La creciente obesidad tiene una explicación relativamente simple, pero que nadie aborda con sinceridad.
Esa explicación es la cantidad de comida que se ingiere. En países como Estados Unidos, las porciones que se sirven en restaurantes y hogares son sencillamente abrumadoras. Ahí está la raíz de un grave problema que afecta a un componente significativo de la humanidad.
Sin embargo, todo lo que se publica y transmite sobre el tema no hace referencia a los altos niveles de glotonería a que se ha llegado en muchas comunidades. Esta omisión responde al hecho de que es insultante sugerir que la gente es glotona. Pero desafortunadamente esa es la cruda realidad.
Esconder lo obvio lleva a concentrarse en aspectos que no son cruciales para remediar el problema. Por ejemplo, se le dice al obeso que tiene que comer mejor. O sea dietas con menos grasa, menos harina y más contenido “light”. Pero esos esfuerzos por cambiar el tipo de alimentación son inútiles si no se reduce la cantidad. El primer paso para resolver el problema es simplemente comer menos.
También por esconder lo obvio se le recomienda al obeso ejercitarse. Ahí tampoco está la solución. Ejercitar un cuerpo obeso tiene sus riesgos y sus límites. De hecho, los obesos no están en condiciones de ejercitarse demasiado y el ejercicio que puedan hacer tendrá poco o ningún impacto sobre su peso. Lo único que reduce la obesidad es comer menos.
Si se acepta esta última premisa, surgen una serie de conclusiones interesantes. La más importante es la de dirigir todos los esfuerzos iniciales en disminuir las proporciones. Para tal efecto, quizás lo más fácil o menos traumático es continuar con la misma alimentación que se tiene, pero con menores porciones. Cambiar gradualmente los hábitos en cuanto al volumen. Comer cada vez menos en las comidas y entre comidas.
Lo segundo es no utilizar las dietas y los ejercicios como chivos expiatorios para evitar realizar el esfuerzo clave, que no es otro que el de consolidar una rutina de alimentación caracterizada por una menor cantidad, así se trate de la misma comida de siempre. Es un desatino que los medios especializados estén inundados de artículos y programas sobre el supuesto efecto "milagroso" de cambios en el tipo de alimentación o de tales o cuales ejercicios o cirugías. No se oyen o se ven consejos para modificar los hábitos relacionados con la cantidad de comida.
En resumen: 1) El obeso tiene que reconocer que la raíz de su problema es la glotonería y profundizar en el tipo de ansiedades o de inquietudes vagabundas del espíritu que la causa. 2) Debe analizar fríamente la cantidad de comida que ingiere y los hábitos que refuerzan el exceso. 3) Debe programar la gradual disminución de las porciones, sin necesariamente modificar el tipo de alimentos que consume. 4) La reducción debe ser mensual, para así tener un claro punto de referencia temporal de medición. 5) A medida que se reduce de peso se pueden aumentar los ejercicios, pero nunca incrementarlos antes de lograr ese resultado. 6) A medida que se reduzca de peso y se reordenen los hábitos, se puede empezar a experimentar con alimentos no incluidos en la rutina alimentaria.
En otras palabras, para los glotones, que en algunos países son casi la mitad de la población, lo más importante, lo primero, es comer menos. Enfocarse en eso: en la cantidad de comida. Lo demás, o sea cambios de alimentación, más ejercicios o novedosas cirugías, es accesorio. Viene después de que el obeso haya por fin logrado controlar su glotonería, sin lo cual todo ello es pérdida de tiempo y dinero.
Sin embargo, todo lo que se publica y transmite sobre el tema no hace referencia a los altos niveles de glotonería a que se ha llegado en muchas comunidades. Esta omisión responde al hecho de que es insultante sugerir que la gente es glotona. Pero desafortunadamente esa es la cruda realidad.
Esconder lo obvio lleva a concentrarse en aspectos que no son cruciales para remediar el problema. Por ejemplo, se le dice al obeso que tiene que comer mejor. O sea dietas con menos grasa, menos harina y más contenido “light”. Pero esos esfuerzos por cambiar el tipo de alimentación son inútiles si no se reduce la cantidad. El primer paso para resolver el problema es simplemente comer menos.
También por esconder lo obvio se le recomienda al obeso ejercitarse. Ahí tampoco está la solución. Ejercitar un cuerpo obeso tiene sus riesgos y sus límites. De hecho, los obesos no están en condiciones de ejercitarse demasiado y el ejercicio que puedan hacer tendrá poco o ningún impacto sobre su peso. Lo único que reduce la obesidad es comer menos.
Si se acepta esta última premisa, surgen una serie de conclusiones interesantes. La más importante es la de dirigir todos los esfuerzos iniciales en disminuir las proporciones. Para tal efecto, quizás lo más fácil o menos traumático es continuar con la misma alimentación que se tiene, pero con menores porciones. Cambiar gradualmente los hábitos en cuanto al volumen. Comer cada vez menos en las comidas y entre comidas.
Lo segundo es no utilizar las dietas y los ejercicios como chivos expiatorios para evitar realizar el esfuerzo clave, que no es otro que el de consolidar una rutina de alimentación caracterizada por una menor cantidad, así se trate de la misma comida de siempre. Es un desatino que los medios especializados estén inundados de artículos y programas sobre el supuesto efecto "milagroso" de cambios en el tipo de alimentación o de tales o cuales ejercicios o cirugías. No se oyen o se ven consejos para modificar los hábitos relacionados con la cantidad de comida.
En resumen: 1) El obeso tiene que reconocer que la raíz de su problema es la glotonería y profundizar en el tipo de ansiedades o de inquietudes vagabundas del espíritu que la causa. 2) Debe analizar fríamente la cantidad de comida que ingiere y los hábitos que refuerzan el exceso. 3) Debe programar la gradual disminución de las porciones, sin necesariamente modificar el tipo de alimentos que consume. 4) La reducción debe ser mensual, para así tener un claro punto de referencia temporal de medición. 5) A medida que se reduce de peso se pueden aumentar los ejercicios, pero nunca incrementarlos antes de lograr ese resultado. 6) A medida que se reduzca de peso y se reordenen los hábitos, se puede empezar a experimentar con alimentos no incluidos en la rutina alimentaria.
En otras palabras, para los glotones, que en algunos países son casi la mitad de la población, lo más importante, lo primero, es comer menos. Enfocarse en eso: en la cantidad de comida. Lo demás, o sea cambios de alimentación, más ejercicios o novedosas cirugías, es accesorio. Viene después de que el obeso haya por fin logrado controlar su glotonería, sin lo cual todo ello es pérdida de tiempo y dinero.