El gobierno venezolano ha reconocido a la fecha una deuda con los exportadores colombianos de US$410 millones. Pero una cosa es reconocer y otra es pagar.
El gobierno de Hugo Chávez se ha convertido en una de las peores pagas del planeta. Expropia sin indemnizar (aún en los caso en que reconoce una indemnización) y no proporciona divisas para pagar las importaciones que su país realiza. Actualmente esto último no es problema para quien ahí vende porque la gente ya sabe a que atenerse: se trata de un país ladrón al que hay que venderle de contado, o con un inmenso sobreprecio que compense las demoras o el alto riesgo de no pago.
En el caso de los exportadores colombianos, cuando Chávez cerró la frontera comercial a mediados de 2009, había una deuda de los venezolanos con ellos cercana a US$900 millones. El cierre de la frontera comercial fue acompañado de un acto igualmente hostil: el no otorgamiento de divisas para el pago de las exportaciones ya efectuadas.
Con la llegada a la Presidencia de Colombia Juan Manuel Santos en agosto de 2010 supuestamente se restablecieron las relaciones políticas y económicas entre los dos países. En ese proceso, se acordó que el gobierno de Venezuela concedería las divisas que permitieran cancelar las exportaciones hechas antes del cierre comercial de la frontera. Desde entonces ese gobierno ha reconocido que US$410 millones de esas exportaciones cumplieron con todos los requisitos, y están en revisión otras más. Se estima que al menos unos US$600 millones de los US$900 millones fueron exportaciones legítimas.
Pero resulta que ese reconocimiento de legitimidad es lo de menos. Lo de más es que Banco Central provea las divisas para cancelarlas. Menos de la mitad de los US$410 millones han sido pagadas.
A pesar de que el precio internacional del petróleo está en uno de sus puntos más altos de los últimos tiempos, a Venezuela no le alcanzan las divisas para atender una infinidad de compromisos adquiridos pero no atendidos. Incluso se dice que las reservas internacionales del Banco Central son inferiores al nivel oficial de US$27.500 millones y del que habría que descontar más de la mitad que no son de libre disponibilidad.
Venezuela, el país más rico de América Latina en recursos naturales y, por lejos, el mayor exportador de petróleo en términos per cápita de la región (y la Arabia Saudita de por estos lados en reservas de petróleo y gas natural), no dispone de los dólares para cancelar una relativamente pequeña deuda con los exportadores colombianos que tiene en promedio cerca de dos años de vencida.
A estos exportadores sólo les queda el consuelo de los tontos: hacen parte de una larga fila de acreedores (exportadores de distintos países y empresas extranjeras expropiadas con indemnización) ilusionados de que algún día recibirán lo que se les adeuda. Definitivamente, cualquier parecido de Venezuela con Cuba en este como en otros aspectos, es más que una simple coincidencia.
En el caso de los exportadores colombianos, cuando Chávez cerró la frontera comercial a mediados de 2009, había una deuda de los venezolanos con ellos cercana a US$900 millones. El cierre de la frontera comercial fue acompañado de un acto igualmente hostil: el no otorgamiento de divisas para el pago de las exportaciones ya efectuadas.
Con la llegada a la Presidencia de Colombia Juan Manuel Santos en agosto de 2010 supuestamente se restablecieron las relaciones políticas y económicas entre los dos países. En ese proceso, se acordó que el gobierno de Venezuela concedería las divisas que permitieran cancelar las exportaciones hechas antes del cierre comercial de la frontera. Desde entonces ese gobierno ha reconocido que US$410 millones de esas exportaciones cumplieron con todos los requisitos, y están en revisión otras más. Se estima que al menos unos US$600 millones de los US$900 millones fueron exportaciones legítimas.
Pero resulta que ese reconocimiento de legitimidad es lo de menos. Lo de más es que Banco Central provea las divisas para cancelarlas. Menos de la mitad de los US$410 millones han sido pagadas.
A pesar de que el precio internacional del petróleo está en uno de sus puntos más altos de los últimos tiempos, a Venezuela no le alcanzan las divisas para atender una infinidad de compromisos adquiridos pero no atendidos. Incluso se dice que las reservas internacionales del Banco Central son inferiores al nivel oficial de US$27.500 millones y del que habría que descontar más de la mitad que no son de libre disponibilidad.
Venezuela, el país más rico de América Latina en recursos naturales y, por lejos, el mayor exportador de petróleo en términos per cápita de la región (y la Arabia Saudita de por estos lados en reservas de petróleo y gas natural), no dispone de los dólares para cancelar una relativamente pequeña deuda con los exportadores colombianos que tiene en promedio cerca de dos años de vencida.
A estos exportadores sólo les queda el consuelo de los tontos: hacen parte de una larga fila de acreedores (exportadores de distintos países y empresas extranjeras expropiadas con indemnización) ilusionados de que algún día recibirán lo que se les adeuda. Definitivamente, cualquier parecido de Venezuela con Cuba en este como en otros aspectos, es más que una simple coincidencia.