Su gobierno, que está completamente desfinanciado, anunció que construirá 17 plantas hidroeléctricas por un valor de US$8.000 millones.
El gobierno de Ecuador no tiene mayor acceso al crédito externo. El presupuesto de 2010 del gobierno central está desfinanciado en cerca de US$4.000 millones. Los extranjeros no cuentan con garantías para invertir ahí. Las reservas internacionales líquidas del Banco Central de Ecuador a duras penas llegan a US$3.000 millones (ni siquiera tres meses de importación de bienes).
A todas luces, Ecuador no dispone actualmente de los recursos para emprender una ambicioso programa de inversiones en el sector eléctrico. Se trata de inversiones capital intensivas y de larga maduración. El sector eléctrico por sí mismo no auto genera los recursos para cubrir una mínima parte de la inversión inicial.
Pero eso no obsta para que el ministro de Electricidad Miguel Calahorrano anuncie a los cuatro vientos que se construirán 17 centrales hidroeléctricas, dentro de las que sobresale la de Coca-Codo-Sinclair, Cardenillo, Baba, Minas La Unión y Toachi-Pilatón. Según el ministro, estarían interesados en participar gobiernos y empresas privadas de China, Rusia, Irán, Singapur, Francia y Canadá.
El primer interrogante que surge es cómo se financiarán los proyectos, cuál es su retorno y en cuánto tiempo. El segundo interrogante es qué garantías recibe el acreedor e inversionista en un país quebrado que no reconoce la competencia de tribunales internacionales de arbitramento.
Uno de los más graves problemas de América Latina es el desconecte mental entre objetivos y medios para satisfacerlos. Prevalece una visión mágica que considera que lo importante es imaginar unos grandiosos objetivos, anunciarlos o plasmarlos en un papel, y todo lo demás llega como por añadidura. Este menosprecio por el capital, los recursos humanos y los esfuerzos de coordinación requeridos para alcanzar las metas trazadas, se repite a lo largo y ancho del Continente y es un serio obstáculo para su progreso.
A todas luces, Ecuador no dispone actualmente de los recursos para emprender una ambicioso programa de inversiones en el sector eléctrico. Se trata de inversiones capital intensivas y de larga maduración. El sector eléctrico por sí mismo no auto genera los recursos para cubrir una mínima parte de la inversión inicial.
Pero eso no obsta para que el ministro de Electricidad Miguel Calahorrano anuncie a los cuatro vientos que se construirán 17 centrales hidroeléctricas, dentro de las que sobresale la de Coca-Codo-Sinclair, Cardenillo, Baba, Minas La Unión y Toachi-Pilatón. Según el ministro, estarían interesados en participar gobiernos y empresas privadas de China, Rusia, Irán, Singapur, Francia y Canadá.
El primer interrogante que surge es cómo se financiarán los proyectos, cuál es su retorno y en cuánto tiempo. El segundo interrogante es qué garantías recibe el acreedor e inversionista en un país quebrado que no reconoce la competencia de tribunales internacionales de arbitramento.
Uno de los más graves problemas de América Latina es el desconecte mental entre objetivos y medios para satisfacerlos. Prevalece una visión mágica que considera que lo importante es imaginar unos grandiosos objetivos, anunciarlos o plasmarlos en un papel, y todo lo demás llega como por añadidura. Este menosprecio por el capital, los recursos humanos y los esfuerzos de coordinación requeridos para alcanzar las metas trazadas, se repite a lo largo y ancho del Continente y es un serio obstáculo para su progreso.