Los revolucionarios libios recibieron una ayuda vital por parte de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Muchos critican que estos países hayan intervenido en Libia.
Después de 42 años de tiranía, el pueblo libio se rebeló contra Muamar el Gaddafi. Fue una revolución espontánea, que incluso tomó por sorpresa a Estados Unidos y países europeos. Inicialmente los revolucionarios, sin armas pero con gran entusiasmo, lograron poner a la defensiva al régimen.
Ante esta situación, Gaddafi opto por usar sus tanques y aviones contra una población indefensa. En condiciones desérticas como son las de Libia, tanques y aviones son armas letales. A esto se agregó el uso de francotiradores y una temible policía secreta, especialista en desapariciones. Como si lo anterior no fuera suficiente, Gaddafi dio un ultimátum en el que expresó que iría casa por casa en las ciudades en manos de la revolución y sobretodo en Benghazi, hasta dar buena cuenta de todos aquellos que estaban contra su gobierno.
La contraofensiva de Gaddafi fue fulminante, al punto que en pocos días sus bien equipado ejército estaba a las puertas de Benghazi, la capital de los revolucionarios. Se temía por un baño de sangre, tal como ya había ocurrido en otros centros urbanos retomados por el régimen, pero de menor tamaño que esta ciudad.
Francia e Inglaterra asumieron el liderazgo que Estados Unidos se rehusó a arrogarse. Lograron que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara una resolución en la que se autorizaba el uso de la fuerza para proteger la vida de civiles y la imposición de una zona de exclusión aérea. Casi inmediatamente el Presidente de Francia Nicolás Sarkozy dio la orden de que su aviación le asestara un golpe definitivo a las tropas de Gaddafi que disponían a tomarse a Benghazi.
Gracias a la oportuna intervención de la aviación francesa, y posteriormente de la inglesa y norteamericana, así como a los misiles Tomahawk de la marina de Estados Unidos, la iniciativa militar de Gaddafi fue detenida. En los días siguientes su poderío representado en aviones, tanques y artillería, fue prácticamente destruido.
Como consecuencia de la acción militar de los Aliados los revolucionarios retomaron la iniciativa. Todo indica que su avance hacia Trípoli es incontenible y que el gobierno de Gaddafi está al borde del colapso.
Parecería, entonces, que lo de Libia tendrá un final más afortunado que desastroso. Una de las características de lo tiranos árabes es el uso despiadado de la fuerza bruta para mantenerse en el poder. Sin la intervención de los Aliados, tal hubiera sido la suerte de libia. Ahora hay posibilidades de que, al final de la jornada, el tirano caiga.
¿Quiénes son los revolucionarios libios. Es un grupo heterogéneo que trasciende clases sociales y que no da la impresión que esté controlado por fundamentalistas religiosos. Los más activos son jóvenes que usan las redes sociales y que están integrados a la comunidad global. Básicamente quieren un gobierno que respete sus derechos políticos básicos. En esencia, un sistema con libertades democráticas.
En cierta manera es similar el movimiento de liberación libio, al de Egipto que derrocó a Hosni Mubarak, y al incipiente en Siria, por no mencionar a otros países árabes donde el ingrediente étnico juega un papel destacado. Las revoluciones, o revueltas, o como se lo quiera llamar representan un desgarrador grito de desesperación e inconformismo por deshacerse de gobiernos anacrónicos, en un mundo globalizado y conectado por las redes sociales.
Y efectivamente, ¿a qué clase de gobernante se le puede pasar por la mente masacrar a su propia población con aviones de guerra, tanques y artillería pesada? Y con posterioridad a la masacre, penetrar casa por casa para encarcelar, torturar y asesinar a sus enemigos (y de paso violar a las mujeres que se interponen en el camino).
Estos procedimientos pertenecen a un pasado que poco a poco la humanidad ha ido superando. Los gobiernos que fundamentan su permanencia en el poder en la utilización estos procedimientos están llamados a ser arrojados a la cloaca de la historia (historia con minúscula, que es la única y verdadera).
De ahí la importancia de lo que está pasando en Libia y otros países árabes. Es absolutamente inconcebible que unos países económicamente ricos e ilustrados tengan estos anacrónicos gobiernos donde no se respetan los más elementales derechos de la población. Donde a las mujeres no se les enseña a leer y escribir y son esclavizadas por los hombres de por vida. Donde extranjeros y personas no pertenecientes a la religión dominante son tratadas como ciudadanos de quinta categoría.
Nadie puede predecir qué quedará después de lo que se ha llamado “la primavera de los países árabes”. Con frecuencia este tipo de acontecimientos guarda finales trágicos. Pero, ¡qué diablos! Difícil que lo que venga sea peor de lo que hay. Y de pronto surgen gobiernos más inclusivos y respetuosos con su población.
Escuchando la voz de los revolucionarios libios por las redes sociales queda la sensación de que sus derroteros son los de la libertad y la democracia y no los que se derivan de rígidos postulados ideológicos o de carácter religioso. Hay una frescura en sus comentarios y en su actitud frente a circunstancias realmente adversas.
