Después de todo lo que ha pasado con las inversiones y el comercio de Colombia con Venezuela, esta noticia desconcierta.
La noticia la dio el ministro de Minas y Energía de Colombia Carlos Rodado Noriega. En una entrevista expresó que el propósito de Ecopetrol es “intervenir en proyectos de exploración y explotación de campos maduros, incluso en la faja del Orinoco.”
Nadie duda que para Ecopetrol invertir en Venezuela podría ser un buen negocio. Pero el riesgo político es demasiado alto. Venezuela ha expropiado empresas emblemáticas de Colombia como Cementos Argos y Almacenes Éxito; ha cerrado su frontera de la noche a la mañana a las exportaciones colombianas; y ha bloqueado arbitrariamente el pago de exportaciones ya realizadas.
Lo único que se requiere para que Venezuela golpee los intereses económicos colombianos es una rabieta de Hugo Chávez. Cualquier asunto que lo incomode en las relaciones bilaterales, y potencialmente los hay muchos, se puede traducir en una perorata por televisión anunciando la expoliación de inversiones colombianas o la suspensión de las relaciones comerciales entre los dos países.
El hecho de que actualmente, al inicio del gobierno de Juan Manuel Santos, las relaciones bilaterales hayan mejorado, no significa que no siga latente el peligro de nuevas retaliaciones por parte de Chávez que podrían comprometer los intereses de Ecopetrol y sus accionistas, si en ese momento ya fuese realidad la iniciativa del ministro Rodado.
Venezuela apenas le ha pagado a los exportadores colombianos deudas atrasadas por unos US$200 millones, de un total que supera los US$800 millones. Apenas se están dando los primeros pasos para restablecer unos vínculos económicos y comerciales que se habían forjado y cimentado a lo largo de décadas y que Chávez logró destruir en cuestión de tres años.
Es evidente que después de lo que pasó, lo que se impone es la prudencia. Embarcarse en Venezuela con ventas a crédito o enterrar dinero allá con inversiones petroleras de largo plazo, parecería un completo desatino. ¿O será que en este caso no aplica aquello de que al perro no lo capan dos veces?
Nadie duda que para Ecopetrol invertir en Venezuela podría ser un buen negocio. Pero el riesgo político es demasiado alto. Venezuela ha expropiado empresas emblemáticas de Colombia como Cementos Argos y Almacenes Éxito; ha cerrado su frontera de la noche a la mañana a las exportaciones colombianas; y ha bloqueado arbitrariamente el pago de exportaciones ya realizadas.
Lo único que se requiere para que Venezuela golpee los intereses económicos colombianos es una rabieta de Hugo Chávez. Cualquier asunto que lo incomode en las relaciones bilaterales, y potencialmente los hay muchos, se puede traducir en una perorata por televisión anunciando la expoliación de inversiones colombianas o la suspensión de las relaciones comerciales entre los dos países.
El hecho de que actualmente, al inicio del gobierno de Juan Manuel Santos, las relaciones bilaterales hayan mejorado, no significa que no siga latente el peligro de nuevas retaliaciones por parte de Chávez que podrían comprometer los intereses de Ecopetrol y sus accionistas, si en ese momento ya fuese realidad la iniciativa del ministro Rodado.
Venezuela apenas le ha pagado a los exportadores colombianos deudas atrasadas por unos US$200 millones, de un total que supera los US$800 millones. Apenas se están dando los primeros pasos para restablecer unos vínculos económicos y comerciales que se habían forjado y cimentado a lo largo de décadas y que Chávez logró destruir en cuestión de tres años.
Es evidente que después de lo que pasó, lo que se impone es la prudencia. Embarcarse en Venezuela con ventas a crédito o enterrar dinero allá con inversiones petroleras de largo plazo, parecería un completo desatino. ¿O será que en este caso no aplica aquello de que al perro no lo capan dos veces?