Lo único que necesita Colombia del gobierno de Venezuela es cooperación para combatir a los grupos narcoterroristas que la usan como su guarida.
En 2010, con unas relaciones comerciales con Venezuela reducidas a su mínima expresión gracias al dictador que gobierna ese país, Colombia tendrá un crecimiento del PIB en la cercanía de 5%. Sus exportaciones aumentan actualmente a un ritmo anual que se aproxima a 30%.
Al finalizar mayo de 2010 el superávit comercial de Colombia era de US$1.793 millones, que se compara favorablemente con el de US$364 millones de hace un año cuando el comercio con Venezuela estaba en su pico. Sus reservas internacionales eran a mediados de julio US$27.136 millones, o sea US$3.343 millones más que a la misma fecha de 2009.
La inflación de Colombia es de 2,2% anual, y el peso se ha valorizado frente al dólar en casi 8% durante los últimos doce meses. La inversión extranjera se aproximará a los US$10.000 millones en este año, uno de los niveles más altos en términos per cápita de las economías emergentes. Su acceso a todas las fuentes de financiamiento externo es prácticamente ilimitado.
¡Qué contraste el de esta situación económica de Colombia con la de Venezuela! Allá, gracias a las disparatadas políticas de Hugo Chávez, el PIB se contrae, las exportaciones también, la inflación es la más alta del Continente, las reservas internacionales están vías de extinción, la comida que se importa se pudre, el bolívar se devalúa permanentemente, la inversión está paralizada, y sólo con la pignoración de exportaciones futuras de petróleo su gobierno puede acceder a unas pocas líneas de crédito externo.
El gobierno de Venezuela es un gobierno ladrón que se apropia de empresas sin indemnización alguna. Es un gobierno ladrón que autoriza importaciones y luego no proporciona los dólares para su pago. Es un gobierno ladrón con su moneda: ilusiona a la población con unos ingresos en bolívares cuyo poder de compra se esfuma a los pocos días como por arte de magia.
En Colombia y en el exterior hay unos “estadistas” que se pronuncian a favor de restablecer relaciones entre los dos país. Pero Venezuela tiene un gobierno que no cumple con sus compromisos comerciales y un Presidente con el cual es imposible el diálogo en temas como el de su apoyo a las FARC y el ELN. Estos “estadistas” suponen que es posible un diálogo serio con un personaje impredecible y agresivo como Hugo Chávez, y a partir de esa irreal premisa argumentan a favor de una posición de “prudencia”.
¡Cuidado con levantarle la voz o contrariar en lo más mínimo a un personaje que vocifera e insulta por todos los medios de comunicación a su alcance, durante la mañana, la tarde y la noche, de cada día! Para los “estadistas” la única posición válida con Chávez es la de presentar la otra mejilla durante la mañana, la tarde y la noche, de todos lo días.
Pero sobre lo sustancial, lo real, que es la utilización del territorio de Venezuela por parte de las FARC y el ELN, para desde ahí fortalecerse y atacar nuevamente a Colombia, sobre eso hay que hacerse los de la vista gorda según estos “estadistas”.
Ya ocurrió en el pasado que Colombia le dio la espalda a Venezuela y viceversa. La frontera está acostumbrada a administrar esos vaivenes. De todas maneras, dado que la Venezuela actual destruyó su aparato productivo, acudirá a la diversificada oferta agropecuaria e industrial colombiana, ya sea legalmente o por la vía del contrabando, para satisfacer por lo menos una parte de sus necesidades básicas de consumo.
Al final de cuentas, por más hostil que sea la frontera, los productos colombianos seguirán siendo para los venezolanos los de mejor precio en su género. Pero aún si se cerrara por completo la frontera, Colombia tiene a su alcance la alternativa de otros mercados más dinámicos y con gobiernos que si ofrecen garantías. Es esos mercados, en América Latina, Norteamérica, Asia y Europa, hacia donde ya se ha reorientado, en el corto lapso de un año, la mayor parte de la oferta exportable que tenía como destino a una próspera Venezuela que lo fue, pero que tristemente ya no lo es.
Al finalizar mayo de 2010 el superávit comercial de Colombia era de US$1.793 millones, que se compara favorablemente con el de US$364 millones de hace un año cuando el comercio con Venezuela estaba en su pico. Sus reservas internacionales eran a mediados de julio US$27.136 millones, o sea US$3.343 millones más que a la misma fecha de 2009.
La inflación de Colombia es de 2,2% anual, y el peso se ha valorizado frente al dólar en casi 8% durante los últimos doce meses. La inversión extranjera se aproximará a los US$10.000 millones en este año, uno de los niveles más altos en términos per cápita de las economías emergentes. Su acceso a todas las fuentes de financiamiento externo es prácticamente ilimitado.
¡Qué contraste el de esta situación económica de Colombia con la de Venezuela! Allá, gracias a las disparatadas políticas de Hugo Chávez, el PIB se contrae, las exportaciones también, la inflación es la más alta del Continente, las reservas internacionales están vías de extinción, la comida que se importa se pudre, el bolívar se devalúa permanentemente, la inversión está paralizada, y sólo con la pignoración de exportaciones futuras de petróleo su gobierno puede acceder a unas pocas líneas de crédito externo.
El gobierno de Venezuela es un gobierno ladrón que se apropia de empresas sin indemnización alguna. Es un gobierno ladrón que autoriza importaciones y luego no proporciona los dólares para su pago. Es un gobierno ladrón con su moneda: ilusiona a la población con unos ingresos en bolívares cuyo poder de compra se esfuma a los pocos días como por arte de magia.
En Colombia y en el exterior hay unos “estadistas” que se pronuncian a favor de restablecer relaciones entre los dos país. Pero Venezuela tiene un gobierno que no cumple con sus compromisos comerciales y un Presidente con el cual es imposible el diálogo en temas como el de su apoyo a las FARC y el ELN. Estos “estadistas” suponen que es posible un diálogo serio con un personaje impredecible y agresivo como Hugo Chávez, y a partir de esa irreal premisa argumentan a favor de una posición de “prudencia”.
¡Cuidado con levantarle la voz o contrariar en lo más mínimo a un personaje que vocifera e insulta por todos los medios de comunicación a su alcance, durante la mañana, la tarde y la noche, de cada día! Para los “estadistas” la única posición válida con Chávez es la de presentar la otra mejilla durante la mañana, la tarde y la noche, de todos lo días.
Pero sobre lo sustancial, lo real, que es la utilización del territorio de Venezuela por parte de las FARC y el ELN, para desde ahí fortalecerse y atacar nuevamente a Colombia, sobre eso hay que hacerse los de la vista gorda según estos “estadistas”.
Ya ocurrió en el pasado que Colombia le dio la espalda a Venezuela y viceversa. La frontera está acostumbrada a administrar esos vaivenes. De todas maneras, dado que la Venezuela actual destruyó su aparato productivo, acudirá a la diversificada oferta agropecuaria e industrial colombiana, ya sea legalmente o por la vía del contrabando, para satisfacer por lo menos una parte de sus necesidades básicas de consumo.
Al final de cuentas, por más hostil que sea la frontera, los productos colombianos seguirán siendo para los venezolanos los de mejor precio en su género. Pero aún si se cerrara por completo la frontera, Colombia tiene a su alcance la alternativa de otros mercados más dinámicos y con gobiernos que si ofrecen garantías. Es esos mercados, en América Latina, Norteamérica, Asia y Europa, hacia donde ya se ha reorientado, en el corto lapso de un año, la mayor parte de la oferta exportable que tenía como destino a una próspera Venezuela que lo fue, pero que tristemente ya no lo es.