Hay unos personajes en Colombia que llevan años sosteniendo que siempre hay que mantener las puertas abiertas para un diálogo con las FARC.
Son la mayoría de los columnistas tradicionales de los principales diarios. Los del diario El Tiempo, lo son casi en su totalidad. Se van lanza en ristre contra quienes se atreven a cuestionar la sabiduría de mantener abiertas esas puertas mientras las FARC sigan asesinando, secuestrando, extorsionando y traficando. Tienen la osadía de auto calificar su posición como “democrática”, sin que expliquen muy bien cuál es la teoría política que respalda esa afirmación. Tampoco explican por qué quienes se oponen son enemigos de la democracia, tal como lo insinúan.
Estos columnistas tradicionales también se van lanza en ristre contra quienes han criticado a los protagonistas del show mediático de la entrega de secuestrados por parte de esa organización criminal. Pero desafortunadamente quienes se prestan como protagonistas de esos show corren un alto riesgo de ser utilizados para promover y realzar la imagen de las FARC. Con frecuencia terminan haciéndole el juego a esa organización, ayudándola a presentarla como una organización política, en lugar de una organización criminal que ha cometido todos los delitos tipificados en el código penal.
Nunca ha habido misterio en la estrategia de relaciones públicas de las FARC. Sus más horrendos crímenes siempre han ido de la mano de “gestos”, como la entrega de algunos secuestrados. Y estos “gestos” siempre despiertan la esperanza entre los columnistas tradicionales de que las FARC son menos terroristas de lo que se cree y de que es posible el diálogo con sus dirigentes, así sigan asesinando, secuestrando, extorsionando y traficando.
Es curioso que estos columnistas tradicionales no se den cuenta que el diálogo solamente fructifica si no coexiste con crímenes y actos terroristas. Una entrega de secuestrados acompañada de bombas y matanzas no puede ser conducente a un diálogo exitoso. Bajo estas circunstancias, escribir a favor del diálogo es un saludo a la bandera, que manda señales equívocas no sólo a los lectores sino hasta a la misma FARC.
Por ejemplo, muchos de estos columnistas tradicionales siempre han sido partidarios del intercambio humanitario. Hablar de intercambio humanitario en abstracto es otro saludo a la bandera. Si para hacerlo el gobierno colombiano tiene que despejar un gran territorio o sacar de la cárcel a cientos de delincuentes, el intercambio pierde su encanto. Lograr la entrega de unos secuestrados a cambio de fortalecer a una organización criminal para que en el futuro aumente sus asesinatos, secuestros y extorsiones, es un trato bastante desventajoso, por decir lo menos.
El diálogo por el diálogo o el intercambio por el intercambio no son por sí mismos beneficiosos. Son apenas unos instrumentos para lograr unos fines. No se puede ser partidario de utilizarlos sin antes analizar con realismo cuáles son los resultados específicos y concretos que se pueden obtener con ellos.
Estos columnistas tradicionales también se van lanza en ristre contra quienes han criticado a los protagonistas del show mediático de la entrega de secuestrados por parte de esa organización criminal. Pero desafortunadamente quienes se prestan como protagonistas de esos show corren un alto riesgo de ser utilizados para promover y realzar la imagen de las FARC. Con frecuencia terminan haciéndole el juego a esa organización, ayudándola a presentarla como una organización política, en lugar de una organización criminal que ha cometido todos los delitos tipificados en el código penal.
Nunca ha habido misterio en la estrategia de relaciones públicas de las FARC. Sus más horrendos crímenes siempre han ido de la mano de “gestos”, como la entrega de algunos secuestrados. Y estos “gestos” siempre despiertan la esperanza entre los columnistas tradicionales de que las FARC son menos terroristas de lo que se cree y de que es posible el diálogo con sus dirigentes, así sigan asesinando, secuestrando, extorsionando y traficando.
Es curioso que estos columnistas tradicionales no se den cuenta que el diálogo solamente fructifica si no coexiste con crímenes y actos terroristas. Una entrega de secuestrados acompañada de bombas y matanzas no puede ser conducente a un diálogo exitoso. Bajo estas circunstancias, escribir a favor del diálogo es un saludo a la bandera, que manda señales equívocas no sólo a los lectores sino hasta a la misma FARC.
Por ejemplo, muchos de estos columnistas tradicionales siempre han sido partidarios del intercambio humanitario. Hablar de intercambio humanitario en abstracto es otro saludo a la bandera. Si para hacerlo el gobierno colombiano tiene que despejar un gran territorio o sacar de la cárcel a cientos de delincuentes, el intercambio pierde su encanto. Lograr la entrega de unos secuestrados a cambio de fortalecer a una organización criminal para que en el futuro aumente sus asesinatos, secuestros y extorsiones, es un trato bastante desventajoso, por decir lo menos.
El diálogo por el diálogo o el intercambio por el intercambio no son por sí mismos beneficiosos. Son apenas unos instrumentos para lograr unos fines. No se puede ser partidario de utilizarlos sin antes analizar con realismo cuáles son los resultados específicos y concretos que se pueden obtener con ellos.