Son negras las perspectivas del Partido Demócrata para las elecciones de Congreso y gobernaciones que tendrán lugar a comienzos de noviembre de 2010.
Actualmente tienen una cómoda mayoría tanto en el Senado como en la Cámara. Si las cosas siguen por donde van podrían perder la Cámara y quedarían con una mayoría pírrica en el Senado. Incluso hay quienes afirman que podrían también perder el Senado.
El Senado actual está compuesto por 59 demócratas y 41 republicanos. De esos, 44 escaños están seguros en poder de los demócratas y 35 están seguros en poder de los republicanos. De los 21 que no están asegurados, hay 4 en los que el electorado se inclina a favor de los candidatos del Partido Demócrata y 9 en los que se inclina hacia los candidatos del Partido Republicano. O sea que habrían 48 senadores demócratas y 44 senadores republicanos. Los 8 restantes aparecen con empate técnico en las encuestas. Si los demócratas pierden 7 de ellos, los republicanos quedarían con una mayoría de 51-49.
Por otro lado, la muy importante Cámara está conformada actualmente por 255 demócratas, 178 republicanos y 2 vacantes. En las elecciones de noviembre los demócratas tienen 144 representantes asegurados y los republicanos 163. Ahora bien, el electorado se inclina hacia los demócratas en el caso de 51 representantes adicionales y hacia los republicanos en el caso de otros 43 representantes, con lo que quedarían 194 demócratas y 206 republicanos. Los 35 restantes se encuentran empatados en las encuestas. Si los demócratas pierden 12 o más escaños de esos 35, los republicanos se quedarían con la mayoría en la Cámara.
En el caso de las gobernaciones, actualmente hay 26 gobernadores demócratas y 24 republicanos. Pues bien, 8 están seguros en manos de los demócratas, mientras que 15 están seguros en manos de los republicanos. Hay 7 gobernaciones en las que el electorado se inclina hacia los demócratas y 11 en el se inclina hacia los republicanos, con lo que quedarían 15 gobernaciones demócratas y 26 republicanas. Las 9 gobernaciones restantes están con empate técnico en las encuestas.
O sea que a dos meses largos de las elecciones el panorama luce muy oscuro para el Partido Demócrata. La pregunta es que puede pasar en ese lapso. Por el lado de la economía, que es el tema que más preocupa a los electores, las tendencias son negativas. El repunte que se esperaba, ha sido más débil de lo anticipado. En el segundo trimestre de 2010 el crecimiento del PIB fue revisado hacia abajo, de 2,4% estimado inicialmente a un lánguido 1,6% (viene de 3,7% en el primer trimestre y de 5,6% en el último trimestre de 2009).
Pero el problema no es esta tendencia de desaceleración del crecimiento. El tema de fondo es que el sacrificio en crecimiento no hace parte de un proceso de corrección o ajuste de los inmensos desequilibrios que aquejan a esa economía. Tanto el déficit en las cuentas externas, pero sobretodo el déficit del gobierno federal, aumentan en lugar de disminuir. Mientras que el sector privado ha comenzado a apretarse el cinturón, el gobierno federal está gastando más que nunca.
En fin, lo más probable es que la economía norteamericana llegue a noviembre con crecimiento cero, y con un desempleo incluso más alto que el actual de 9,5%, todo lo cual iría en contra de los candidatos demócratas entre el electorado independiente e indeciso.
Como si lo anterior fuera poco, el Presidente Barack Obama tiene una popularidad personal que apenas bordea el 45%, pero que sin ser alta es más alta que la de sus políticas. La popularidad de estas últimas está por el suelo.
Por otro lado, el electorado afro americano y de origen latino no irá a estas elecciones con el entusiasmo con el cual respaldó a Obama en las presidenciales de hace casi dos años. Por el contrario, el entusiasmo de las bases republicanas es muy superior al de las bases demócratas. Ello se refleja en las contribuciones de dinero y en el trabajo de los voluntarios, todo lo cual, en elecciones reñidas, puede hacer una importante diferencia.
