Standard & Poor’s (S&P) le bajó la calificación a la perspectiva de la deuda externa de Venezuela, de estable a negativa. Esta decisión fue resultado de la caída de los precios internacionales del petróleo y del referendo que convocó Hugo Chávez para eliminar la no reelección.
Para nadie es un misterio que Chávez quiere remover el último obstáculo constitucional que le impide perpetuarse en el poder. Y quiere hacerlo antes de que la crisis económica le estalle en la cara. Su idea es convocar un referendo en el primer trimestre de 2009 y continuar gastando el máximo de recursos públicos para lograr apoyo popular. Simultáneamente, ha amenazado con cerrar al canal Globovisión, el único independiente y crítico del gobierno, y con procesar injustamente a Manuel Rosales, su principal rival político.
Es una incógnita cómo reaccionará el electorado venezolano en el referendo. Una primera encuesta realizada por Ecoanalítica Opinión Pública indica que el 66% de quienes la respondieron rechazan la iniciativa del referendo y sólo el 31% la aprueba. El actual período de Chávez termina en 2012.
En una anterior votación los venezolanos ya dieron su negativa a una enmienda constitucional que establecía la reelección indefinida. En la reciente votación de gobernadores y alcaldes Chávez tampoco logró el apoyo que estaba buscando. El electorado se dividió por mitades.
S&P mantuvo la calificación de BB- a la deuda externa venezolana, que es de tres grados por debajo de inversión. El presupuesto del gobierno para 2009 contempla un precio para la canasta petrolera venezolana de US$60 barril. Actualmente ese precio es de US$35 barril. La cotización del bolívar está muy sobrevaluada y no sobra quienes pronostican que después del referendo, más temprano que tarde, llegará la devaluación.
A Venezuela todavía le quedan unos US$70.000 millones en reservas y ahorros, de los cuales podría “quemar” cerca de una tercera parte, sin amenaza de un pánico generalizado. Pero entre más posponga los ajustes requeridos en temas como la tasa de cambio y el gasto público, más se ahondarán los desequilibrios económicos estructurales y mayor será el costo de enderezar la situación.
Chávez se está quedando sin margen de maniobra. Cada día luce más amenazante para sus opositores. Ha despilfarrado recursos a borbotones, ha malacostumbrado a la población a recibir toda clase de prebendas del gobierno, ha aumentado considerablemente el tamaño de un sector público crecientemente ineficiente y corrupto, y se las ha arreglado para cortarle las alas a la iniciativa privada. Con bajos precios del petróleo, en medio de una economía parásita crecientemente dependiente de las exportaciones del crudo, y postergando unos ajustes inaplazables, la única salida que le quedaría a Chávez sería la imposición de un modelo político más centralista, más autoritario y más represivo. Pero no es del todo claro que los venezolanos estén dispuestos a acompañarlo en esa tenebrosa aventura.
Es una incógnita cómo reaccionará el electorado venezolano en el referendo. Una primera encuesta realizada por Ecoanalítica Opinión Pública indica que el 66% de quienes la respondieron rechazan la iniciativa del referendo y sólo el 31% la aprueba. El actual período de Chávez termina en 2012.
En una anterior votación los venezolanos ya dieron su negativa a una enmienda constitucional que establecía la reelección indefinida. En la reciente votación de gobernadores y alcaldes Chávez tampoco logró el apoyo que estaba buscando. El electorado se dividió por mitades.
S&P mantuvo la calificación de BB- a la deuda externa venezolana, que es de tres grados por debajo de inversión. El presupuesto del gobierno para 2009 contempla un precio para la canasta petrolera venezolana de US$60 barril. Actualmente ese precio es de US$35 barril. La cotización del bolívar está muy sobrevaluada y no sobra quienes pronostican que después del referendo, más temprano que tarde, llegará la devaluación.
A Venezuela todavía le quedan unos US$70.000 millones en reservas y ahorros, de los cuales podría “quemar” cerca de una tercera parte, sin amenaza de un pánico generalizado. Pero entre más posponga los ajustes requeridos en temas como la tasa de cambio y el gasto público, más se ahondarán los desequilibrios económicos estructurales y mayor será el costo de enderezar la situación.
Chávez se está quedando sin margen de maniobra. Cada día luce más amenazante para sus opositores. Ha despilfarrado recursos a borbotones, ha malacostumbrado a la población a recibir toda clase de prebendas del gobierno, ha aumentado considerablemente el tamaño de un sector público crecientemente ineficiente y corrupto, y se las ha arreglado para cortarle las alas a la iniciativa privada. Con bajos precios del petróleo, en medio de una economía parásita crecientemente dependiente de las exportaciones del crudo, y postergando unos ajustes inaplazables, la única salida que le quedaría a Chávez sería la imposición de un modelo político más centralista, más autoritario y más represivo. Pero no es del todo claro que los venezolanos estén dispuestos a acompañarlo en esa tenebrosa aventura.