La perspectivas de producción de petróleo en Irak son extraordinarias. En contraste, las de Venezuela son desalentadoras no obstante sus considerables reservas.
En el caso de Irak, gracias a la inversión y actividad exploratoria de las compañías multinacionales petroleras y a pesar de los problemas de orden público que todavía subsisten, en 2012 la producción de petróleo alcanzó 2.6 millones de barriles diarios, el nivel mas alto en su historia, y en 2013 creció un 30% adicional para llegar a cerca de 3.4 millones de barriles diarios.
Según William Pentland, colaborador de la revista Forbes, en una columna del 31 de enero de 2014 (“Sorry, Shale. Iraq Is The Real Oil Revolution”) los aumentos de producción que se están dando en Estados Unidos y Canadá provenientes de los esquistos bituminosos palidecen al lado de lo que se espera de Irak.
Los esfuerzos de exploración de la posguerra sugieren reservas muy superiores a las previamente conocidas. Los contratos ya firmados por el gobierno de Irak con las compañías multinacionales hacen prever un incremento épico hacía 2020 de la producción petrolera. Si se resuelven problemas de logística y si el país lograr manejar sus rencillas étnicas y no se enloquece con la nueva riqueza, dicha producción podría superar los 9 millones de barriles diarios a comienzos de la próxima década.
La comparación con Venezuela, un país que posee importantes reservas sin explotar, no puede ser mas dramática. Allí la producción de petróleo ha caído de un pico de 3.2 millones de barriles diarios en 1998 antes del gobierno de Hugo Chávez, a menos de 2.8 millones de barriles diarios en 2013 (según cifras de la OPEP). La inversión en la explotación de las reservas está estancada, y el mantenimiento de la actual infraestructura de la industria petrolera deja mucho que desear.
Es un país cuyo gobierno resolvió vivir de lo existente mientras dure. Vivir a costa de los frutos de las inversiones y esfuerzos productivos hechos en décadas anteriores. Al tiempo que espantó a la inversión privada, burocratizó y politizó hasta mas no poder a la petrolera estatal PDVSA. La metas que se tienen sobre incrementos en producción solo valen en el papel, puesto que en la práctica no se toman las políticas y las medidas necesarias para asegurar su cumplimiento.
Si Irak logra el desarrollo previsto de su potencial petrolero alcanzará un nivel de prosperidad solo parecido al de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes. Venezuela, en cambio, aunque no le sobra el potencial tiene el problema de que no entrelaza fines con medios y está satisfecha con repartir a la topa tolondra lo poco que tiene y que cada vez es menos.
Es la diferencia entre un país que busca progresar de verdad y otro en el que la consigna parecería ser: “Soy orgullosamente subdesarrollado y haré hasta lo imposible para permanecer así”.
Según William Pentland, colaborador de la revista Forbes, en una columna del 31 de enero de 2014 (“Sorry, Shale. Iraq Is The Real Oil Revolution”) los aumentos de producción que se están dando en Estados Unidos y Canadá provenientes de los esquistos bituminosos palidecen al lado de lo que se espera de Irak.
Los esfuerzos de exploración de la posguerra sugieren reservas muy superiores a las previamente conocidas. Los contratos ya firmados por el gobierno de Irak con las compañías multinacionales hacen prever un incremento épico hacía 2020 de la producción petrolera. Si se resuelven problemas de logística y si el país lograr manejar sus rencillas étnicas y no se enloquece con la nueva riqueza, dicha producción podría superar los 9 millones de barriles diarios a comienzos de la próxima década.
La comparación con Venezuela, un país que posee importantes reservas sin explotar, no puede ser mas dramática. Allí la producción de petróleo ha caído de un pico de 3.2 millones de barriles diarios en 1998 antes del gobierno de Hugo Chávez, a menos de 2.8 millones de barriles diarios en 2013 (según cifras de la OPEP). La inversión en la explotación de las reservas está estancada, y el mantenimiento de la actual infraestructura de la industria petrolera deja mucho que desear.
Es un país cuyo gobierno resolvió vivir de lo existente mientras dure. Vivir a costa de los frutos de las inversiones y esfuerzos productivos hechos en décadas anteriores. Al tiempo que espantó a la inversión privada, burocratizó y politizó hasta mas no poder a la petrolera estatal PDVSA. La metas que se tienen sobre incrementos en producción solo valen en el papel, puesto que en la práctica no se toman las políticas y las medidas necesarias para asegurar su cumplimiento.
Si Irak logra el desarrollo previsto de su potencial petrolero alcanzará un nivel de prosperidad solo parecido al de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes. Venezuela, en cambio, aunque no le sobra el potencial tiene el problema de que no entrelaza fines con medios y está satisfecha con repartir a la topa tolondra lo poco que tiene y que cada vez es menos.
Es la diferencia entre un país que busca progresar de verdad y otro en el que la consigna parecería ser: “Soy orgullosamente subdesarrollado y haré hasta lo imposible para permanecer así”.