Así las cosas, de mantenerse las tendencias electorales actuales, y si no sucede nada especial a favor de los demócratas de aquí a noviembre, Estados Unidos quedará con un Presidente de centro izquierda y con un Congreso dominado por la centro derecha.
El Senado actual está compuesto por 59 demócratas y 41 republicanos. De esos, 44 escaños están seguros en poder de los demócratas y 35 están seguros en poder de los republicanos. De los 21 que no están asegurados, hay 4 en los que el electorado se inclina a favor de los candidatos del Partido Demócrata y 9 en los que se inclina hacia los candidatos del Partido Republicano. O sea que habrían 48 senadores demócratas y 44 senadores republicanos. Los 8 restantes aparecen con empate técnico en las encuestas. Si los demócratas pierden 7 de ellos, los republicanos quedarían con una mayoría de 51-49.
Por otro lado, la muy importante Cámara está conformada actualmente por 255 demócratas, 178 republicanos y 2 vacantes. En las elecciones de noviembre los demócratas tienen 144 representantes asegurados y los republicanos 163. Ahora bien, el electorado se inclina hacia los demócratas en el caso de 51 representantes adicionales y hacia los republicanos en el caso de otros 43 representantes, con lo que quedarían 194 demócratas y 206 republicanos. Los 35 restantes se encuentran empatados en las encuestas. Si los demócratas pierden 12 o más escaños de esos 35, los republicanos se quedarían con la mayoría en la Cámara.
En el caso de las gobernaciones, actualmente hay 26 gobernadores demócratas y 24 republicanos. Pues bien, 8 están seguros en manos de los demócratas, mientras que 15 están seguros en manos de los republicanos. Hay 7 gobernaciones en las que el electorado se inclina hacia los demócratas y 11 en el se inclina hacia los republicanos, con lo que quedarían 15 gobernaciones demócratas y 26 republicanas. Las 9 gobernaciones restantes están con empate técnico en las encuestas.
O sea que a dos meses largos de las elecciones el panorama luce muy oscuro para el Partido Demócrata. La pregunta es que puede pasar en ese lapso. Por el lado de la economía, que es el tema que más preocupa a los electores, las tendencias son negativas. El repunte que se esperaba, ha sido más débil de lo anticipado. En el segundo trimestre de 2010 el crecimiento del PIB fue revisado hacia abajo, de 2,4% estimado inicialmente a un lánguido 1,6% (viene de 3,7% en el primer trimestre y de 5,6% en el último trimestre de 2009).
Pero el problema no es esta tendencia de desaceleración del crecimiento. El tema de fondo es que el sacrificio en crecimiento no hace parte de un proceso de corrección o ajuste de los inmensos desequilibrios que aquejan a esa economía. Tanto el déficit en las cuentas externas, pero sobretodo el déficit del gobierno federal, aumentan en lugar de disminuir. Mientras que el sector privado ha comenzado a apretarse el cinturón, el gobierno federal está gastando más que nunca.
En fin, lo más probable es que la economía norteamericana llegue a noviembre con crecimiento cero, y con un desempleo incluso más alto que el actual de 9,5%, todo lo cual iría en contra de los candidatos demócratas entre el electorado independiente e indeciso.
Como si lo anterior fuera poco, el Presidente Barack Obama tiene una popularidad personal que apenas bordea el 45%, pero que sin ser alta es más alta que la de sus políticas. La popularidad de estas últimas está por el suelo.
Por otro lado, el electorado afro americano y de origen latino no irá a estas elecciones con el entusiasmo con el cual respaldó a Obama en las presidenciales de hace casi dos años. Por el contrario, el entusiasmo de las bases republicanas es muy superior al de las bases demócratas. Ello se refleja en las contribuciones de dinero y en el trabajo de los voluntarios, todo lo cual, en elecciones reñidas, puede hacer una importante diferencia.
Así las cosas, de mantenerse las tendencias electorales actuales, y si no sucede nada especial a favor de los demócratas de aquí a noviembre, Estados Unidos quedará con un Presidente de centro izquierda y con un Congreso dominado por la centro derecha.