Antanas Mockus sufre la enfermedad de Parkinson. No le informó a tiempo al electorado y ahora pretende que se trata de un mal menor. La suya es una reacción contraria a la ética.

 

Son innumerables los artículos sobre la enfermedad de Parkinson en Internet. Todos coinciden en que se trata de una enfermedad muy compleja, que requiere de un gran soporte y ayuda por parte de médicos, psicólogos y personas cercanas. Afecta seriamente capacidades motoras y cognitivas. Produce depresión, ansiedad y psicosis. Altera profundamente el estilo de vida del paciente y el grado de dependencia con la gente a su alrededor.

Los periodistas y comentaristas políticos que critican a quienes se interrogan sobre el tema de la enfermedad de Parkinson de Mockus, así como sus simpatizantes que han resuelto hacerse los de la vista gorda con este asunto, pueden consultar a Wikipedia y a la infinidad de artículos médicos que hay sobre esta enfermedad en el Internet. Mockus es candidato a ocupar uno de los puestos más exigentes de Colombia, sino el más exigente, y su salud es un factor determinante en su futuro desempeño en caso de resultar elegido.

Por ejemplo, ninguna persona a quien le ha sido diagnosticado la enfermedad de Parkinson sería nombrada por un comité de caza talentos para dirigir una empresa grande, o para desempeñar un puesto de mucho estrés, o uno que requiere de una gran movilidad física. Esa persona podría ser nombrada asesora o miembro de una junta directiva, pero nunca presidente de una gran empresa.

Pero lo más increíble de la historia de Mockus y de sus cercanos colaboradores, es que han buscado sacar dividendos políticos con la enfermedad del candidato. Lo primero que hicieron fue exaltar la supuesta grandeza del candidato por haber dado a conocer su enfermedad. Sin embargo, cuando lo hicieron ya la enfermedad era más que evidente en sus signos exteriores. Pero más grave aún, Mockus no tuvo la valentía de hacer la revelación en las primarias del Partido Verde, lo que le hubiera permitido a los electores de ese partido votar con un mayor conocimiento de causa. Y al resto de los colombianos llegar a la recta final de la campaña presidencial con el tema ya superado.

Así las cosas, no hubo la más mínima grandeza en la actuación de Mockus. Dejó entrever, por el contrario, una ambición sin límites por llegar a la Presidencia y un intento contrario a la ética de esconderle al electorado un elemento clave para la toma de decisiones. Su ego prevaleció sobre su tan publicitada transparencia.

Pero la historia no para ahí. Resulta que ahora nadie puede hablar de la grave enfermedad que sufre el candidato. Si alguien lo hace es por un interés político concreto. Es una especie de mordaza que han impuesto Mockus y sus colaboradores para impedir que el tema se discuta. Se trata de un vil aprovechamiento político de los naturales sentimientos de simpatía que despierta una persona cuando se sabe que está sufriendo de un mal incurable y progresivo.

El problema es que Mockus aspira a ser el próximo Presidente de Colombia. Su eventual desempeño en ese puesto es un asunto que atañe a todos los colombianos, y no solamente a sus simpatizantes y partidarios. Lo ético y transparente es que los electores conozcan a fondo sobre las implicaciones de las enfermedades graves de los candidatos. Lo ético y transparente es que el debate sea serio y a profundidad.

Lo ético y transparente es que Mockus explique sobre cómo piensa ejercer un puesto como el de la Presidencia de la República dadas sus limitaciones actuales y especialmente, las que tendrá a medida que avanza su enfermedad. Por ahora la impresión que deja el candidato es la de una abierta negación de las consecuencias de su enfermedad y del cambio en el estilo de vida que ella trae consigo, lo cual, entre otras, es usual entre pacientes que sufren de Parkinson.