Asesinan, atropellan y encarcelan a estudiantes que salen a protestar. Cierran y censuran medios de comunicación. Acaban con lo último que queda de libertad de expresión.

 

Mientras esto sucede los demás gobiernos “democráticos” de América Latina en la indiferencia. Cuidadito levantan un poquitín la voz, no vaya a ser que se resientan el dictador de Venezuela y sus secuaces. Todo sea para que se mantengan las buenas relaciones entre países vecinos.

Estos mandatarios de América Latina son todos “estadistas”. Que se corten de un tajo las libertades políticas y económicas en lo que ellos mismos llaman “un país hermano”, eso no los desvela en lo mas mínimo.

Estos son los mismos mandatarios que viven reuniéndose con sus pares de la región, expidiendo toda clase de comunicados en los que se elogian a sí mismos por los principios democráticos que dicen promover, pero no tienen el menor deparo de hacerlo en el suelo de Cuba, un país con una de las mas largas y crueles dictaduras del planeta.

Se han vuelto expertos en crear toda clase de organizaciones multilaterales “sombra”, paralelas a las existentes (a las que critican por su inoperancia). En lugar mejorar lo que hay, se han dado a la tarea de duplicar e incluso triplicar el andamiaje institucional de cooperación hemisférica, como si mas burocracia, mas comunicados y mas viáticos oficiales fueran la solución.

Para nadie es secreto lo que ha ocurrido en Venezuela de tiempo atrás con el marchitamiento de su democracia. Por fuera de allí, aparte de algunos pocos medios de comunicación que tímidamente se atreven a cuestionar lo que sucede, los gobiernos latinoamericanos y los organismos internacionales no tienen la entereza de levantar su voz de protesta y lo único que hacen es expresar su “preocupación” y desear “que reine la paz”.

 

¿Cuál paz? ¿La paz de los encadenados? Lindo hablar en abstracto de “paz”, mientras el gobierno de Nicolás Maduro viola con creciente impunidad los derechos fundamentales de sus opositores.

Sin embargo, hay en Venezuela unos valientes que expresan su inconformidad y que actualmente son víctimas de una descarada violencia y represión gubernamental. Su lucha es la de todos los amantes de la libertad en la región. Ellos ahora son los portadores de la antorcha que ilumina el sendero que conduce a los valores democráticos perdidos. En el fondo de sus corazones saben que derrocar la dictadura es una causa que justifica la generosa entrega de coraje y heroísmo.