El caso que mas ilustra este destino de los emergentes es Brasil. Reeligió a Dilma Rousseff, la candidata ideal para mantenerlo en su condición de emergente.
Intervencionismo estatal, proteccionismo, burocratismo, corrupción y populismo del fácil (ese que consiste en repartir ayudas sin contraprestación alguna). El modelito funcionó durante algunos años cuando los precios internacionales de los productos de exportación estuvieron por las nubes y generaron excedentes que le permitieron a Lula da Silva, y a Rousseff muy al comienzo de su mandato, agraciarse con la población.
El mayor ingreso exportador, los estímulos al consumo y el gasto público desbordado llevaron a crecimientos anuales del PIB superiores a 5% y al mito que numerosos brasileros habían pasado el umbral de la pobreza para engrosar las filas de la clase media. A lo anterior se añadieron una amplia liquidez internacional e ingresos de capital extranjero atraídos por el espejismo de un Brasil que supuestamente ahora si, por fin, estaba en proceso de abandonar su condición de emergente.
Sin embargo, de estrellita emergente pasó a ser una economía sumergida en desbalances y problemas estructurales de todo tipo. Los últimos tres años del gobierno de Rousseff se caracterizaron por el estancamiento económico, por una inflación y un déficit fiscal crecientes, por la salida de capitales extranjeros, y por un aumento del burocratismo y la corrupción.
Pero aún así, fue reelegida por pequeño margen, lo cual le da la razón a quienes sostienen la perogrullada de que los votantes de los países emergentes tienden a identificarse con líderes conformistas de un perezoso status quo vigente. Aquellos que además son especialistas en ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo: que se la pasan echándole la culpa del atraso de sus países a factores exógenos y a fuerzas oscuras extranjeras.
En el acto de celebración de su reelección Rousseff indicó que espera hacer una mejor presidencia que la de sus primeros cuatro años de gobierno. Sus críticos quedaron estupefactos. Va a ser la meta mas fácil de cumplir que se haya trazado gobernante alguno.
Según el columnista del Daily Telegraph Jeremy Warner, a los países les cuesta mucho salir de lo que se denomina “la trampa del ingreso medio” (en “Another emerging markets crisis looms as Brazil opts for the politics of stagnation”, 28 de octubre de 2014). En el caso de Brasil y de los otros países que hacen parte del grupo de los Brics (que incluye además a Rusia, India, China, y Suráfrica), enfrentan actualmente serias dificultades para alcanzar un PIB per cápita anual mayor a US$12.000 que a precios de hoy constituye una especie de límite superior de los países de ingreso medio (el de Colombia bordea US$8.000).
Warner señala que la “trampa del ingreso medio” en la que cayó Brasil ocurre cuando los salarios han subido a niveles en los cuales las industrias básicas pierden sus ventajas comparativas y cuando la carencia de infraestructura, educación y salud, en combinación con una gran corrupción política y comercial y un intervencionismo estatal muy ineficiente, hace imposible el surgimiento de industrias con alto valor agregado que son las que diferencian a una economía avanzada de un país en desarrollo.
El mayor ingreso exportador, los estímulos al consumo y el gasto público desbordado llevaron a crecimientos anuales del PIB superiores a 5% y al mito que numerosos brasileros habían pasado el umbral de la pobreza para engrosar las filas de la clase media. A lo anterior se añadieron una amplia liquidez internacional e ingresos de capital extranjero atraídos por el espejismo de un Brasil que supuestamente ahora si, por fin, estaba en proceso de abandonar su condición de emergente.
Sin embargo, de estrellita emergente pasó a ser una economía sumergida en desbalances y problemas estructurales de todo tipo. Los últimos tres años del gobierno de Rousseff se caracterizaron por el estancamiento económico, por una inflación y un déficit fiscal crecientes, por la salida de capitales extranjeros, y por un aumento del burocratismo y la corrupción.
Pero aún así, fue reelegida por pequeño margen, lo cual le da la razón a quienes sostienen la perogrullada de que los votantes de los países emergentes tienden a identificarse con líderes conformistas de un perezoso status quo vigente. Aquellos que además son especialistas en ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo: que se la pasan echándole la culpa del atraso de sus países a factores exógenos y a fuerzas oscuras extranjeras.
En el acto de celebración de su reelección Rousseff indicó que espera hacer una mejor presidencia que la de sus primeros cuatro años de gobierno. Sus críticos quedaron estupefactos. Va a ser la meta mas fácil de cumplir que se haya trazado gobernante alguno.
Según el columnista del Daily Telegraph Jeremy Warner, a los países les cuesta mucho salir de lo que se denomina “la trampa del ingreso medio” (en “Another emerging markets crisis looms as Brazil opts for the politics of stagnation”, 28 de octubre de 2014). En el caso de Brasil y de los otros países que hacen parte del grupo de los Brics (que incluye además a Rusia, India, China, y Suráfrica), enfrentan actualmente serias dificultades para alcanzar un PIB per cápita anual mayor a US$12.000 que a precios de hoy constituye una especie de límite superior de los países de ingreso medio (el de Colombia bordea US$8.000).
Warner señala que la “trampa del ingreso medio” en la que cayó Brasil ocurre cuando los salarios han subido a niveles en los cuales las industrias básicas pierden sus ventajas comparativas y cuando la carencia de infraestructura, educación y salud, en combinación con una gran corrupción política y comercial y un intervencionismo estatal muy ineficiente, hace imposible el surgimiento de industrias con alto valor agregado que son las que diferencian a una economía avanzada de un país en desarrollo.