Ese fue el odioso lema de Hugo Chávez hasta julio de 2011 cuando experimentó los primeros indicios de su cáncer terminal. En ese momento lo cambió, pero solo de forma.
Últimamente los líderes chavistas hablan de “amor”, del “corazón del pueblo”, y de otras dulzuras por el estilo. Los angelitos se presentan como víctimas del odio de sus opositores. Invocan a Dios todo el tiempo. Que cuadro tan enternecedor.
Durante años lo único que hicieron Chávez y sus subalternos fue sembrar el odio en Venezuela. La lucha de clases se convirtió en el pilar de la acción proselitista del gobierno. Expropiaciones y cárcel para quienes controvertían al líder. Toda clase de calificativos denigrantes para los opositores. Arengas día y noche contra la “burguesía”. Conformación de milicias populares. Palo a los medios de comunicación independientes. Intimidación a través de la fuerza bruta y de una justicia completamente subordinada. La lista es interminable.
De manera que el slogan de “Patria, socialismo o muerte” iba de acuerdo con la naturaleza del régimen. Pero con la enfermedad de Chávez hace año medio vino el cambio de lema a “Patria socialista y victoria. Viviremos y venceremos”. Pero se mantuvo el cuento de dividir al país en dos a base de odios y resentimientos sociales.
Al despedirse para su última operación en Cuba a comienzos de diciembre de 2012, Chávez invocó la unidad frente a los tiempos difíciles que se avecinaban con los problemas de su salud. Y mencionó a Simón Bolívar. Sin embargo, su unidad nada tiene que ver con la del Libertador. Nada que ver con aquella famosa frase: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
La unidad a la que hizo referencia Chávez es diferente. Es una de carácter estrictamente sectario. Es la unidad de sus partidarios y no la del país. Sin duda está temeroso de que en su ausencia se desborone la alianza de intereses que logró conformar entre fuerzas militares, sindicatos y burócratas estatales para saquear la renta petrolera y apoderarse de la riqueza ajena.
A Chávez siempre le quedó grande su país. Prefirió partirlo en dos y excluir de las toldas a la otra Venezuela. Se trató siempre de una visión excluyente, muy distante de la que en circunstancias personales igualmente difíciles expresara Simón Bolívar.
Durante años lo único que hicieron Chávez y sus subalternos fue sembrar el odio en Venezuela. La lucha de clases se convirtió en el pilar de la acción proselitista del gobierno. Expropiaciones y cárcel para quienes controvertían al líder. Toda clase de calificativos denigrantes para los opositores. Arengas día y noche contra la “burguesía”. Conformación de milicias populares. Palo a los medios de comunicación independientes. Intimidación a través de la fuerza bruta y de una justicia completamente subordinada. La lista es interminable.
De manera que el slogan de “Patria, socialismo o muerte” iba de acuerdo con la naturaleza del régimen. Pero con la enfermedad de Chávez hace año medio vino el cambio de lema a “Patria socialista y victoria. Viviremos y venceremos”. Pero se mantuvo el cuento de dividir al país en dos a base de odios y resentimientos sociales.
Al despedirse para su última operación en Cuba a comienzos de diciembre de 2012, Chávez invocó la unidad frente a los tiempos difíciles que se avecinaban con los problemas de su salud. Y mencionó a Simón Bolívar. Sin embargo, su unidad nada tiene que ver con la del Libertador. Nada que ver con aquella famosa frase: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
La unidad a la que hizo referencia Chávez es diferente. Es una de carácter estrictamente sectario. Es la unidad de sus partidarios y no la del país. Sin duda está temeroso de que en su ausencia se desborone la alianza de intereses que logró conformar entre fuerzas militares, sindicatos y burócratas estatales para saquear la renta petrolera y apoderarse de la riqueza ajena.
A Chávez siempre le quedó grande su país. Prefirió partirlo en dos y excluir de las toldas a la otra Venezuela. Se trató siempre de una visión excluyente, muy distante de la que en circunstancias personales igualmente difíciles expresara Simón Bolívar.