En Estados Unidos, políticos y estrellas del deporte y la farándula se arrepienten en público de sus errores e infidelidades.
Se disculpan frente a media humanidad, incluida sus familias, por el “daño” causado. En el resto del mundo no existe tan peculiar costumbre. En el caso de Tiger Woods, se montó un show de televisión en el cual dio disculpas por su comportamiento extramarital. Millones de personas lo vieron.
El comentarista de la cadena de televisión ABC George Stephanopoulos calificó la intervención de Woods “como una de las más destacadas apologías públicas realizadas por una figura pública. Nada quedó sobre la mesa. Woods ha pensado mucho en lo que hizo”.
Seguramente Woods ha pensado y sigue pensando en sus múltiples encuentros extramaritales. Pero, ¿una apología pública sobre un tema que, en principio, sólo le interesa a él y a su familia? ¿A quién más le puede importar las relaciones extramaritales de Woods, o si Woods se divorcia o permanece casado?
La única razón que explica tan ridículo show es el cuento de los patrocinadores de Woods. Crearon un ídolo perfecto, a lo cual Woods se prestó, y sucedió lo que tenía que suceder. Como humano que es, el ídolo resultó ser de barro. Y lo seguirá siendo. Eso no tiene por que sorprender a nadie. Lo importante, al final de cuentas, es que el ídolo de barro siga jugando un buen golf. Esa es su conexión con el mundo.
Es increíble que los patrocinadores se la hayan jugado al ídolo perfecto. También es increíble que durante años Woods se haya puesto la careta de ídolo perfecto. Y sería increíble que después de esta rueda de prensa se pretenda promover la imagen publicitaria de un ídolo de barro arrepentido de su condición de tal y con la pretensión de, ahora sí, volverse perfecto.
Se dice que Nike, uno de los principales patrocinadores de Woods, lo reemplazó por un robot. Sin lugar a dudas, es más fácil administrar la imagen publicitaria de un robot que la de un ídolo perfecto.
El comentarista de la cadena de televisión ABC George Stephanopoulos calificó la intervención de Woods “como una de las más destacadas apologías públicas realizadas por una figura pública. Nada quedó sobre la mesa. Woods ha pensado mucho en lo que hizo”.
Seguramente Woods ha pensado y sigue pensando en sus múltiples encuentros extramaritales. Pero, ¿una apología pública sobre un tema que, en principio, sólo le interesa a él y a su familia? ¿A quién más le puede importar las relaciones extramaritales de Woods, o si Woods se divorcia o permanece casado?
La única razón que explica tan ridículo show es el cuento de los patrocinadores de Woods. Crearon un ídolo perfecto, a lo cual Woods se prestó, y sucedió lo que tenía que suceder. Como humano que es, el ídolo resultó ser de barro. Y lo seguirá siendo. Eso no tiene por que sorprender a nadie. Lo importante, al final de cuentas, es que el ídolo de barro siga jugando un buen golf. Esa es su conexión con el mundo.
Es increíble que los patrocinadores se la hayan jugado al ídolo perfecto. También es increíble que durante años Woods se haya puesto la careta de ídolo perfecto. Y sería increíble que después de esta rueda de prensa se pretenda promover la imagen publicitaria de un ídolo de barro arrepentido de su condición de tal y con la pretensión de, ahora sí, volverse perfecto.
Se dice que Nike, uno de los principales patrocinadores de Woods, lo reemplazó por un robot. Sin lugar a dudas, es más fácil administrar la imagen publicitaria de un robot que la de un ídolo perfecto.