El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó los ajustes que deben realizar estos países para lograr una mínima estabilidad fiscal.
Según el FMI, son inmensos los ajustes fiscales requeridos para tales efectos. A título de ilustración, Japón e Inglaterra necesitan un ajuste fiscal de por lo menos 13% del PIB. Irlanda, España y Grecia uno de 9% del PIB; y Estados Unidos uno de 8,8% del PIB.
El caso más reciente de un gobierno que se quebró es el de Grecia, situación esta que tiene en ascuas a la Unión Europea (UE). Dado el tamaño actual de su deuda pública, que supera 120% del PIB, debería reducir su déficit fiscal de 13% del PIB en 2009 a 4% del PIB en 2012. Para sobrevivir a semejante apretón de cinturón, si es que se hace, los griegos necesitarán de terapias psiquiátricas especiales.
Aparentemente Alemania y Francia le ayudarán a Grecia a evitar el incumplimiento de los compromisos de su deuda soberana. El no pago por parte de Grecia comprometería la financiación de otros países altamente endeudados como España y Portugal.
Lo cierto es que los famosos paquetes de estímulo fiscal que implementaron los países desarrollados a comienzos de la Gran Recesión han producido crecimientos considerables en los déficit fiscales y en el tamaño de las deudas públicas. Muy poco o casi nada por el lado de reducciones en el desempleo.
Es tal la situación fiscal de los países de la Unión Europea que todavía muchos inversionistas consideran a los Tesoros de Estados Unidos como el más seguro refugio. Sin embargo, de acuerdo con las proyecciones de la propia Casa Blanca, la deuda federal excederá 100% del PIB en 2012. Los déficit fiscales previstos durante estos años bordearán 10% del PIB.
Aunque el ahorro de los hogares en Estados Unidos se ha incrementado desde 2008, no cubren los trillones de dólares de deuda que el Tesoro ha tenido que emitir desde entonces. Hasta ahora, la Reserva Federal ha comprado una porción importante de estos Tesoros, al igual que las autoridades monetarias de China, aunque estas últimas de manera decreciente. Así, como porcentaje del total de las emisiones de Tesoros realizadas cada año, las compras por parte de China, que representaron 47% en 2006, cayeron a 20% en 2008 y a cerca de 5% en 2009.
No es descabellado proyectar, entonces, que cada vez será más difícil encontrar inversionistas, no solamente para los Tesoros de Estados Unidos sino también para los papeles de deuda soberana de otros países. Y muy especialmente si los gobiernos no efectúan importantes ajustes fiscales, los cuales no se vislumbran en el horizonte, excepto en casos realmente angustiosos como el de Grecia.
Por todo lo anterior, no sorprendió a los analistas más enterados la advertencia de Moody's Investors Service a comienzos de febrero de 2010, en el sentido de que no había que dar como un hecho que la calificación triple A de la deuda soberana Estados Unidos permanecería inmodificable.
Los ajustes requeridos en los países ricos para lograr una mínima estabilidad fiscal se traducirían, o bien en aumentos en impuestos en momentos en los cuales ya son muy altos, o bien en unas drásticas reducciones en los gastos públicos. Esto último implicaría un cambio de fondo en los modelos del Estado bienestar. Es decir, llevaría al desmonte de esquemas sobredimensionados en los que “papá” Estado provee toda clase de servicios a una población que contribuye poco o nada a la creación de riqueza y que no está dispuesta a solidarizarse con el rescate financiero de sus gobiernos.
El caso más reciente de un gobierno que se quebró es el de Grecia, situación esta que tiene en ascuas a la Unión Europea (UE). Dado el tamaño actual de su deuda pública, que supera 120% del PIB, debería reducir su déficit fiscal de 13% del PIB en 2009 a 4% del PIB en 2012. Para sobrevivir a semejante apretón de cinturón, si es que se hace, los griegos necesitarán de terapias psiquiátricas especiales.
Aparentemente Alemania y Francia le ayudarán a Grecia a evitar el incumplimiento de los compromisos de su deuda soberana. El no pago por parte de Grecia comprometería la financiación de otros países altamente endeudados como España y Portugal.
Lo cierto es que los famosos paquetes de estímulo fiscal que implementaron los países desarrollados a comienzos de la Gran Recesión han producido crecimientos considerables en los déficit fiscales y en el tamaño de las deudas públicas. Muy poco o casi nada por el lado de reducciones en el desempleo.
Es tal la situación fiscal de los países de la Unión Europea que todavía muchos inversionistas consideran a los Tesoros de Estados Unidos como el más seguro refugio. Sin embargo, de acuerdo con las proyecciones de la propia Casa Blanca, la deuda federal excederá 100% del PIB en 2012. Los déficit fiscales previstos durante estos años bordearán 10% del PIB.
Aunque el ahorro de los hogares en Estados Unidos se ha incrementado desde 2008, no cubren los trillones de dólares de deuda que el Tesoro ha tenido que emitir desde entonces. Hasta ahora, la Reserva Federal ha comprado una porción importante de estos Tesoros, al igual que las autoridades monetarias de China, aunque estas últimas de manera decreciente. Así, como porcentaje del total de las emisiones de Tesoros realizadas cada año, las compras por parte de China, que representaron 47% en 2006, cayeron a 20% en 2008 y a cerca de 5% en 2009.
No es descabellado proyectar, entonces, que cada vez será más difícil encontrar inversionistas, no solamente para los Tesoros de Estados Unidos sino también para los papeles de deuda soberana de otros países. Y muy especialmente si los gobiernos no efectúan importantes ajustes fiscales, los cuales no se vislumbran en el horizonte, excepto en casos realmente angustiosos como el de Grecia.
Por todo lo anterior, no sorprendió a los analistas más enterados la advertencia de Moody's Investors Service a comienzos de febrero de 2010, en el sentido de que no había que dar como un hecho que la calificación triple A de la deuda soberana Estados Unidos permanecería inmodificable.
Los ajustes requeridos en los países ricos para lograr una mínima estabilidad fiscal se traducirían, o bien en aumentos en impuestos en momentos en los cuales ya son muy altos, o bien en unas drásticas reducciones en los gastos públicos. Esto último implicaría un cambio de fondo en los modelos del Estado bienestar. Es decir, llevaría al desmonte de esquemas sobredimensionados en los que “papá” Estado provee toda clase de servicios a una población que contribuye poco o nada a la creación de riqueza y que no está dispuesta a solidarizarse con el rescate financiero de sus gobiernos.