No vale la pena botar el sofá para evitar lo que se hace en él. Según el doctor Pacha Quin, solo tienen contenido moral aquellas decisiones que se adoptan en condiciones de libertad.
No faltará quien ponga en duda la autoridad del doctor Pacha Quin en estos temas. Sin embargo, sostiene que como lo que actualmente impera es el espíritu democrático puede darse el lujo de opinar sobre cualquier cosa. Amparado en este peregrino argumento, se atreve a plantear las siguientes tesis sobre la relación entre libertad y moralidad.
Para el doctor Pacha Quin, lo primero es aceptar que la naturaleza humana es capaz tanto del bien como del mal, lo que lleva inevitablemente a concluir que la libertad y la moralidad están intrínsicamente relacionadas. Visto de otra manera, el concepto de moralidad pierde sentido si el individuo no es libre de escoger entre el bien o el mal. Si, por ejemplo, una persona es obligada a escoger el bien, lo hace sin méritos algunos. Si no tiene libertad de escogencia, si no se le permite sopesar las alternativas y llegar a sus propias conclusiones, no hay lugar a decisiones morales propiamente dichas.
Así también sucede si alguien no puede actuar inmoralmente porque se le ha impedido por la fuerza hacerlo. Como no es dueño de su voluntad, sus decisiones pierden su contenido moral.
Lo anterior tiene grandes implicaciones para el doctor Pacha Quin. La primera y más importante es que evitar la inmoralidad por la fuerza es en cierta forma una inmoralidad. Ese es el papel de todo “dictador”: cercenarle a otros la posibilidad de decisiones con contenido moral. Simple y llanamente, no hay moralidad cuando no se pueden tomar decisiones por cuenta propia.
La otra implicación es que la única influencia permitida en campos como el de la moralidad es el de la persuasión con la razón y con el ejemplo. En este sentido, es muy importante el debate de puntos de vista diversos. De ahí que quien crea tener la razón sobre estos temas debe hacer el mayor esfuerzo por presentar su caso de manera sólida y creíble. Sin duda, un permanente reto para todos aquellos que se preocupan por estos temas.
La tercera implicación es que solo en un ambiente de libertad puede prosperar una moralidad bien entendida. Puede que en la realidad no suceda así y que esa libertad sea aprovechada por quienes propagan la inmoralidad. Pero si eso está sucediendo no es culpa del ambiente de libertad en sí mismo. Es culpa de los miembros de la comunidad que han preferido el camino de arrojar la moralidad, cualquiera que ella sea y con las consecuencias que corresponden, por la ventana de la casa.
Si lo anterior es válido, concluye el doctor Pacha Quin, no tiene sentido botar el sofá para evitar que encima suceda un acto inmoral. Simplemente hay que asumir en libertad las consecuencias de la inmoralidad. Si eso se diera así, es probable que mas temprano que tarde empiecen los arrepentimientos y las rectificaciones. Y si no hubiere correctivos es porque esa comunidad simplemente no merece disfrutar de las saludables consecuencias de una moralidad bien entendendida.
Para el doctor Pacha Quin, lo primero es aceptar que la naturaleza humana es capaz tanto del bien como del mal, lo que lleva inevitablemente a concluir que la libertad y la moralidad están intrínsicamente relacionadas. Visto de otra manera, el concepto de moralidad pierde sentido si el individuo no es libre de escoger entre el bien o el mal. Si, por ejemplo, una persona es obligada a escoger el bien, lo hace sin méritos algunos. Si no tiene libertad de escogencia, si no se le permite sopesar las alternativas y llegar a sus propias conclusiones, no hay lugar a decisiones morales propiamente dichas.
Así también sucede si alguien no puede actuar inmoralmente porque se le ha impedido por la fuerza hacerlo. Como no es dueño de su voluntad, sus decisiones pierden su contenido moral.
Lo anterior tiene grandes implicaciones para el doctor Pacha Quin. La primera y más importante es que evitar la inmoralidad por la fuerza es en cierta forma una inmoralidad. Ese es el papel de todo “dictador”: cercenarle a otros la posibilidad de decisiones con contenido moral. Simple y llanamente, no hay moralidad cuando no se pueden tomar decisiones por cuenta propia.
La otra implicación es que la única influencia permitida en campos como el de la moralidad es el de la persuasión con la razón y con el ejemplo. En este sentido, es muy importante el debate de puntos de vista diversos. De ahí que quien crea tener la razón sobre estos temas debe hacer el mayor esfuerzo por presentar su caso de manera sólida y creíble. Sin duda, un permanente reto para todos aquellos que se preocupan por estos temas.
La tercera implicación es que solo en un ambiente de libertad puede prosperar una moralidad bien entendida. Puede que en la realidad no suceda así y que esa libertad sea aprovechada por quienes propagan la inmoralidad. Pero si eso está sucediendo no es culpa del ambiente de libertad en sí mismo. Es culpa de los miembros de la comunidad que han preferido el camino de arrojar la moralidad, cualquiera que ella sea y con las consecuencias que corresponden, por la ventana de la casa.
Si lo anterior es válido, concluye el doctor Pacha Quin, no tiene sentido botar el sofá para evitar que encima suceda un acto inmoral. Simplemente hay que asumir en libertad las consecuencias de la inmoralidad. Si eso se diera así, es probable que mas temprano que tarde empiecen los arrepentimientos y las rectificaciones. Y si no hubiere correctivos es porque esa comunidad simplemente no merece disfrutar de las saludables consecuencias de una moralidad bien entendendida.