El Vicepresidente de Colombia Francisco Santos cuestionó el Plan Colombia y el mundo se le vino encima.
En Colombia se ha llegado a tal extremo de entrega a Estados Unidos que nadie, ni siquiera el Vicepresidente, puede criticar aspectos de la relaciones con ese país. En cambio, en Estados Unidos, funcionarios y congresistas todo el tiempo cuestionan públicamente diferentes aspectos de la política interna colombiana.
El último en salir a la palestra fue el izquierdista senador del Partido Demócrata Patrick Leahy, presidente del Comité de Apropiaciones. Este personaje condicionó la entrega de US$72 millones del Plan Colombia a resultados concretos en las investigaciones de los falsos positivos, al paso que le lanzó dardos al comandante del Ejército colombiano Óscar González.
Cualquier país digno ya hubiera mandado a este congresista y sus US$72 millones a donde sabemos…
Tiene razón Francisco Santos en que la dignidad de un país no se puede vender por unos cuantos millones de dólares. Y el tal Plan Colombia, cuyos recursos se destinan ante todo a pagarle a proveedores de Estados Unidos, puede ser sustituido por recursos internos y por otras ayudas externas no sometidas a condicionamientos imperiales.
Después de que el gobierno de Estados Unidos firmó un tratado de libre comercio (TLC) con Colombia, el actual Congreso y el nuevo gobierno de ese país, no han hecho sino hablar de condicionamientos adicionales de todo tipo para hacer efectivo el acuerdo. Cualquier otro país con algo de dignidad ya hubiera mandado ese acuerdo a donde sabemos…
Se rumora que con motivo del retiro de la base aérea de Estados Unidos en Manta, Ecuador, se negociaría el uso de bases aéreas en territorio colombiano. ¿Qué hay que negociar en este caso? Un país que se dice aliado, pero que condiciona y cuestiona permanentemente todos los aspectos de la relación bilateral, no merece que se le preste el territorio colombiano para sus fines militares. Que se vayan con sus aviones a donde sabemos…
Estados Unidos es el principal consumidor de narcóticos del mundo. Su política dirigida a combatir este flagelo ha sido un rotundo fracaso. Ese consumo ha desestabilizado social y políticamente a países como México y Colombia. En el caso de Colombia la colaboración con las autoridades estadoudinenses en la lucha contra el narcotráfico ha sido irrestricta. Tal vez lo único positivo que ha sacado Colombia de esa colaboración es el ATPDEA (Andean Trade Preference Act), que beneficia a algunas exportaciones colombianas con bajos aranceles. A ese tratado supuestamente lo iba a reemplazar el TLC.
Pero Colombia se quedó sin el TLC y con el ATPDEA, el que se renueva cada año después de un indigno cabildeo en el Congreso de Estados Unidos. Si el mayor consumidor de narcóticos del mundo quiere la colaboración que Colombia le ha venido prestando la puede tener, pero sin necesidad de cabildeos. Los interesados son ellos y no solamente los colombianos. Ese absurdo cabildeo anual, que violenta la dignidad del país, también hay que mandarlo a donde sabemos…
El último en salir a la palestra fue el izquierdista senador del Partido Demócrata Patrick Leahy, presidente del Comité de Apropiaciones. Este personaje condicionó la entrega de US$72 millones del Plan Colombia a resultados concretos en las investigaciones de los falsos positivos, al paso que le lanzó dardos al comandante del Ejército colombiano Óscar González.
Cualquier país digno ya hubiera mandado a este congresista y sus US$72 millones a donde sabemos…
Tiene razón Francisco Santos en que la dignidad de un país no se puede vender por unos cuantos millones de dólares. Y el tal Plan Colombia, cuyos recursos se destinan ante todo a pagarle a proveedores de Estados Unidos, puede ser sustituido por recursos internos y por otras ayudas externas no sometidas a condicionamientos imperiales.
Después de que el gobierno de Estados Unidos firmó un tratado de libre comercio (TLC) con Colombia, el actual Congreso y el nuevo gobierno de ese país, no han hecho sino hablar de condicionamientos adicionales de todo tipo para hacer efectivo el acuerdo. Cualquier otro país con algo de dignidad ya hubiera mandado ese acuerdo a donde sabemos…
Se rumora que con motivo del retiro de la base aérea de Estados Unidos en Manta, Ecuador, se negociaría el uso de bases aéreas en territorio colombiano. ¿Qué hay que negociar en este caso? Un país que se dice aliado, pero que condiciona y cuestiona permanentemente todos los aspectos de la relación bilateral, no merece que se le preste el territorio colombiano para sus fines militares. Que se vayan con sus aviones a donde sabemos…
Estados Unidos es el principal consumidor de narcóticos del mundo. Su política dirigida a combatir este flagelo ha sido un rotundo fracaso. Ese consumo ha desestabilizado social y políticamente a países como México y Colombia. En el caso de Colombia la colaboración con las autoridades estadoudinenses en la lucha contra el narcotráfico ha sido irrestricta. Tal vez lo único positivo que ha sacado Colombia de esa colaboración es el ATPDEA (Andean Trade Preference Act), que beneficia a algunas exportaciones colombianas con bajos aranceles. A ese tratado supuestamente lo iba a reemplazar el TLC.
Pero Colombia se quedó sin el TLC y con el ATPDEA, el que se renueva cada año después de un indigno cabildeo en el Congreso de Estados Unidos. Si el mayor consumidor de narcóticos del mundo quiere la colaboración que Colombia le ha venido prestando la puede tener, pero sin necesidad de cabildeos. Los interesados son ellos y no solamente los colombianos. Ese absurdo cabildeo anual, que violenta la dignidad del país, también hay que mandarlo a donde sabemos…