La bolsa de New York llegó a niveles no vistos desde 1997, en medio de un entorno donde prevalece la incertidumbre y la desconfianza.
Según un analista, los inversionistas “tiraron la toalla”. Según otro analista, “lo que prevalece es un increíble pesimismo y el gobierno no está haciendo nada para alejar los temores”. La verdad es que el mercado no ha recibido bien los anuncios de política económica hechos por la administración Obama.
La caída más reciente de la bolsa ha sido impulsada por el desplome de las acciones del sector financiero. El aumento del desempleo, la persistencia de la crisis hipotecaria y el descenso del precio internacional del petróleo y de otros productos básicos, han contribuido adicionalmente a deprimir el mercado.
Actualmente los dos más grandes bancos de Estados Unidos, Bank of America y Citibank, están quebrados. La controversia es si el gobierno debe nacionalizarlos por completo o solo parcialmente. Pero al lado hay otros bancos grandes y más pequeños cuyo futuro no es del todo claro.
En realidad, la creencia generalizada es que la recesión va para largo y que afectará a todos los sectores de la economía. Algunos incluso hablan de depresión. Las noticias que se reciben de Europa y de Asia no ayudan a calmar el nerviosismo sino por el contrario, lo aumentan.
Quizás el mayor factor de sorpresa negativa ha sido el programa económico de la administración Obama. Ni el paquete de estímulo, ni la estrategia de rescate del sector financiero, ni otros anuncios como el de aumentar los impuestos a los más ricos, subsidiar a los morosos hipotecarios o extender el sistema de salud a toda la población, han generado el más mínimo entusiasmo entre inversionistas y analistas independientes.
La impresión que ha quedado en el ambiente es que el Presidente Obama cree que la solución a los problemas económicos es más gobierno, en lugar de buscar crear un entorno estimulante para que sea el sector privado el que gradualmente saque al país de la crisis, tal como sucedió a comienzos de los años ochenta en los inicios de la presidencia de Ronald Reagan. Más gobierno implica más impuestos, más deuda, más emisión y aumento de empleo no sostenible e improductivo. Más gobierno implica menos espacio para que el sector privado se recupere y crezca. Más gobierno no es precisamente lo que se necesita para el restablecimiento de la confianza inversora.
Como sea, ante la falta de alternativas y de claridad muchos inversionistas se han refugiado en el oro y en los bonos del tesoro de Estados Unidos. En relación con los bonos, se teme que se estén creando las condiciones de una nueva burbuja. Hay quienes sostienen que si el gobierno federal no controla su gasto y ordena sus finanzas, llegará el momento en que los inversionistas, especialmente los extranjeros, dejarán de comprarlos, lo que ocasionaría el derrumbamiento de sus precios.
La caída más reciente de la bolsa ha sido impulsada por el desplome de las acciones del sector financiero. El aumento del desempleo, la persistencia de la crisis hipotecaria y el descenso del precio internacional del petróleo y de otros productos básicos, han contribuido adicionalmente a deprimir el mercado.
Actualmente los dos más grandes bancos de Estados Unidos, Bank of America y Citibank, están quebrados. La controversia es si el gobierno debe nacionalizarlos por completo o solo parcialmente. Pero al lado hay otros bancos grandes y más pequeños cuyo futuro no es del todo claro.
En realidad, la creencia generalizada es que la recesión va para largo y que afectará a todos los sectores de la economía. Algunos incluso hablan de depresión. Las noticias que se reciben de Europa y de Asia no ayudan a calmar el nerviosismo sino por el contrario, lo aumentan.
Quizás el mayor factor de sorpresa negativa ha sido el programa económico de la administración Obama. Ni el paquete de estímulo, ni la estrategia de rescate del sector financiero, ni otros anuncios como el de aumentar los impuestos a los más ricos, subsidiar a los morosos hipotecarios o extender el sistema de salud a toda la población, han generado el más mínimo entusiasmo entre inversionistas y analistas independientes.
La impresión que ha quedado en el ambiente es que el Presidente Obama cree que la solución a los problemas económicos es más gobierno, en lugar de buscar crear un entorno estimulante para que sea el sector privado el que gradualmente saque al país de la crisis, tal como sucedió a comienzos de los años ochenta en los inicios de la presidencia de Ronald Reagan. Más gobierno implica más impuestos, más deuda, más emisión y aumento de empleo no sostenible e improductivo. Más gobierno implica menos espacio para que el sector privado se recupere y crezca. Más gobierno no es precisamente lo que se necesita para el restablecimiento de la confianza inversora.
Como sea, ante la falta de alternativas y de claridad muchos inversionistas se han refugiado en el oro y en los bonos del tesoro de Estados Unidos. En relación con los bonos, se teme que se estén creando las condiciones de una nueva burbuja. Hay quienes sostienen que si el gobierno federal no controla su gasto y ordena sus finanzas, llegará el momento en que los inversionistas, especialmente los extranjeros, dejarán de comprarlos, lo que ocasionaría el derrumbamiento de sus precios.