Quienes salen elegidos para gobernar y legislar no son extraterrestres que nada que ver con el resto de la población. Son lo que son porque los colombianos son lo que son.
En un sistema democrático como el de Colombia participan en las elecciones personas de todas las condiciones y pelambres. Se trata de una muestra totalmente representativa de sus habitantes. Los hay honestos y los hay corruptos. Los hay inteligentes y los hay menos inteligentes. Los hay diligentes y los hay perezosos. Los hay eficaces y los hay ineficientes. Los hay adinerados y los hay menos adinerados. Los hay de todo en la viña del Señor, como decía alguien.
Por ejemplo, los personajes que ocupan las curules del Congreso son todos muy colombianos. A quien sostenga lo contrario, que diga cuál de los congresistas actuales es un atípico colombiano. No sabría responder. Sin embargo, en los comentarios de los colombianos sobre sus políticos solo se escuchan las mas terribles descalificaciones. Ellos allá son los corruptos y ladrones y nosotros acá somos las inocentes víctimas.
Obviamente la primera pregunta que surge es, ¿quién elige a los corruptos y ladrones? ¿Unos inocentes angelitos que son engañados una y otra vez para que depositen su voto por estos personajes? ¿O unos avivados que buscan beneficiarse con la elección del amigo, o pariente o promesero de lo divino y humano, a sabiendas que sus calidades humanas no son las mas recomendables?
Muchos de quienes critican en abstracto la corrupción de los políticos están inconformes porque no disfrutan de los supuestos beneficios de esa corrupción. Muchos envidian a sus vecinos o conocidos que logran “sacarle tajada” a los puestos de la política. Pero si llegaran a ocupar esos puestos serían mas corruptos que quienes son el objeto de sus críticas.
Puesto de otra forma, si se eligieran al azar a los miembros de un Congreso, serían igual o mas corruptos que los miembros actualmente electos. O sea que no hay que hacerse ilusiones acerca de soluciones mágicas con respecto a temas como el de la corrupción de los políticos, o el de su ineficiencia, indolencia, majadería e ignorancia. Estos defectos y otros muchos, así como las virtudes que a veces se dejan ver, hacen parte ineludible del carácter y temperamento de los colombianos.
De manera que no se le puede pedir “peras al olmo” y “hay que trabajar con lo que se tiene”. Pero sobretodo nada se saca con decir que los políticos que elegimos y nombramos son tal o cual terrible cosa.
Si se trata de una queja específica contra algún político de carne y hueso, eso hace sentido. Si se trata de iniciativas concretas para mejorar la institucionalidad encargada de la lucha contra males como la corrupción, esto también es bienvenido. Si se trata de la promoción de políticos realmente honestos y diligentes, eso hay que celebrarlo. Pero si todo se limita a manifestaciones abstractas de inconformidad e indignación contra los políticos, eso no es mas que una soberana pérdida de tiempo.
Por ejemplo, los personajes que ocupan las curules del Congreso son todos muy colombianos. A quien sostenga lo contrario, que diga cuál de los congresistas actuales es un atípico colombiano. No sabría responder. Sin embargo, en los comentarios de los colombianos sobre sus políticos solo se escuchan las mas terribles descalificaciones. Ellos allá son los corruptos y ladrones y nosotros acá somos las inocentes víctimas.
Obviamente la primera pregunta que surge es, ¿quién elige a los corruptos y ladrones? ¿Unos inocentes angelitos que son engañados una y otra vez para que depositen su voto por estos personajes? ¿O unos avivados que buscan beneficiarse con la elección del amigo, o pariente o promesero de lo divino y humano, a sabiendas que sus calidades humanas no son las mas recomendables?
Muchos de quienes critican en abstracto la corrupción de los políticos están inconformes porque no disfrutan de los supuestos beneficios de esa corrupción. Muchos envidian a sus vecinos o conocidos que logran “sacarle tajada” a los puestos de la política. Pero si llegaran a ocupar esos puestos serían mas corruptos que quienes son el objeto de sus críticas.
Puesto de otra forma, si se eligieran al azar a los miembros de un Congreso, serían igual o mas corruptos que los miembros actualmente electos. O sea que no hay que hacerse ilusiones acerca de soluciones mágicas con respecto a temas como el de la corrupción de los políticos, o el de su ineficiencia, indolencia, majadería e ignorancia. Estos defectos y otros muchos, así como las virtudes que a veces se dejan ver, hacen parte ineludible del carácter y temperamento de los colombianos.
De manera que no se le puede pedir “peras al olmo” y “hay que trabajar con lo que se tiene”. Pero sobretodo nada se saca con decir que los políticos que elegimos y nombramos son tal o cual terrible cosa.
Si se trata de una queja específica contra algún político de carne y hueso, eso hace sentido. Si se trata de iniciativas concretas para mejorar la institucionalidad encargada de la lucha contra males como la corrupción, esto también es bienvenido. Si se trata de la promoción de políticos realmente honestos y diligentes, eso hay que celebrarlo. Pero si todo se limita a manifestaciones abstractas de inconformidad e indignación contra los políticos, eso no es mas que una soberana pérdida de tiempo.