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 Jorge Ospina Sardi
 
En su mensaje anual de 2012 pidió instaurar un nuevo modelo económico y señaló que la crisis financiera es la prueba de que el capitalismo no protege a los mas débiles de la sociedad.
 
Este pontífice no tiene perspectiva histórica cuando de asuntos económicos se trata. Debería preguntarse cuándo en la historia de la humanidad no ha habido pobreza. Y luego debería preguntarse cuándo en la historia de la humanidad ha habido un sistema que mas gente ha sacado de la pobreza y que mas protección le ha otorgado a los débiles. Si se hiciera estas preguntas terminaría concluyendo que es con sistemas capitalistas donde la humanidad ha alcanzado mas progreso, innovaciones tecnológicas e igualdad social.

Es mas, las desigualdades de las que tanto se queja Benedicto XVI no han ido en aumento sino en retroceso. Los mas pobres y débiles del planeta no solamente nunca tan tenido sus necesidades básicas mas satisfechas como ahora, sino que además nunca han tenido tantas oportunidades disponibles para progresar. Donde las economías y las oportunidades de progresar se han estancado, es donde no prevalece un sistema de libertades individuales y derechos económicos como el que caracteriza a un capitalismo vigoroso.

Cuando el Papa condena a los modelos económicos que buscan el máximo beneficio y alientan la competencia está asestándole un golpe precisamente al único sistema económico en la historia de la humanidad que ha producido la acumulación de riqueza y los avances tecnológicos que le han permitido a miles de millones de personas en el planeta superar su extrema pobreza. En medio de su ingenuidad, no se da cuenta que sin incentivos y sin competencia la economía simplemente se estanca. Y cuando se estanca, los que mas sufren son precisamente los pobres y los débiles.

El sistema financiero capitalista desregulado al que hace referencia Benedicto XVI no existe. En el sistema capitalista actual el sector mas regulado es el financiero. Nunca como antes ha estado tan regulado como ahora. En medio de su visión económica primitiva, que es la misma de los llamados “indignados”, el Papa cree que la causa de las quiebras financieras que se observan en regiones como Europa, son resultado del apetito desmedido de quienes manejan y controlan los hilos del poder financiero.

El problema con esta visión es que crea confusión sobre las verdaderas causas del problema económico al cual se refiere. Políticos y gobiernos díscolos, ineficientes y corruptos, que llevan décadas gastando mucho mas allá de lo que se han apropiado por concepto de impuestos, que además han promovido el sobre endeudamiento a todos los niveles de la sociedad, son los grandes culpables de esta crisis. Políticos y gobiernos que reparten una riqueza que no existe, y que acostumbran a las poblaciones a unos beneficios y prebendas que no compaginan con sus aportes productivos, son los directos responsables de las quiebras generalizadas en países como los de Europa.

Para rematar, el Papa recomienda que sean esos gobiernos díscolos, ineficientes y corruptos los que deberían conformar una autoridad política mundial que administre la economía global y que imponga mas regulaciones a las economías nacionales (ecos de lo expresado en su encíclica Caritas in Veritate). Como quien dice, la receta para solucionar el problema es darle mas responsabilidad y autoridad a quienes en primera instancia crearon el problema. No hay una sola mención de Benedicto XVI a la búsqueda de formas mas eficientes y menos corruptas de utilización de los inmensos recursos que el sector privado actualmente le transfiere a los gobiernos, pero que estos descaradamente dilapidan.

Tampoco el Papa se refiere a la irresponsabilidad y codicia de quienes piden prestado mucho mas allá de sus capacidades de repago. De quienes utilizan dineros que no son los propios para sus fines particulares y posteriormente se “indignan” porque se les reclama lo prestado.

Tampoco el Papa alude a quienes viven de la caridad pública sin hacer esfuerzo alguno para no depender de ella, no obstante estar en perfectas condiciones físicas y mentales. Estas personas se roban, por así decirlo, dineros públicos que deberían llegar a quienes verdaderamente lo necesitan por sus vulnerabilidades.

El Papa comete un gran pecado. No le presta la mas mínima atención a las responsabilidades individuales, que son específicas y medibles, sino a unas responsabilidades colectivas que son en extremo ambiguas. Y para colmo hace pensar que la solución a los males económicos consiste en centralizar el poder y la autoridad política en unos pocos súper burócratas a escala global. Con esta recomendación menosprecia la heroica lucha de la humanidad en estos últimos dos siglos para proteger y reafirmar unas básicas y muy apreciadas libertades individuales que han probado ser incompatibles con esquemas centralizadores como el propuesto por Benedicto XVI.