Entre más se debilita el Presidente de Venezuela Hugo Chávez, más abusa del poder. Los peores pataleos de una dictadura son los últimos.
Chávez no puede dejar de hablar. Sufre de la inquietud vagabunda del parloteo. ¡Qué cantidad de sandeces dice cada vez que abre la boca! Y el problema es que abre la boca todos los días, por la mañana, por la tarde y por la noche. Y habla sobre todos los temas. Lo que dice está lleno de gigantescas imprecisiones fácticas y filosóficas. No hace sentido alguno refutarlo. El contenido de sus discursos, cualquiera que sea el tema que aborde, pertenece al teatro de lo absurdo.
El personaje es insignificante desde el punto de vista intelectual porque recoge lugares comunes, y no puede evitar degradarlos hasta convertirlos en basura. Y cuando no acude a explicaciones “teóricas”, cuando se refiere a problemas concretos, lo hace tergiversando la realidad, insultando a media humanidad, y evadiendo su responsabilidad.
Es un gobernante egocéntrico, de esos que han asolado África y cuyo más representativo ejemplo en estas latitudes es Fidel Castro. De esos que por abusar del poder, han vuelto añicos la cultura política de sus países. De esos retrógrados que con el abuso de la fuerza han conducido a sus países a la prehistoria.
Chávez se ha rodeado de unos mediocres pero codiciosos compañeros de armas, de unos líderes sindicales venales y oportunistas y de unos vejetes comunistas que han aprovechado con gula su cuarto de hora de poder y dinero. Ha alienado a la tecnocracia y ha perseguido sin cuartel a los creadores de riqueza.
Mientras Hugo Chávez parlotea, su país al garete. No hay sector de la economía que no enfrente serias dificultades. La creación de riqueza, que por siempre será una labor que requiere de estímulo y reconocimiento, se ha evaporado. La política ha tomado un rumbo de creciente confrontación y de restricción de las libertades más elementales.
Al igual que Fidel Castro, y que otros dictadores, Hugo Chávez tiene pretensiones “universales”. Mientras su país, uno de gran riqueza energética, se hunde en la escasez y la miseria, tiene la desfachatez de auto proclamarse “salvador de la humanidad”. Ante su absoluta ineptitud para lidiar con los problemas cercanos y concretos de su país, se involucra en patios ajenos que no son de su directa incumbencia, o en temas distantes que desconoce y sobre los cuales nada puede aportar.
Sin embargo, ojalá su escapismo fuera sólo de este tipo. Al igual que otros dictadores, su fracaso siempre será culpa de fuerzas oscuras, de “conspiraciones”. Esta justificación es utilizada para cometer los peores desmanes contra quienes sean considerados “amenaza”, y para destruir con malvado encono todo lo que escapa a su control.
El personaje es insignificante desde el punto de vista intelectual porque recoge lugares comunes, y no puede evitar degradarlos hasta convertirlos en basura. Y cuando no acude a explicaciones “teóricas”, cuando se refiere a problemas concretos, lo hace tergiversando la realidad, insultando a media humanidad, y evadiendo su responsabilidad.
Es un gobernante egocéntrico, de esos que han asolado África y cuyo más representativo ejemplo en estas latitudes es Fidel Castro. De esos que por abusar del poder, han vuelto añicos la cultura política de sus países. De esos retrógrados que con el abuso de la fuerza han conducido a sus países a la prehistoria.
Chávez se ha rodeado de unos mediocres pero codiciosos compañeros de armas, de unos líderes sindicales venales y oportunistas y de unos vejetes comunistas que han aprovechado con gula su cuarto de hora de poder y dinero. Ha alienado a la tecnocracia y ha perseguido sin cuartel a los creadores de riqueza.
Mientras Hugo Chávez parlotea, su país al garete. No hay sector de la economía que no enfrente serias dificultades. La creación de riqueza, que por siempre será una labor que requiere de estímulo y reconocimiento, se ha evaporado. La política ha tomado un rumbo de creciente confrontación y de restricción de las libertades más elementales.
Al igual que Fidel Castro, y que otros dictadores, Hugo Chávez tiene pretensiones “universales”. Mientras su país, uno de gran riqueza energética, se hunde en la escasez y la miseria, tiene la desfachatez de auto proclamarse “salvador de la humanidad”. Ante su absoluta ineptitud para lidiar con los problemas cercanos y concretos de su país, se involucra en patios ajenos que no son de su directa incumbencia, o en temas distantes que desconoce y sobre los cuales nada puede aportar.
Sin embargo, ojalá su escapismo fuera sólo de este tipo. Al igual que otros dictadores, su fracaso siempre será culpa de fuerzas oscuras, de “conspiraciones”. Esta justificación es utilizada para cometer los peores desmanes contra quienes sean considerados “amenaza”, y para destruir con malvado encono todo lo que escapa a su control.
Pero los dictadores siempre han sobreestimado su fuerza y menospreciado la inteligencia y valentía de la población a la cual someten. Por ello, ni los mayores maltratos ni las peores violaciones de derechos y libertades, impedirán el renacer de una Venezuela libre y democrática.