El candidato presidencial Antanas Mockus señaló que Colombia debía abolir eventualmente sus fuerzas armadas, tal como lo hizo Costa Rica hace décadas.
Fue una declaración estúpida, por decir lo menos. Costa Rica es un país con una población equivalente al 10% la de Colombia y con una extensión territorial que es apenas 5% la de Colombia. Tiene una tradición política muy diferente, sus fronteras son solamente con dos países, y su pequeña población es relativamente homogénea.
Además, últimamente Costa Rica sufre de un grave problema de inseguridad. Sentada sobre sus laureles, ni siquiera se ha preocupado por organizar una policía profesional y eficaz. El resultado es que se ha convertido en paraíso de la delincuencia común, incluido el narcotráfico. Los últimos gobiernos de Costa Rica han dejado prosperar el problema de la inseguridad, la que ha empezado a afectar seriamente a una de sus principales industrias, el turismo.
Tristemente, todavía no se ve voluntad política en Costa Rica para reorganizar su policía y hacer más efectivo su sistema judicial en el combate de esta delincuencia. Habrá que esperar que el problema se agrave aún más para que la clase política por fin se pellizque.
De manera que por cualquier lado que se analice, la propuesta de Mockus, así la haya hecho de manera casual, denota un crónico desconocimiento de las diferencias entre dos países y de lo que ha sucedido últimamente en Costa Rica. Pero más preocupante, denota un gran desconecte en relación con el tema de la seguridad en Colombia, uno en el cual intervienen toda clase de grupos organizados de malandrines de la peor calaña, que no van a dejar de delinquir como por encanto luego de recibir girasoles y escuchar invocaciones para que dejen “la malacrianza”.
Francamente, ¡qué argumentación tan bobalicona la de Mockus! El país no es un aula de clases. No se está lidiando con estudiantes malcriados, sino con terroristas, asesinos, secuestradores y narcotraficantes, que sólo los ha frenado el heroísmo de unas fuerzas públicas cada vez más profesionales y mejor organizadas.
Además, últimamente Costa Rica sufre de un grave problema de inseguridad. Sentada sobre sus laureles, ni siquiera se ha preocupado por organizar una policía profesional y eficaz. El resultado es que se ha convertido en paraíso de la delincuencia común, incluido el narcotráfico. Los últimos gobiernos de Costa Rica han dejado prosperar el problema de la inseguridad, la que ha empezado a afectar seriamente a una de sus principales industrias, el turismo.
Tristemente, todavía no se ve voluntad política en Costa Rica para reorganizar su policía y hacer más efectivo su sistema judicial en el combate de esta delincuencia. Habrá que esperar que el problema se agrave aún más para que la clase política por fin se pellizque.
De manera que por cualquier lado que se analice, la propuesta de Mockus, así la haya hecho de manera casual, denota un crónico desconocimiento de las diferencias entre dos países y de lo que ha sucedido últimamente en Costa Rica. Pero más preocupante, denota un gran desconecte en relación con el tema de la seguridad en Colombia, uno en el cual intervienen toda clase de grupos organizados de malandrines de la peor calaña, que no van a dejar de delinquir como por encanto luego de recibir girasoles y escuchar invocaciones para que dejen “la malacrianza”.
Francamente, ¡qué argumentación tan bobalicona la de Mockus! El país no es un aula de clases. No se está lidiando con estudiantes malcriados, sino con terroristas, asesinos, secuestradores y narcotraficantes, que sólo los ha frenado el heroísmo de unas fuerzas públicas cada vez más profesionales y mejor organizadas.