Bajo cualquier perspectiva que se analice, el desempeño de 2010 fue mediocre y no “bueno” como lo calificó el presidente del Banco Central Rodrigo Bolaños.

 

Su aumento del PIB ligeramente superior a 4% (luego de una contracción de 1,1% en 2009) está por debajo del crecimiento promedio de América Latina cercano a 6%. Su inflación en el horizonte de 6% anual también se compara desfavorablemente con la del promedio regional y con la de 2009 que fue 4%, no obstante que en este año el colón se ha revaluado frente al dólar.

Su déficit comercial (diferencia entre exportaciones de bienes e importaciones de bienes) se ha duplicado en 2010 frente al año anterior y podría superar 4% del PIB. A diferencia de otros países de América Latina, las reservas internacionales del Banco Central no se han incrementado mayormente (son menos de 4 meses de importaciones de bienes).  

Más preocupante aún, su déficit fiscal será cercano a 5%, uno de los más altos de la región. A su vez, sigue en el limbo la introducción de competencia en la prestación de servicios públicos a través de privatizaciones o venta de licencias. Se han postergado así las mejoras en la calidad de estos servicios y la obtención de recursos para darle un vuelco a la infraestructura del país.

No existe una sola razón valedera (ni una sola) para que los indicadores de desempeño económico de Costa Rica no sean superiores a los del promedio de la región. Pero Bolaños, y supuestamente el gobierno, se declaran satisfechos con la mediocridad. Sus metas para 2011 son más de lo mismo.

Es tal vez esa complacencia, que no es solamente de Bolaños, la causante de que Costa Rica actualmente no avance como debería. De que sea un país pasmado. Uno sin grandes desafíos y ambiciones.