Mientras se queda sin liquidez, el Presidente Hugo Chávez bloquea a sus opositores y se compromete con nacionalizaciones adicionales inoficiosas.
Últimamente el gobierno venezolano se apropió de una planta procesadora de arroz de la multinacional Cargill y de varias explotaciones forestales de Smurfitt Kappa. Por otro lado, anunció que nacionalizará al Banco de Venezuela que pertenece al Banco Santander de España. También ha amenazado con expropiar a Empresas Polar, una de las compañías privadas que más empleo proporciona.
Como si lo anterior fuera poco, arrestó a Manuel Rosales, uno de los principales líderes opositores. Además, despojó del control de puertos y aeropuertos a las gobernaciones que están en poder de políticos de la oposición.
(Mientras Chávez consolida un sistema totalitario de gobierno, la administración de Barack Obama manda un emisario, el congresista izquierdista William Delahunt, para explorar posibilidades de mejorar las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos).
Al lado de toda esta politiquería, los indicios de que el gobierno de Venezuela está ilíquido van en aumento. Los miles de millones de dólares que dejó la mayor bonanza petrolera de las últimas décadas, están desapareciendo, sin que aumente la capacidad productiva del país. PDVSA continúa sin ponerse al día con sus proveedores y su programa de inversiones se ha paralizado casi por completo. La firma constructora brasilera Odebrecht ha detenido su trabajo en el metro de Caracas por mora en los pagos del gobierno. Según Ecoanalítica, Chávez debe cerca de US$10.200 millones a compañías que ha nacionalizado, a lo que habría que añadir el valor de las nuevas nacionalizaciones que se propone ejecutar.
Otro indicio de la escasez de divisas que enfrenta el gobierno venezolano es la abrupta caída de 30,7% en las autorizaciones para importaciones en febrero de 2009 frente al mismo mes del año anterior. Esa caída es superior a la de 15% programada por el gobierno para este año.
Mientras tanto los rumores de devaluación del bolívar —el chistosamente llamado bolívar fuerte— son crecientes. La sobre valorada tasa oficial del bolívar es 2.15 por dólar, pero la no oficial ha venido aumentando últimamente hasta situarse en 6.60 por dólar, o sea más de tres veces la oficial. Según los rumores, Chávez haría una mini devaluación, que no sería otra cosa que paños de agua tibia para una economía que enfrenta una inflación anual superior a 30% y en la cual se regala la gasolina y se proporciona toda clase de costosos subsidios sólo financiables cuando el precio internacional del petróleo está por las nubes.
Como si lo anterior fuera poco, arrestó a Manuel Rosales, uno de los principales líderes opositores. Además, despojó del control de puertos y aeropuertos a las gobernaciones que están en poder de políticos de la oposición.
(Mientras Chávez consolida un sistema totalitario de gobierno, la administración de Barack Obama manda un emisario, el congresista izquierdista William Delahunt, para explorar posibilidades de mejorar las relaciones entre Venezuela y Estados Unidos).
Al lado de toda esta politiquería, los indicios de que el gobierno de Venezuela está ilíquido van en aumento. Los miles de millones de dólares que dejó la mayor bonanza petrolera de las últimas décadas, están desapareciendo, sin que aumente la capacidad productiva del país. PDVSA continúa sin ponerse al día con sus proveedores y su programa de inversiones se ha paralizado casi por completo. La firma constructora brasilera Odebrecht ha detenido su trabajo en el metro de Caracas por mora en los pagos del gobierno. Según Ecoanalítica, Chávez debe cerca de US$10.200 millones a compañías que ha nacionalizado, a lo que habría que añadir el valor de las nuevas nacionalizaciones que se propone ejecutar.
Otro indicio de la escasez de divisas que enfrenta el gobierno venezolano es la abrupta caída de 30,7% en las autorizaciones para importaciones en febrero de 2009 frente al mismo mes del año anterior. Esa caída es superior a la de 15% programada por el gobierno para este año.
Mientras tanto los rumores de devaluación del bolívar —el chistosamente llamado bolívar fuerte— son crecientes. La sobre valorada tasa oficial del bolívar es 2.15 por dólar, pero la no oficial ha venido aumentando últimamente hasta situarse en 6.60 por dólar, o sea más de tres veces la oficial. Según los rumores, Chávez haría una mini devaluación, que no sería otra cosa que paños de agua tibia para una economía que enfrenta una inflación anual superior a 30% y en la cual se regala la gasolina y se proporciona toda clase de costosos subsidios sólo financiables cuando el precio internacional del petróleo está por las nubes.