El Presidente de Venezuela Hugo Chávez lleva años insultando a Colombia y a su gobierno. Ya pocos colombianos le ponen atención.
La última perla fue decirle “retardado mental” al ministro de Defensa Gabriel Silva. Retardados mentales serán quienes asisten a sus interminables discursos en los que expone sus burdas teorías filosóficas, económicas y políticas. Chávez es un personaje formado en los cuarteles, sin mayor conocimiento en estos temas. ¡Y como le brilla el cobre!
Los venezolanos no tienen más remedio que escuchar sus peroratas en contra de quienes se le oponen en su país. Los colombianos, por fortuna, no tienen porque hacerlo. Que insulte, grite y vocifere lo que se le venga en gana. Se sabe de antemano cual es el contenido de sus destemplados pronunciamientos.
La realidad de Colombia es la de que tiene que convivir con un país vecino cuyo gobierno es abiertamente hostil. Se trata de unas relaciones en donde el lenguaje tradicional de la diplomacia no aplica.
No hay que dejarse engañar por las mentiras del gobierno venezolano. De tiempo atrás allá se protege y se resguarda a delincuentes colombianos. Así ha sido desde hace años y lo será en los próximos. Sin embargo, a Chávez no le conviene olvidar que Colombia está en su derecho de defenderse de ataques provenientes del otro lado de la frontera.
De Venezuela se traen cada vez menos bienes y servicios. Y Colombia exportará menos a Venezuela. Antes del libre comercio que se estableció en 1992 –y que el propio Chávez anuló unilateral y arbitrariamente a comienzos de su gobierno– el intercambio comercial legal entre los dos países era mínimo. Mucho de ese intercambio era de contrabando, lo cual volverá a suceder, dado el tamaño de las fronteras. Y no sería de extrañar que se mantenga una importante demanda por los productos colombianos debido a la crisis empresarial por la que atraviesa ese país como resultado de las políticas económicas de Chávez.
Con todo, no hay que subestimar el problema. Los empresarios colombianos deberán sustituir el vacío comercial ocasionado por la hostilidad del gobierno venezolano. De hecho, se puede lanzar la hipótesis de que por tener un “fácil” acceso a ese país, varios de estos empresarios no han hecho el esfuerzo requerido por conquistar otros mercados más maduros y con gobiernos más serios, como en el caso de Brasil, Chile, México y Canadá. No hay la menor duda de que algunos de ellos ahora por fin lo harán.
Los venezolanos no tienen más remedio que escuchar sus peroratas en contra de quienes se le oponen en su país. Los colombianos, por fortuna, no tienen porque hacerlo. Que insulte, grite y vocifere lo que se le venga en gana. Se sabe de antemano cual es el contenido de sus destemplados pronunciamientos.
La realidad de Colombia es la de que tiene que convivir con un país vecino cuyo gobierno es abiertamente hostil. Se trata de unas relaciones en donde el lenguaje tradicional de la diplomacia no aplica.
No hay que dejarse engañar por las mentiras del gobierno venezolano. De tiempo atrás allá se protege y se resguarda a delincuentes colombianos. Así ha sido desde hace años y lo será en los próximos. Sin embargo, a Chávez no le conviene olvidar que Colombia está en su derecho de defenderse de ataques provenientes del otro lado de la frontera.
De Venezuela se traen cada vez menos bienes y servicios. Y Colombia exportará menos a Venezuela. Antes del libre comercio que se estableció en 1992 –y que el propio Chávez anuló unilateral y arbitrariamente a comienzos de su gobierno– el intercambio comercial legal entre los dos países era mínimo. Mucho de ese intercambio era de contrabando, lo cual volverá a suceder, dado el tamaño de las fronteras. Y no sería de extrañar que se mantenga una importante demanda por los productos colombianos debido a la crisis empresarial por la que atraviesa ese país como resultado de las políticas económicas de Chávez.
Con todo, no hay que subestimar el problema. Los empresarios colombianos deberán sustituir el vacío comercial ocasionado por la hostilidad del gobierno venezolano. De hecho, se puede lanzar la hipótesis de que por tener un “fácil” acceso a ese país, varios de estos empresarios no han hecho el esfuerzo requerido por conquistar otros mercados más maduros y con gobiernos más serios, como en el caso de Brasil, Chile, México y Canadá. No hay la menor duda de que algunos de ellos ahora por fin lo harán.