Ingrid Betancourt tiene doble nacionalidad. Se quedó a vivir en Francia. Se convirtió en pieza de la diplomacia francesa. Le agradeció, no se sabe qué, a jefes de estado hostiles a Colombia.
Ingrid quiere ayudarle a los secuestrados de Colombia. Ha escogido el camino francés de hacerlo. Desde París, con una fundación que recibe dineros de fuentes francesas, sólo habla de la paz de Colombia. Sus palabras son las mismas del “jet set” que gobierna Francia, que siempre ha relacionado, en países como Colombia, “paz” con concesiones a los grupos terroristas. “Paz” con “amor”.
En Francia se pueden dar el lujo de pensar de esa manera. Se trata de un conflicto lejano para ellos. Cuando Francia enfrenta en su territorio amenazas terroristas, ahí si su gobierno actúa sin contemplaciones. Actúa sin “amor”. Pero cuando se trata de conflictos en países emergentes, simpatizan con los terroristas. Esta manera de pensar se ajusta a la forma despreciativa con la cual siempre han mirado a Colombia y a muchos otros países.
El camino francés de búsqueda de la “paz” y del “amor” fracasó totalmente en lo que respecta a la liberación de Ingrid. De hecho, no es desatino afirmar que retrasó esa liberación. Su liberación se produjo finalmente como resultado de un exitoso rescate militar, que el gobierno de Colombia realizó con la sola ayuda del gobierno de Estados Unidos, y a pesar de la oposición del gobierno francés. Ingrid debería estar agradecida, no sólo con el gobierno de Colombia, sino con el gobierno de Estados Unidos. Después de Álvaro Uribe, ha debido visitar a George W. Bush. Pero eso es mucho pedirle a alguien que se ha propuesto “lagartear” el premio Nóbel de la paz entre los círculos izquierdistas del mundo, que son los que deciden a quien otorgarlo.
Los colombianos han intuido que Ingrid es actualmente más francesa que colombiana. Por eso no le jalaron a su convocatoria a una marcha en favor de los secuestrados de Colombia. Una gran mayoría de los colombianos simplemente no creen en el sistema francés de búsqueda de la “paz”. Creen en Álvaro Uribe. Están muy agradecido con el actual presidente de Colombia por haberle devuelto al país una paz que se siente a lo largo y ancho del territorio. Una paz para ellos real, muy distinta a la paz “amorosa” que tanto entusiasma al “jet set” que gobierna Francia.
En Francia se pueden dar el lujo de pensar de esa manera. Se trata de un conflicto lejano para ellos. Cuando Francia enfrenta en su territorio amenazas terroristas, ahí si su gobierno actúa sin contemplaciones. Actúa sin “amor”. Pero cuando se trata de conflictos en países emergentes, simpatizan con los terroristas. Esta manera de pensar se ajusta a la forma despreciativa con la cual siempre han mirado a Colombia y a muchos otros países.
El camino francés de búsqueda de la “paz” y del “amor” fracasó totalmente en lo que respecta a la liberación de Ingrid. De hecho, no es desatino afirmar que retrasó esa liberación. Su liberación se produjo finalmente como resultado de un exitoso rescate militar, que el gobierno de Colombia realizó con la sola ayuda del gobierno de Estados Unidos, y a pesar de la oposición del gobierno francés. Ingrid debería estar agradecida, no sólo con el gobierno de Colombia, sino con el gobierno de Estados Unidos. Después de Álvaro Uribe, ha debido visitar a George W. Bush. Pero eso es mucho pedirle a alguien que se ha propuesto “lagartear” el premio Nóbel de la paz entre los círculos izquierdistas del mundo, que son los que deciden a quien otorgarlo.
Los colombianos han intuido que Ingrid es actualmente más francesa que colombiana. Por eso no le jalaron a su convocatoria a una marcha en favor de los secuestrados de Colombia. Una gran mayoría de los colombianos simplemente no creen en el sistema francés de búsqueda de la “paz”. Creen en Álvaro Uribe. Están muy agradecido con el actual presidente de Colombia por haberle devuelto al país una paz que se siente a lo largo y ancho del territorio. Una paz para ellos real, muy distinta a la paz “amorosa” que tanto entusiasma al “jet set” que gobierna Francia.