No es la “ultraderecha”, ni el “uribismo”, ni un aspirante a hacker los que están saboteando los diálogos entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc.

 

1) El gobierno le incumplió al país sobre la duración de las negociaciones. Santos dijo que serían de un año y luego cambió las reglas de juego para hacer de este proceso uno de duración indefinida. Al ritmo que van las negociaciones, en las cuales no se ha llegado a ningún acuerdo sobre temas fundamentales como los castigos por crímenes de lesa humanidad, la entrega de las armas, el abandono de los negocios del narcotráfico y de la minería ilegal, el resarcimiento a las víctimas, y el tipo de participación política que tendría este grupo terrorista, las discusiones en La Habana podrían no culminar en los 4 años del siguiente período presidencial.

2) El esquema escogido para la negociación según el cual “nada está acordado hasta que todo esté acordado” funciona cuando hay un plazo como el inicialmente establecido de un año. Con plazo indefinido se presta a toda clase de malos entendidos dentro de la opinión pública, y sobretodo a abusos por la parte que busca toda clase de concesiones en relación con su conducta delictiva y criminal.

3) Las acciones de las Farc se han incrementado en distintas zonas de Colombia. Hay actualmente territorios en los que ejercen nuevamente un amplio control. La destrucción de la infraestructura de hidrocarburos y de la energética ha ido en aumento. Las extorsiones a las multinacionales y a los dueños de propiedades rurales también. Su reclutamiento de menores igual. Sus actividades ilícitas, como las del narcotráfico y la minería ilegal, están mas prósperas que nunca. Existe la sensación de que las fuerzas públicas están desmotivadas y de que han bajado la guardia en la lucha contra los delitos y crímenes que tan diestramente maneja esta organización.

4) No ha habido un solo gesto concreto de las Farc que de a entender que va en serio su voluntad de paz. No hay señales de remordimiento y de arrepentimiento por los innumerables daños causados. Nada de nada, solo arrogancia.

5) Pocos colombianos creen en la buena fe de las Farc. Las anteriores negociaciones con ellos han terminado en rotundos fracasos (no así con otros grupos guerrilleros como el M-19). No hay confianza en relación con sus verdaderas intenciones. Se han declarado enemigos de las instituciones democráticas, de las libertades individuales y de la economía de mercado, sin que se aprecie la mas mínima señal de reacomodo ideológico. La imposición de una ideología totalitarista administrada por curtidos delincuentes y criminales es la peor alternativa imaginable para cualquier país, y así lo intuye la mayoría de los colombianos.

6) El gobierno de Santos, en lugar de buscar unir al país alrededor de este proceso, lo que ha hecho es insultar a quienes son escépticos u opuestos. Los ha calificado de “enemigos de la paz” y hasta de “traidores a la patria”. ¿Qué diablos se creen Santos y otros voceros oficiales, incluidos muchos periodistas, para descalificar a un gran número de colombianos que de buena fe expresan sus dudas acerca de la marcha de estas negociaciones? ¿Acaso se creen mejores colombianos? Partida de ridículos.

7) Entre mas distante se vea el final de esas negociaciones, entre mas débil y amangualado se lo vea al Presidente, entre mas arrogantes y cínicos los cabecillas de las Farc, mayor será la oposición de los colombianos a la continuación de lo que consideran es una especie de macabra farsa.

 

De todo lo anterior se concluye que la falta de legitimidad y de apoyo que tiene el actual proceso de negociaciones entre el gobierno de Santos y las Farc es de la exclusiva culpa de sus protagonistas. En este caso si que aplica el dicho de "no mires la paja en el ojo ajeno sino la viga en el tuyo propio".