No tiene política en relación con los permisos ambientales. La gran mayoría de los colombianos no están de acuerdo con explotaciones mineras de gran tamaño.

 

La clase dirigente colombiana prefiere jugar a que está preocupada por el medio ambiente que a enfrentar el debate sobre la explotación de un recurso natural que podría proporcionar miles de millones de dólares  para combatir la pobreza que abunda en el país.

Los intelectuales colombianos, incluidos los que expresan su opinión y ejercen el periodismo en los medios de comunicación, tampoco están de acuerdo con la explotación del oro, ni que ella sea realizada por compañías extranjeras. Cada vez que se presenta algún problema en una mina, toman automáticamente partido en contra de la empresa extranjera y a favor del cierre de la mina. Eso si, rara vez se han manifestado en contra de la pequeña minería ilegal que ha arrasado con el medio ambiente en distintas zonas de Colombia y que ha servido de fuente de recursos para grupos delincuenciales como las FARC.

 

Existe la creencia entre varios de estos intelectuales que los extranjeros vienen sólo a robarse el oro y a destruir el medio ambiente sin dejarle nada al país. Ninguno de ellos se ha tomado el trabajo de calcular los miles de millones de dólares que le quedarían al país en divisas, impuestos, regalías, pago de mano de obra formal y compra de insumos colombianos, con la explotación a gran escala del oro que existe en el país. Tampoco analizan a fondo las implicaciones ecológicas de utilizar tecnología de avanzada en estas explotaciones. Están completamente prejuiciados y cerrados a la banda al respecto.

Es imposible que miren más allá de un hipotético costo ambiental que trae la explotación de oro. No aceptan que haya cuantiosos beneficios para el país y tampoco que el costo ecológico sea llevadero y se justifique dados esos significativos beneficios.

Contra esta mentalidad pelmaza es imposible entrar en razón. Dado que la clase dirigente colombiana no está en plan de siquiera analizar el asunto fríamente, y mucho menos los medios de comunicación, realmente esta inversión se ha convertido en demasiado riesgosa. La inversión extranjera interesada en Colombia en este sector está en mora de reconsiderar seriamente sus planes hacia el futuro.

Hay que tener en cuenta que se trata de una inversión que rinde frutos sólo a largo plazo, lapso en el cual los gobiernos de turno, con una opinión pública hostil a la minería de oro, recibirían apoyo suficiente para cambiar las reglas del juego y virtualmente expropiar lo que hasta en ese momento se haya invertido, tal como ha sucedido en otros países de la región.

Colombia está lejos de poseer la madurez requerida para entrar a las grandes ligas de la producción mundial de oro, a la cual pertenecen, en su orden, Australia, Suráfrica, China, Estados Unidos, Perú, Rusia, Indonesia y Canadá.