Pretenden que en medio del proceso de paz con el gobierno de Santos el mundo se entere de que existen. Entonces, a volar torres de energía y oleoductos, y a asesinar población civil y miembros de la fuerza pública.
Esa ha sido la consigna de esta organización terrorista en las últimas semanas y se ha reflejado en atentados de todo tipo en departamentos como Guajira, Arauca, Caquetá, Putumayo, Cauca y Nariño.
A las Farc les importa cero el costo en vidas humanas. Tampoco el costo económico que pagan todos lo colombianos con sus impuestos para resarcir el perjuicio que ocasionan. Lo único que les interesa es mostrarle al mundo el daño que le pueden hacer a los colombianos. Esa es su única carta política y la que Juan Manuel Santos ha validado con estas negociaciones.
Santos pensó que podía cerrar estas negociaciones antes de que concluyera su período de cuatro años. Pero las Farc sencillamente no le jalaron al tema del plazo. Su objetivo es el de secuestrar la agenda política del país en época electoral para favorecer los intereses de quienes mas se inclinan hacía su ideología.
Santos tiene que responderle al país por el fracaso de estas negociaciones. ¿Cómo así que quedarán en suspenso para reiniciarlas después de las elecciones? ¿O sea que se supone que Santos triunfará? ¿Qué pasa si gana otro candidato? ¿Dejarle atadas las manos con el proceso? Durante la suspensión, ¿se les mantiene a los cabecillas de las Farc su inmunidad? Las vacacioncitas que continuarán disfrutando, ¿serán en Cuba o en Venezuela? Estos y otros interrogantes no han sido respondidos y la verdad, probablemente nunca lo serán.
El deber constitucional de Santos como Presidente es perseguir a los asesinos, secuestradores, extorsionadores, y narcotraficantes estén donde estén. Para eso fue elegido. No para que se siente con ellos a negociar a espaldas del pueblo la suerte de la institucionalidad política y económica de Colombia.
No servirán las cortinas de humo de las que Santos pueda valerse para distraer a la opinión pública sobre este fracaso. Jugó esta partida de póker a un todo o nada y la perdió. Entonces, ¿ahora qué?
Si la política fuera racional se le haría entierro de quinta a las negociaciones con las Farc por haber sido un proceso mal planteado y ejecutado. Por ser un ex abrupto. Y Santos se haría a un costado para que alguien mas asuma la Presidencia. Pero en la política las cosas no funcionan así. Ningún político reconoce de fracasos y sus impactos en las urnas pueden no ser determinantes si se tiene el inmenso poder de la maquinaria estatal.
A las Farc les importa cero el costo en vidas humanas. Tampoco el costo económico que pagan todos lo colombianos con sus impuestos para resarcir el perjuicio que ocasionan. Lo único que les interesa es mostrarle al mundo el daño que le pueden hacer a los colombianos. Esa es su única carta política y la que Juan Manuel Santos ha validado con estas negociaciones.
Santos pensó que podía cerrar estas negociaciones antes de que concluyera su período de cuatro años. Pero las Farc sencillamente no le jalaron al tema del plazo. Su objetivo es el de secuestrar la agenda política del país en época electoral para favorecer los intereses de quienes mas se inclinan hacía su ideología.
Santos tiene que responderle al país por el fracaso de estas negociaciones. ¿Cómo así que quedarán en suspenso para reiniciarlas después de las elecciones? ¿O sea que se supone que Santos triunfará? ¿Qué pasa si gana otro candidato? ¿Dejarle atadas las manos con el proceso? Durante la suspensión, ¿se les mantiene a los cabecillas de las Farc su inmunidad? Las vacacioncitas que continuarán disfrutando, ¿serán en Cuba o en Venezuela? Estos y otros interrogantes no han sido respondidos y la verdad, probablemente nunca lo serán.
El deber constitucional de Santos como Presidente es perseguir a los asesinos, secuestradores, extorsionadores, y narcotraficantes estén donde estén. Para eso fue elegido. No para que se siente con ellos a negociar a espaldas del pueblo la suerte de la institucionalidad política y económica de Colombia.
No servirán las cortinas de humo de las que Santos pueda valerse para distraer a la opinión pública sobre este fracaso. Jugó esta partida de póker a un todo o nada y la perdió. Entonces, ¿ahora qué?
Si la política fuera racional se le haría entierro de quinta a las negociaciones con las Farc por haber sido un proceso mal planteado y ejecutado. Por ser un ex abrupto. Y Santos se haría a un costado para que alguien mas asuma la Presidencia. Pero en la política las cosas no funcionan así. Ningún político reconoce de fracasos y sus impactos en las urnas pueden no ser determinantes si se tiene el inmenso poder de la maquinaria estatal.