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Jorge Ospina Sardi

 

La izquierda latinoamericana tilda de “fascistas” a sus oponentes políticos y a quienes no comulgan con sus ideas. El indebido uso de este término es señal inequívoca de su anquilosamiento intelectual.

 

Lo mas parecido al fascismo son los sistemas que repudian los principios básicos de las llamadas democracias liberales. Aquellas democracias que en la Segunda Guerra Mundial derrotaron al nazismo de Hitler y al fascismo de Mussolini. Aquellas que coadyuvaron en el derrumbe del comunismo de la Unión Soviética y su Cortina de Hierro. 

 

Las democracias liberales se caracterizan por sistemas políticos abiertos que protegen la libertad de expresión y las libertades económicas de todo tipo, la separación de poderes públicos, las elecciones libres para escoger mandatarios, el respeto por los derechos humanos fundamentales y por las diferencias de creencias y estilos de vida. 

 

Un aspecto central de las democracias liberales es que sus ordenamientos políticos limitan el poder de los Estados y de sus gobernantes. Son contrarias a las dictaduras, sin importar las ideologías de quienes las lideran. 

 

En cambio, el fascismo y el nazismo son en su esencia estatistas y dictatoriales. Restringen las libertades individuales y endiosan a los gobernantes. En esto son similares a los sistemas comunistas/socialistas que tanto seducen a los voceros de la izquierda latinoamericana. 

 

 

Bien sabemos que hay unas dictaduras mas benévolas que otras. Pero también sabemos que todas ellas sin excepción operan violentando los valores y principios tutelares de las democracias liberales. 

 

Por otro lado, no se puede perder de vista que en las democracias liberales hay diferencias de grado, por ejemplo en aspectos como los tamaños de los Estados y sus atribuciones y los niveles de libertad en el ámbito económico. Igualmente en otros aspectos como los relacionados con la provisión de subsidios y servicios básicos a poblaciones vulnerables.

 

Pero esas diferencias de grado no deben confundir, como pretenden distintos voceros de la izquierda latinoamericana al catalogar como “fascistas” las propuestas políticas de sus opositores. 

 

Esa izquierda es amiga de políticas que agrandan el poder de los Estados y restringen las libertades económicas. Es una izquierda que simpatiza no solamente con las dictaduras de América Latina sino también con las de otros Continentes, y que menosprecia y desdeña los logros de las democracias liberales mas representativas del planeta.

 

 

La izquierda latinoamericana de manera absolutamente impropia califica como “fascistas” y de “extrema derecha” a quienes sin apartarse de los ordenamientos de las democracias liberales son partidarios de políticas conducentes a mayores libertades económicas, como en el caso del recién electo Presidente de Argentina Javier Milei. 

 

Pero los verdaderos fascistas son quienes buscan encumbrar al máximo los poderes públicos y no quienes buscan limitarlos. Son quienes se embelesan y obnubilan con el poder político y no tienen reparo en justificar a las mas crueles y peores dictaduras.

 

Esos son los izquierdistas latinoamericanos, quienes se autodenominan “progresistas”. Son en su esencia fascistas. Unos fascistas vergonzantes que creen que al proyectar su condición en el prójimo dejan de serlo.