Son muchos y hasta ahora los han amortiguado con una creciente deuda. Apenas el 30% de su población trabaja para sostener al 70% restante.
En un artículo de Conrad Black del National Post de Canadá se describen algunos de esos problemas. De ese 30% que trabaja, un componente no despreciable son empleados públicos que no propiamente se caracterizan por su alta productividad.
Adicionalmente, las horas de trabajo se han reducido drásticamente en la mayoría de los países, las vacaciones se han multiplicado, y los déficit fiscales son tres o cuatro veces la meta acordada por la Unión Europea de 3% del PIB. La población se ha envejecido y la mano de obra para realizar trabajos no atractivos consiste de inmigrantes que poco o nada se han integrado a la cultura europea.
¿Qué le depara el futuro a la Unión Europea? Posiblemente más de lo mismo: o sea una continuada decadencia, con tasas de crecimiento económico menores que la de muchos otros países del planeta. Al menos, durante los próximos años.
Actualmente es elevado el escepticismo sobre su capacidad para absorber las políticas de ajuste fiscal y de liberación de los mercados laborales que urgentemente se requieren. No hay confianza en su liderazgo político y de ahí la debilidad del euro frente a otras monedas.
Aún en el caso de Grecia, donde ya se aprobó un paquete de ajuste que será supervisado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE), se cree que la corrección se quedará a mitad de camino. La población y los líderes políticos de este país no serían capaces de llevar a feliz término los draconianos ajustes acordados.
El único consuelo que le queda a Europa es la patética situación de Japón, que está afectado por una deuda aún mayor y que tiene unos muy altos impuestos, una población envejecida y un estancamiento económico que lleva más de dos décadas. Y como si lo anterior fuera poco, con un sistema político completamente disfuncional. Durante 60 años fue un país de un solo partido de gobierno y ahora es un país sin partido de gobierno.
Como sea, tanto en el caso de Europa como de Japón lo más prudente es no exagerar con los pronósticos pesimistas. La historia está llena de ejemplos de países o regiones que fueron, que dejaron de serlo y que volvieron a serlo. Las leyes inexorables de la historia sólo tienden a serlo en el mundo teórico de algunos filósofos.
Adicionalmente, las horas de trabajo se han reducido drásticamente en la mayoría de los países, las vacaciones se han multiplicado, y los déficit fiscales son tres o cuatro veces la meta acordada por la Unión Europea de 3% del PIB. La población se ha envejecido y la mano de obra para realizar trabajos no atractivos consiste de inmigrantes que poco o nada se han integrado a la cultura europea.
¿Qué le depara el futuro a la Unión Europea? Posiblemente más de lo mismo: o sea una continuada decadencia, con tasas de crecimiento económico menores que la de muchos otros países del planeta. Al menos, durante los próximos años.
Actualmente es elevado el escepticismo sobre su capacidad para absorber las políticas de ajuste fiscal y de liberación de los mercados laborales que urgentemente se requieren. No hay confianza en su liderazgo político y de ahí la debilidad del euro frente a otras monedas.
Aún en el caso de Grecia, donde ya se aprobó un paquete de ajuste que será supervisado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE), se cree que la corrección se quedará a mitad de camino. La población y los líderes políticos de este país no serían capaces de llevar a feliz término los draconianos ajustes acordados.
El único consuelo que le queda a Europa es la patética situación de Japón, que está afectado por una deuda aún mayor y que tiene unos muy altos impuestos, una población envejecida y un estancamiento económico que lleva más de dos décadas. Y como si lo anterior fuera poco, con un sistema político completamente disfuncional. Durante 60 años fue un país de un solo partido de gobierno y ahora es un país sin partido de gobierno.
Como sea, tanto en el caso de Europa como de Japón lo más prudente es no exagerar con los pronósticos pesimistas. La historia está llena de ejemplos de países o regiones que fueron, que dejaron de serlo y que volvieron a serlo. Las leyes inexorables de la historia sólo tienden a serlo en el mundo teórico de algunos filósofos.