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El gobierno de Hugo Chávez “ordenó” reducir 20% el consumo eléctrico. Es apenas el comienzo de lo que se avecina.
 
El país que tiene unas de las mayores reservas energéticas del mundo, está abocado a un racionamiento eléctrico de proporciones insospechadas. El gobierno venezolano no ha sido transparente con sus explicaciones acerca de las causas de ese racionamiento. Ha argumentado que la causa principal es el descenso en el nivel de la represa del Guri, que genera un 70% de la energía eléctrica del país. Le echa la culpa a el fenómeno climatológico de El Niño y al cambio climático que ha sufrido el planeta.

En lo relacionado con el cambio climático la explicación se cae de su propio peso. En la década que termina el 31 de diciembre no se ha presentado calentamiento global alguno, ni alteraciones inusuales en el clima del planeta.

En cuanto a El Niño, se trata de un fenómeno climático que se viene presentando de manera regular y predecible desde hace miles de años. Desde abril se supo que en el segundo semestre de 2009 y primer semestre de 2010 se iba a presentar El Niño. Países como Colombia, que son más afectados por este fenómeno que Venezuela, estaban relativamente bien preparados para enfrentarlo y se tomaron medidas adicionales para evitar, en lo posible, racionamientos. Allí se han hecho las inversiones y el mantenimiento requerido para contar con un sistema eléctrico confiable. Se dispone de un sólido marco institucional donde prima el profesionalismo sobre la politiquería.

En cambio, el caso de Venezuela es patético. Cero adiciones y mantenimiento al equipo de generación existente. Mínimas inversiones en transmisión y distribución. Unas tarifas que ni siquiera cubren los costos de operación. Unos muy incompetentes y corruptos administradores, de origen militar la mayoría de ellos. Unos voraces sindicatos y empleados que en lo único que piensan es en devengar sin producir mayormente (pero eso sí, todos saben y opinan sobre lo divino y humano).

El resultado es que después de 11 años de gobierno de Hugo Chávez el sistema eléctrico está en una situación absolutamente lamentable. Se necesitará de una cuantiosa inversión durante varios años consecutivos, y de una reorganización administrativa profunda, para sacarlo del desastre en que se encuentra. Hoy en día, no hay las condiciones mínimas para que ello se de en la realidad.

El Niño fue simplemente la última gota que rebasó la copa. El descenso en las lluvias puso de manifiesto la fragilidad del sistema. Térmicas destartaladas y saqueadas algunas de ellas por sus empleados, turbinas de generación en la represa del Guri y en otras centrales hidráulicas paralizadas por falta de un mantenimiento mínimo, fallas en la transmisión y enormes pérdidas por robos en la distribución. Subsidios indiscriminados a ricos y pobres. Un sistema completamente desfinanciado, dependiente totalmente de la transferencia de recursos del sector petrolero.

Entonces, ¿qué sucederá? Al igual que en Colombia, el fenómeno de El Niño, a pesar de no ser de los más fuertes, intensificará el verano entre enero y mayo de 2010. Dado que el sistema eléctrico venezolano es actualmente incapaz de atender la demanda, y que no hay soluciones viables a corto plazo para cubrir unos faltantes que se acrecentarán, la única salida es una intensificación del racionamiento, lo que de hecho ya se está dando.  

Pero ojalá todo fuera cuestión de un mayor racionamiento. Nada más difícil que racionar de manera inteligente un servicio vital como el de la energía eléctrica. En primer lugar, si el racionamiento es insuficiente, como parece ser que lo es actualmente, no evitará el colapso del sistema. Creará un ambiente de complacencia entre las autoridades –de que el problema está en camino de resolverse– que puede llevar a decisiones catastróficas que incrementarían aún más la fragilidad del sistema.

En segundo lugar, en una situación de escasez hay que tomar unas muy duras decisiones sobre cuánto le corresponde a los distintos sectores productivos y cuánto a los consumidores residenciales. Si el reparto de la escasez no se hace con un mínimo de racionalidad habrá unas actividades completamente sacrificadas en beneficio de otras que casi no lo serán. Las distorsiones sobre la actividad productiva pueden llegar a ser inmensas. No sorprendería que se llegue a una parálisis de los complejos industriales de la petroquímica y de la Corporación Venezolana de la Guayana (CVG).

Ni la gran mayoría de los venezolanos ni el propio gobierno están preparados para manejar tan complejo problema. No se percatan de su magnitud, inmediatez y repercusiones. En especial, las declaraciones recientes de Chávez y de los altos funcionarios públicos, y la manera como hasta ahora han administrado la escasez, muestran una incompetencia e ineptitud abismal. Lo cual no sorprende en un gobierno en el cual, desde sus inicios, los mejores fueron reemplazados por los mediocres y la técnica fue desplazada por la chabacanería.