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En el acuerdo sobre la refinería Abreu e Lima, la estatal brasilera le impuso todas sus condiciones a una dócil PDVSA.
 
Desde 2005 los dos gobiernos habían tratado de llegar a un acuerdo sobre esta refinería. Petrobras quería la mayoría del proyecto, mientras que PDVSA aspiraba a una participación igualitaria (50-50). El proyecto inicialmente planteado era muy diferente al que Petrobras unilateralmente, sin consulta alguna con PDVSA, decidió construir. Como si lo anterior fuera poco, PDVSA finalmente aceptó suministrar su petróleo a la refinería a unos precios más reducidos de los que obtendría si lo exportara a Estados Unidos o Europa.  

La historia de esta refinería, situada en el estado de Pernambuco en el complejo industrial de Puerto Suape, es muy interesante porque ilustra la habilidad del gobierno del Presidente Luiz Inácio da Silva para extraer beneficios del "romanticismo" político de su colega venezolano Hugo Chávez.

Inicialmente la refinería iba a costar cerca de US$4.000 millones para producir 200.000 barriles diarios de fuel oil. Pero posteriormente Petrobras unilateralmente aumentó la capacidad del proyecto a 230.000 barriles y fijó su nuevo costo en US$12.000 millones (puede llegar a ser más). El nuevo costo de construcción se ajusta, más o menos, al actual estándar de la industria que es de unos US$50.000 por barril de capacidad.

Ante el cambio en el costo de la refinería y por la caída en los precios internacionales del petróleo, el gobierno de Venezuela empezó a procrastinar sobre su eventual participación en el proyecto. La situación financiera de PDVSA se ha deteriorado dramáticamente a partir de 2008. Actualmente debe miles de millones de dólares a proveedores y a empresas nacionalizadas. Pero no solo eso: su capacidad técnica ya no es la de hace unos años.

Ante esta situación Petrobras resolvió continuar sola con el proyecto e invirtió, según sus cifras, cerca de US$1.000 millones en la preparación del terreno para el montaje de la planta. Ni corta ni perezosa, había tomado la iniciativa al dar a entender que seguiría adelante sin PDVSA. El mensaje para los venezolanos fue contundente: o lo toma bajo mis condiciones o lo deja.

Hugo Chávez quedó en una muy incómoda posición. Después de todo, la refinería era símbolo de la vinculación de su país con MERCOSUR y de la integración de Venezuela con Brasil, uno de los pilares de su política exterior. En todas las reuniones bilaterales siempre se mencionó a la refinería como uno de los grandes proyectos de la integración energética latinoamericana.

Como sea, era un hecho que PDVSA ya no estaba en condiciones de ser socio en condiciones de igualdad en la refinería. Pero también se sabía que seguía vivo el interés de Hugo Chávez en la participación venezolana. Y para nadie es un secreto que a Chávez no le importan los costos económicos (o no es consciente de ellos) en la toma de sus decisiones estratégicas.  

Chávez terminó por ceder en todo. PDVSA tendrá el 40% de la propiedad de la refinería, y no el 50% como se había acordado inicialmente. Los precios del crudo venezolano que suplirá parcialmente a la refinería serán favorables para Brasil. La construcción y las decisiones clave estarán a cargo de Petrobras.

PDVSA tendrá que aportar el 40% del costo de la refinería, algo así como US$4.800 millones (pero puede ser más). De hecho, la estatal venezolana debe girar de inmediato US$400 millones por la remoción de tierra que ya hizo Petrobras. Todos estos fondos se podrían utilizar más productivamente en la modernización de la decrépita infraestructura petrolera de Venezuela. 
 
En otras palabras, una refinería que vale US$12.000 millones le costará a Petrobras solamente US$7.200 millones. La alimentará parcialmente con crudo venezolano a buen precio. Será para atender el mercado brasilero. Si hubiere pérdidas, que es lo que se espera si el precio internacional del petróleo no reacciona hacía 2011 cuando supuestamente finalizará su construcción, serían cubiertas en un 40% por PDVSA.

¿Y qué ganará Venezuela? Participación minoritaria en la Junta Directiva de la empresa. Méritos adicionales para su eventual ingreso a MERCOSUR (en lo que lleva cerca de 10 años de rogativas e imploraciones). ¿Algo más? Después de todo está invirtiendo bastante dinero, está compartiendo el riesgo de la inversión y proveerá petróleo del Orinoco a precios bajos.

Pero, por supuesto. Se quedaban en el tintero los beneficios más importantes. Hugo Chávez será homenajeado como prócer cada vez que visite la refinería. Habrá múltiples fotos del prócer. Abundantes saludos a la bandera de la integración latinoamericana. Retumbará el himno de Venezuela en el estado de Pernambuco.¿Qué más puede pedir Chávez?

Pero, ¡ojo! PDVSA se ha acostumbrado a no cumplir con sus compromisos. ¿Cómo manejará Petrobras y el gobierno de Brasil la eventualidad de un incumplimiento de PDVSA? ¿Cómo administrarán un escenario en el cual Lula da Silva ya no es Presidente y su reemplazo no se la lleve tan amigablemente con Chávez? Buenas preguntas estas, pero no hay que perder de vista que lo único que se ha firmado hasta ahora es un acuerdo preliminar, y que queda abierta la posibilidad de un ajuste final de cuentas a favor de los brasileros en un eventual acuerdo definitivo.