Jorge Ospina Sardi
Es imperativo cambiar de mentalidad para elevar el nivel del espectáculo en el torneo interno. Mas fluidez y menos interrupciones en los partidos y mejores canchas.
La prensa deportiva debe “ponerse las pilas” con estos temas. Basta comparar los juegos de la liga europea con los torneos de la Dimayor para extraer algunas enseñanzas útiles desde el punto de vista del espectáculo, que es de lo que se trata.
La primera mejora tiene que ver con la frecuencia de las interrupciones en los partidos. Se acude al fácil expediente de cometer innumerables faltas (fouls) a lo largo del partido, lo que ocasiona interrupciones permanentes que hacen aburrido el espectáculo.
En Europa no se juega a cometer faltas todo el tiempo. Ahí se marca con el criterio estratégico de no tener la necesidad de hacerlas. Acá los entrenadores instruyen a sus jugadores que si hay un avance peligroso del equipo contrario se acuda a la falta. Y también para “enfriar” el partido o para “ablandar” a un jugador del equipo contrario.
Los árbitros son lentos en reaccionar ante estas burdas y primitivas “estrategias”. Se demoran en frenar el juego sucio y se convierten en cómplices de situaciones que son contrarias al buen espectáculo.
El que sufre con toda esta permisividad que hace que las interrupciones de un partido sean considerables es el espectador. ¿Acaso los espectadores estamos interesados en ver jugadores tendidos en la cancha en lugar de verlos en acción?
Pero aquí no termina el cuento. Después de cada falta se gasta valioso tiempo en discusiones entre los jugadores, y no solo entre ellos sino con el árbitro. Si los espectadores tuviéramos poder de decisión, le sacaríamos a todos tarjeta roja.
En el fútbol europeo se ha demostrado que todo esto es evitable y controlable. Pero hay que cambiar la mentalidad de jugadores, de entrenadores y de comentaristas. Deben actualizarse.
Otro aspecto sobre el cual vale la pena hacer esfuerzos se refiere al muy pobre estado de la mayoría de las canchas. En esto también nos “brilla el cobre” del subdesarrollo.
Esas canchas son un atentado contra la integridad física de los jugadores y afecta muy negativamente el espectáculo. Cómo y de dónde obtener recursos para mejorarlas debería ser un tema prioritario entre dirigentes y las autoridades dueñas de los estadios.
Algunos dirán que avanzar en estas áreas es tarea difícil sino imposible. A ellos hay que responderles que el fútbol colombiano, sus miles de jugadores, sus millones de espectadores y sus cientos de patrocinadores lo merecen.