Como decía uno de los más emblemáticos jóvenes mártires libios, Mohamed Nabbous, asesinado por un francotirador expresamente contratado para tal efecto por el tirano, “la luz de una vela, la luz de la libertad, no se opaca sino que brilla aún más cuando se encienden a su lado otras velas con la luz de la libertad.”
Ante esta situación, Gaddafi opto por usar sus tanques y aviones contra una población indefensa. En condiciones desérticas como son las de Libia, tanques y aviones son armas letales. A esto se agregó el uso de francotiradores y una temible policía secreta, especialista en desapariciones. Como si lo anterior no fuera suficiente, Gaddafi dio un ultimátum en el que expresó que iría casa por casa en las ciudades en manos de la revolución y sobretodo en Benghazi, hasta dar buena cuenta de todos aquellos que estaban contra su gobierno.
La contraofensiva de Gaddafi fue fulminante, al punto que en pocos días sus bien equipado ejército estaba a las puertas de Benghazi, la capital de los revolucionarios. Se temía por un baño de sangre, tal como ya había ocurrido en otros centros urbanos retomados por el régimen, pero de menor tamaño que esta ciudad.
Francia e Inglaterra asumieron el liderazgo que Estados Unidos se rehusó a arrogarse. Lograron que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobara una resolución en la que se autorizaba el uso de la fuerza para proteger la vida de civiles y la imposición de una zona de exclusión aérea. Casi inmediatamente el Presidente de Francia Nicolás Sarkozy dio la orden de que su aviación le asestara un golpe definitivo a las tropas de Gaddafi que disponían a tomarse a Benghazi.
Gracias a la oportuna intervención de la aviación francesa, y posteriormente de la inglesa y norteamericana, así como a los misiles Tomahawk de la marina de Estados Unidos, la iniciativa militar de Gaddafi fue detenida. En los días siguientes su poderío representado en aviones, tanques y artillería, fue prácticamente destruido.
Como consecuencia de la acción militar de los Aliados los revolucionarios retomaron la iniciativa. Todo indica que su avance hacia Trípoli es incontenible y que el gobierno de Gaddafi está al borde del colapso.
Parecería, entonces, que lo de Libia tendrá un final más afortunado que desastroso. Una de las características de lo tiranos árabes es el uso despiadado de la fuerza bruta para mantenerse en el poder. Sin la intervención de los Aliados, tal hubiera sido la suerte de libia. Ahora hay posibilidades de que, al final de la jornada, el tirano caiga.
¿Quiénes son los revolucionarios libios. Es un grupo heterogéneo que trasciende clases sociales y que no da la impresión que esté controlado por fundamentalistas religiosos. Los más activos son jóvenes que usan las redes sociales y que están integrados a la comunidad global. Básicamente quieren un gobierno que respete sus derechos políticos básicos. En esencia, un sistema con libertades democráticas.
En cierta manera es similar el movimiento de liberación libio, al de Egipto que derrocó a Hosni Mubarak, y al incipiente en Siria, por no mencionar a otros países árabes donde el ingrediente étnico juega un papel destacado. Las revoluciones, o revueltas, o como se lo quiera llamar representan un desgarrador grito de desesperación e inconformismo por deshacerse de gobiernos anacrónicos, en un mundo globalizado y conectado por las redes sociales.
Y efectivamente, ¿a qué clase de gobernante se le puede pasar por la mente masacrar a su propia población con aviones de guerra, tanques y artillería pesada? Y con posterioridad a la masacre, penetrar casa por casa para encarcelar, torturar y asesinar a sus enemigos (y de paso violar a las mujeres que se interponen en el camino).
Estos procedimientos pertenecen a un pasado que poco a poco la humanidad ha ido superando. Los gobiernos que fundamentan su permanencia en el poder en la utilización estos procedimientos están llamados a ser arrojados a la cloaca de la historia (historia con minúscula, que es la única y verdadera).
De ahí la importancia de lo que está pasando en Libia y otros países árabes. Es absolutamente inconcebible que unos países económicamente ricos e ilustrados tengan estos anacrónicos gobiernos donde no se respetan los más elementales derechos de la población. Donde a las mujeres no se les enseña a leer y escribir y son esclavizadas por los hombres de por vida. Donde extranjeros y personas no pertenecientes a la religión dominante son tratadas como ciudadanos de quinta categoría.
Nadie puede predecir qué quedará después de lo que se ha llamado “la primavera de los países árabes”. Con frecuencia este tipo de acontecimientos guarda finales trágicos. Pero, ¡qué diablos! Difícil que lo que venga sea peor de lo que hay. Y de pronto surgen gobiernos más inclusivos y respetuosos con su población.
Escuchando la voz de los revolucionarios libios por las redes sociales queda la sensación de que sus derroteros son los de la libertad y la democracia y no los que se derivan de rígidos postulados ideológicos o de carácter religioso. Hay una frescura en sus comentarios y en su actitud frente a circunstancias realmente adversas.
Como decía uno de los más emblemáticos jóvenes mártires libios, Mohamed Nabbous, asesinado por un francotirador expresamente contratado para tal efecto por el tirano, “la luz de una vela, la luz de la libertad, no se opaca sino que brilla aún más cuando se encienden a su lado otras velas con la luz de la libertad.”