En China y Europa se ha empezado a cuestionar la viabilidad de mantener al dólar como la principal moneda de reserva a nivel global.
La débil demanda que hubo en una reciente colocación de Tesoros a cinco años, las dudas expresadas por el gobierno de China sobre la rentabilidad de su elevada inversión en esos Tesoros, y algunas voces europeas que han expresado su preocupación por la política fiscal irresponsable de la administración Obama, son indicios de un creciente escepticismo en relación con el uso del dólar como moneda de reserva. Incluso algunos analistas han sugerido reemplazarla por una nueva moneda, diferente a cualquiera de las existentes, como lo podría ser los SDRs (special drawing rights) del Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, no hay un real candidato a la vista para reemplazar al dólar. Con el programa económico de Obama la economía global se inundará con muchos más dólares, lo que llevará a su depreciación frente a canastas de bienes y de otras monedas. Sin embargo, el planeta seguirá girando alrededor de un cada vez más depreciado dólar. O sea que, en últimas, la inflación se transmitirá globalmente, tal como de hecho ha sucedido durante las últimas décadas.
No es sino comparar el poder adquisitivo actual de 100 dólares con el de hace 10 años, 20 años o 30 años, para percatarse de la magnitud de su depreciación en estas tres décadas. Pero el hecho de que su valor se haya depreciado de manera importante, y de que pueda depreciarse más aceleradamente, no quiere decir que sea abandonado como moneda de reserva a nivel global. Mientras la economía de Estados Unidos sea la más importante del planeta, será difícil encontrarle sucesor al dólar.
Sin embargo, que el dólar siga siendo moneda de reserva no significa que la administración Obama tenga el camino libre para endeudarse indefinidamente de manera irresponsable. Llegará el momento, que podría no estar tan lejano, en que los inversionistas pierdan completamente la confianza en relación con la futura rentabilidad de los Tesoros. Este escenario se daría si el gobierno federal continúa por el sendero de aumentar su déficit y de realizar masivas emisiones para financiarlo.
Si se llega a esta situación, el gobierno federal tendría que pagar más por los Tesoros y eventualmente hacer un gran esfuerzo para cuadrar sus finanzas. Todo en la vida tiene un límite y en este caso el límite vendría dado por los estragos que una política fiscal irresponsable le ocasionarían a la economía de Estados Unidos (y a la economía global) y su impacto sobre la opinión pública de ese país (y del resto del planeta) y sobre la voluntad de los inversionistas de seguir comprando Tesoros.
Sin embargo, no hay un real candidato a la vista para reemplazar al dólar. Con el programa económico de Obama la economía global se inundará con muchos más dólares, lo que llevará a su depreciación frente a canastas de bienes y de otras monedas. Sin embargo, el planeta seguirá girando alrededor de un cada vez más depreciado dólar. O sea que, en últimas, la inflación se transmitirá globalmente, tal como de hecho ha sucedido durante las últimas décadas.
No es sino comparar el poder adquisitivo actual de 100 dólares con el de hace 10 años, 20 años o 30 años, para percatarse de la magnitud de su depreciación en estas tres décadas. Pero el hecho de que su valor se haya depreciado de manera importante, y de que pueda depreciarse más aceleradamente, no quiere decir que sea abandonado como moneda de reserva a nivel global. Mientras la economía de Estados Unidos sea la más importante del planeta, será difícil encontrarle sucesor al dólar.
Sin embargo, que el dólar siga siendo moneda de reserva no significa que la administración Obama tenga el camino libre para endeudarse indefinidamente de manera irresponsable. Llegará el momento, que podría no estar tan lejano, en que los inversionistas pierdan completamente la confianza en relación con la futura rentabilidad de los Tesoros. Este escenario se daría si el gobierno federal continúa por el sendero de aumentar su déficit y de realizar masivas emisiones para financiarlo.
Si se llega a esta situación, el gobierno federal tendría que pagar más por los Tesoros y eventualmente hacer un gran esfuerzo para cuadrar sus finanzas. Todo en la vida tiene un límite y en este caso el límite vendría dado por los estragos que una política fiscal irresponsable le ocasionarían a la economía de Estados Unidos (y a la economía global) y su impacto sobre la opinión pública de ese país (y del resto del planeta) y sobre la voluntad de los inversionistas de seguir comprando Tesoros.
Entonces, Estados Unidos se vería eventualmente forzado a tomar medidas extremas para sacar de la quiebra al gobierno federal. No sería la primera gran potencia mundial cuyo gobierno se insolventa. Muchas grandes potencias o imperios antecesores tuvieron que hacer frente a una situación semejante en determinados momentos de sus trayectorias históricas.