De acuerdo con el Institute for Economics and Peace las personas asesinadas con ataques terroristas islámicos aumentaron un 80% en 2014 frente al año inmediatamente anterior.
En 2013 hubo 18.111 asesinados con estos ataques, en tanto que en 2014 fueron 32.658. Los dos grupos mas mortíferos: Boko Haram de Nigeria y el Estado Islámico (ISIS).
Como lo explica Niall Ferguson en “We face a three headed monster” (Boston Globe, noviembre 23 de 2015) casi cuatro de cada cinco ataques ocurrió en solamente cinco países: Afganistán, Iraq, Nigeria, Pakistán y Siria. Sin embargo, el radio de acción de este terrorismo islámico se está extendiendo a países de Europa y se teme que lo hará también en Estados Unidos.
Dos fenómenos adicionales han complicado el tema. Las masivas migraciones islámicas a Europa no solo de Siria sino también de otros países como Albania, Afganistán, Iraq y Eritrea. El sistema europeo para atender las aplicaciones de asilo de estos inmigrantes simplemente colapsó. Se sospecha sobre las intenciones de algunos de estos inmigrantes. Muchos hablan de una “quinta columna”. Pero como señala Ferguson, aun si fueran ángeles, su integración al mercado laboral europeo no será para nada fácil y se podrían presentar reacciones políticas nacionalistas para nada despreciables.
El tercer fenómeno es la presencia de gigantescos barrios (o guetos) islámicos en varias de las principales ciudades de Europa Occidental, que proporcionan fanáticos jóvenes a los movimientos musulmanes radicales. Casos recientes han puesto en evidencia la gravedad de este tema en ciudades como París y Bruselas. Varios de estos fanáticos son ciudadanos europeos de segunda o tercera generación, que nada han tenido que ver con los desarrollos de la guerra civil de Siria u otros problemas del Medio Oriente, aunque algunos se han entrenado en los campos de batalla de allá.
A la mayor parte de las poblaciones islámicas les ha costado adaptarse a una modernidad caracterizada por sociedades abiertas, competitivas y tolerantes. Los líderes de los países musulmanes, dictadorzuelos la gran mayoría, no solo reprimen cualquier oposición a sus poderes, sino que no han logrado crear entornos expansivos en términos económicos. Sus líderes religiosos, clérigos de todas las pelambres, se van por la salida fácil de sembrar el odio y de culpar de todos los males a culturas que no son las suyas.
En el entretanto, por lo menos hasta el reciente ataque terrorista de París, no era políticamente correcto hablar de terrorismo islámico, a pesar de su increíble ascenso reciente, tal como lo demuestran las estadísticas a las que se hizo mención al inicio de este artículo.
Como lo explica Niall Ferguson en “We face a three headed monster” (Boston Globe, noviembre 23 de 2015) casi cuatro de cada cinco ataques ocurrió en solamente cinco países: Afganistán, Iraq, Nigeria, Pakistán y Siria. Sin embargo, el radio de acción de este terrorismo islámico se está extendiendo a países de Europa y se teme que lo hará también en Estados Unidos.
Dos fenómenos adicionales han complicado el tema. Las masivas migraciones islámicas a Europa no solo de Siria sino también de otros países como Albania, Afganistán, Iraq y Eritrea. El sistema europeo para atender las aplicaciones de asilo de estos inmigrantes simplemente colapsó. Se sospecha sobre las intenciones de algunos de estos inmigrantes. Muchos hablan de una “quinta columna”. Pero como señala Ferguson, aun si fueran ángeles, su integración al mercado laboral europeo no será para nada fácil y se podrían presentar reacciones políticas nacionalistas para nada despreciables.
El tercer fenómeno es la presencia de gigantescos barrios (o guetos) islámicos en varias de las principales ciudades de Europa Occidental, que proporcionan fanáticos jóvenes a los movimientos musulmanes radicales. Casos recientes han puesto en evidencia la gravedad de este tema en ciudades como París y Bruselas. Varios de estos fanáticos son ciudadanos europeos de segunda o tercera generación, que nada han tenido que ver con los desarrollos de la guerra civil de Siria u otros problemas del Medio Oriente, aunque algunos se han entrenado en los campos de batalla de allá.
A la mayor parte de las poblaciones islámicas les ha costado adaptarse a una modernidad caracterizada por sociedades abiertas, competitivas y tolerantes. Los líderes de los países musulmanes, dictadorzuelos la gran mayoría, no solo reprimen cualquier oposición a sus poderes, sino que no han logrado crear entornos expansivos en términos económicos. Sus líderes religiosos, clérigos de todas las pelambres, se van por la salida fácil de sembrar el odio y de culpar de todos los males a culturas que no son las suyas.
En el entretanto, por lo menos hasta el reciente ataque terrorista de París, no era políticamente correcto hablar de terrorismo islámico, a pesar de su increíble ascenso reciente, tal como lo demuestran las estadísticas a las que se hizo mención al inicio de este artículo.