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Individualmente considerados los jugadores son de buen nivel. Pero su juego colectivo deja mucho que desear.
 
La selección de fútbol sub-20 ha tenido un muy mediocre desempeño en el campeonato Suramericano, que otorga dos cupos para los Juegos Olímpicos de Londres y que sirve de preparación para el Mundial de esa categoría en 2011 y cuya sede es Colombia. Se ha dado este mal desempeño a pesar de que el grupo de jugadores que conforman esta selección lleva años participando en torneos y que no se ahorrado esfuerzos y recursos en su preparación.

El equipo como tal es un desastre. Con muy pocas excepciones, cada jugador juega para sí mismo y no para el equipo. A estos jóvenes jugadores no se les ha inculcado en la cabeza que entre mejor le vaya al equipo, mejor les va a ellos, por ejemplo, en términos de contrataciones. Esta es claramente una falla del cuerpo técnico de esta selección.

Tácticamente la selección tampoco da la talla. Los movimientos de la defensa no son los adecuados en cubrimiento y prevención. La media no aporta lo suficiente ni a la defensa ni a la delantera. Y los delanteros no tienen acompañamiento. En otras palabras, no hay juego sincronizado. Esta es claramente otra falla del cuerpo técnico de esta selección.

Los delanteros son golondrinas que rara vez hacen verano. Cada uno se enfrenta a tres o cuatro rivales sin ningún acompañamiento. Ese no es el muy exigente fútbol moderno donde los equipos, cuando atacan lo hacen con varios jugadores y no sólo con una o dos golondrinas.

Esta falta de juego ofensivo parece ser un mal endémico del fútbol colombiano, y no solamente de la selección sub-20. Basta ver los partidos del torneo profesional colombiano.

El gran delantero colombiano Falcao García ha hecho innumerables goles en Argentina con River Plate y en Europa con el Oporto de Portugal, al punto que despertó el interés del Arsenal de Inglaterra. Sin embargo, en la selección Colombia de mayores este jugador a duras penas ha logrado anotar un solo gol en cerca de 30 partidos.

El entrenador de la selección sub-20 Eduardo Lara llama a los jugadores sus “hijitos”. Y parece que los trata como tales. Se nota en la cancha. Estos jóvenes jugadores salen “sobraditos” y displicentes a la cancha. Menosprecian al rival. Sólo se dignan jugársela toda al final de cada partido y cuando van perdiendo. No están mentalizados para sudar la camiseta los 90 minutos. No se han percatado que para obtener buenos resultados hay que lucharla los 90 minutos.

El mejor jugador del mundo Lionel Messi pone todo su empeño, todo el tiempo, durante todo el partido, y sin importar si se va ganando, empatando o perdiendo. Sin importar si se trata de un encumbrado rival o de uno que no lo es. Los “hijitos” de Lara, en contraste, no corren todo el tiempo (se cansan si lo hacen), desaparecen del partido (unas lagunas interminables) y se disgustan cuando el equipo no se ajusta a ellos (y cuando reciben críticas constructivas de los medios).

Un entrenador no puede tratar a sus jugadores como “hijitos”. No son sus “hijitos”. Son un grupo de jóvenes profesionales a los que hay que exigirles resultados todo el tiempo. No valen las excusas.

Y menos las ridículas excusas de Lara. “Jugamos bien pero perdimos” (pues no jugaron bien si perdieron). O la última en el partido contra Uruguay: “nos afectó la altura de Arequipa” (en Colombia se juega en canchas de igual o mayor altura, mientras que en Uruguay no hay esas alturas).  

O se cumple la misión de manera responsable y con resultados o se reemplaza a jugadores y cuerpo técnico. Hay muchos esperando el turno.  

Unos jóvenes jugadores de fútbol de 20 años portándose como “estrellitas”, sin sudarla los 90 minutos, sin hacer méritos, ¡por Dios!