Hace mas de un año Juan Manuel Santos dijo que en un año haría la paz con las Farc. Ahora vuelve y repite el mismo cuento, pero sin la credebilidad de antes.
Olvidémonos de lo que crean los colombianos sobre un tema en el que hasta ahora han sido relativamente escépticos. Simplemente analicemos las palabras del Presidente fríamente.
Lo primero que hay que reconocer es que después de mas de un año de iniciados los diálogos de La Habana, no ha habido mayores logros. Los mas difícil, como lo relacionado con el desmonte de los negocios ilícitos de las Farc, la desmovilización de sus distintos frentes, el perdón a los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus cabecillas, y la inserción de estos criminales en el escenario político colombiano, en nada de eso realmente se ha avanzado a fondo.
Santos entonces implora que se acelere el proceso. Los cabecillas de las Farc deben reírse a las carcajadas tabaco cubano en boca y botella de ron al lado. Si llega a ganar Santos con su reelección y se interpreta ese triunfo como resultado de la acogida que han tenido entre el electorado estas negociaciones, esos cabecillas se sentirán mas poderosos que nunca y considerarán, no del todo sin razón, que el futuro político de Santos quedó inexorablemente atado a la firma de un acuerdo.
Es decir, algo parecido a lo que interpretaron cuando Andrés Pastrana condicionó su elección como Presidente y su futuro político a un proceso de paz con las Farc. Tal como sucedió en ese entonces, estos cabecillas se harán los difíciles en las negociaciones, la prolongarán durante dos a tres años mas y mientras tanto, pulirán su “imagen” interna y externa con crecientes y devastadores atentados terroristas.
Le harán morder el polvo a un Santos desesperado por mostrar resultados, igual a como sucedió con Pastrana. Para ellos, es ganancia de la buena todo lo que divida a sus opositores, desmoralice a las Fuerzas Armadas, los fortalezca territorialmente, y les traiga reconocimiento internacional.
En otras palabras, hay un largo trecho entre el Santos de hace mas de un año que en forma determinante impuso un plazo hasta noviembre de 2013 para firmar un acuerdo, y el Santos actual que se le salió de las manos el tema y que ruega que ojalá en otro año el proceso culmine. El actual es un Santos desdibujado como líder, que sin tener el balón en sus pies, intenta tomar la iniciativa del partido. Pero quienes quedaron con el poder decisorio de cuando terminar el partido, si es que algún día se llega a ello, son los dueños del balón, o sea los cabecillas de las Farc.
¿Cuántos colombianos estarán dispuestos a otorgarle a Santos carta blanca para que continúe con una farsa que solo puede desembocar en costosas concesiones a los criminales? Eso y no otra cosa que valga mas la pena es lo que está en juego en las próximas elecciones para Congreso y para Presidente.
Lo primero que hay que reconocer es que después de mas de un año de iniciados los diálogos de La Habana, no ha habido mayores logros. Los mas difícil, como lo relacionado con el desmonte de los negocios ilícitos de las Farc, la desmovilización de sus distintos frentes, el perdón a los crímenes de lesa humanidad cometidos por sus cabecillas, y la inserción de estos criminales en el escenario político colombiano, en nada de eso realmente se ha avanzado a fondo.
Santos entonces implora que se acelere el proceso. Los cabecillas de las Farc deben reírse a las carcajadas tabaco cubano en boca y botella de ron al lado. Si llega a ganar Santos con su reelección y se interpreta ese triunfo como resultado de la acogida que han tenido entre el electorado estas negociaciones, esos cabecillas se sentirán mas poderosos que nunca y considerarán, no del todo sin razón, que el futuro político de Santos quedó inexorablemente atado a la firma de un acuerdo.
Es decir, algo parecido a lo que interpretaron cuando Andrés Pastrana condicionó su elección como Presidente y su futuro político a un proceso de paz con las Farc. Tal como sucedió en ese entonces, estos cabecillas se harán los difíciles en las negociaciones, la prolongarán durante dos a tres años mas y mientras tanto, pulirán su “imagen” interna y externa con crecientes y devastadores atentados terroristas.
Le harán morder el polvo a un Santos desesperado por mostrar resultados, igual a como sucedió con Pastrana. Para ellos, es ganancia de la buena todo lo que divida a sus opositores, desmoralice a las Fuerzas Armadas, los fortalezca territorialmente, y les traiga reconocimiento internacional.
En otras palabras, hay un largo trecho entre el Santos de hace mas de un año que en forma determinante impuso un plazo hasta noviembre de 2013 para firmar un acuerdo, y el Santos actual que se le salió de las manos el tema y que ruega que ojalá en otro año el proceso culmine. El actual es un Santos desdibujado como líder, que sin tener el balón en sus pies, intenta tomar la iniciativa del partido. Pero quienes quedaron con el poder decisorio de cuando terminar el partido, si es que algún día se llega a ello, son los dueños del balón, o sea los cabecillas de las Farc.
¿Cuántos colombianos estarán dispuestos a otorgarle a Santos carta blanca para que continúe con una farsa que solo puede desembocar en costosas concesiones a los criminales? Eso y no otra cosa que valga mas la pena es lo que está en juego en las próximas elecciones para Congreso y para Presidente.