran complejidad.