Menosprecian el hecho de que durante los últimos ochos años Colombia disfrutó de un fuerte apoyo del gobierno de Estados Unidos en varios frentes. Uno de ellos, el de la modernización y profesionalización de las fuerzas armadas colombianas. Este esfuerzo, empezó en el gobierno de Bill Clinton, pero se aumentó y se consolidó durante el gobierno de George W. Bush. Sin este apoyo hubiera sido imposible el éxito de la política de seguridad democrática del presidente Álvaro Uribe (y que a la postre fue determinante en la liberación exitosa de Ingrid). Y hay que reconocer que este apoyo norteamericano ha sido no solamente en el área militar propiamente dicha, sino también en la difícil y compleja área de los derechos humanos. Ha incidido de manera notable en el desmonte de las pandillas paramilitares. Por otro lado, el gobierno de Bush ha impulsado el estrechamiento de las relaciones comerciales entre los dos países, y se la jugó con la negociación y firma del TLC. La lista de apoyos podría alargarse en forma considerable.
Ahora resulta que la totalidad del gobierno de Estados Unidos quedó bajo el control de un partido, el Demócrata, que es reacio a apoyar militarmente a Colombia y que es opuesto a los acuerdos de libre comercio. No hay indicios, al menos todavía, que el presidente electo Obama se vaya a apartar de las promesas de su campaña y de la línea de su partido en relación con Colombia. Esas promesas y la línea de su partido van en contravía del Plan Colombia –el Congreso demócrata ya empezó a recortarlo– y de la aprobación final del TLC firmado por los dos gobiernos. Pero para Ingrid Betancourt, al igual que para muchos despistados colombianos, todo esto es lo de menos. Celebra el supuesto hecho de que con Obama el énfasis de la nueva relación con Estados Unidos será “social”. ¿Qué significa esta palabreja que hace tan feliz a Ingrid? Absolutamente nada, frente a los resultados concretos de los ocho años anteriores. Y sin siquiera mediar un anuncio a favor de Colombia, Ingrid ya le dio a Obama el beneficio de la duda. Es sobre logros específicos que hay que juzgar a Obama. Mal harían los colombianos en ilusionarse demasiado, cuando varios indicios apuntan a que podría llegar a su fin una relación que fuera especial durante varios años.