Que lo admira. Perdón, que no lo admira pero que lo respeta. Cómo le cuesta tomar posiciones sobre cualquier tema.
Muchos confunden la falta de posiciones con sofisticación intelectual. En el caso de Mockus, rara vez llega a conclusiones definitivas. Da vueltas y vueltas con sus raciocinios, sin asumir una posición final. La forma “mockusiana” de razonar descresta a muchas personas, que le dan el beneficio de la duda porque se solidarizan con sus intentos por explicarse y darse a entender. Y terminan por creer que Mockus ha dicho algo sustancial, y que la culpa de no haber entendido no fue del candidato sino de la audiencia que no está intelectualmente a la altura de sus confusas elucubraciones.
En el caso de su posición frente a Hugo Chávez, es claro que se trata de un Presidente que fue electo por el pueblo de Venezuela. Nadie le ha discutido a Chávez su legitimidad en este sentido. Lo que se le discute a Chávez son sus agresiones contra Colombia, incluido el cierre comercial de la frontera y su abierto apoyo a las FARC. ¿Qué piensa hacer Mockus con este tipo de agresiones? ¿Decirle a Chávez que lo admira? ¿Hacerse el de la vista gorda con el apoyo de Venezuela a las FARC? ¿Acudir a la diplomacia clásica para restablecer el comercio? Y si Chávez mantiene sus agresiones, ¿entonces qué?
En realidad es poco lo que un candidato presidencial puede decir a estas alturas del paseo sobre cómo manejará su relación con un personaje impredecible y bipolar como Chávez. Pero, por lo menos, si debe dejar en claro que no le temblará la mano para defender los intereses de Colombia en caso de que continúen estas agresiones y otras provenientes de los países del ALBA.
Todo esto toca finalmente con las aspiraciones actuales de muchos colombianos, entre los que se encuentran los más educados. Creen que los principales problemas de Colombia se resuelven con buena voluntad. Que se llega a la paz con la repartición de girasoles y participando en jueguitos didácticos (en los años ochenta fueron las palomas, y en los noventa las marchas de paz). Que basta invocar a la ley para que se cumpla, aunque todavía no se hayan consolidado unas mínimas condiciones de seguridad. Que la persuasión antecede al castigo en el caso de los tenebrosos grupos de delincuentes que han asolado a Colombia. Que se le puede hacer la guerra a estos grupos sin errores en la ejecución, como si se tratara de videojuegos bélicos. Que sólo basta entregar un ramo de olivo a Chávez para restablecer relaciones normales entre Colombia y Venezuela.
Estos colombianos prefieren pensar que el mundo es mejor de lo que es (que las culebritas ya no existen) y que las soluciones políticas están a la vuelta de la esquina, en manos de un candidato que le da vueltas y vueltas a los temas, pero que no concluye.
En el caso de su posición frente a Hugo Chávez, es claro que se trata de un Presidente que fue electo por el pueblo de Venezuela. Nadie le ha discutido a Chávez su legitimidad en este sentido. Lo que se le discute a Chávez son sus agresiones contra Colombia, incluido el cierre comercial de la frontera y su abierto apoyo a las FARC. ¿Qué piensa hacer Mockus con este tipo de agresiones? ¿Decirle a Chávez que lo admira? ¿Hacerse el de la vista gorda con el apoyo de Venezuela a las FARC? ¿Acudir a la diplomacia clásica para restablecer el comercio? Y si Chávez mantiene sus agresiones, ¿entonces qué?
En realidad es poco lo que un candidato presidencial puede decir a estas alturas del paseo sobre cómo manejará su relación con un personaje impredecible y bipolar como Chávez. Pero, por lo menos, si debe dejar en claro que no le temblará la mano para defender los intereses de Colombia en caso de que continúen estas agresiones y otras provenientes de los países del ALBA.
Todo esto toca finalmente con las aspiraciones actuales de muchos colombianos, entre los que se encuentran los más educados. Creen que los principales problemas de Colombia se resuelven con buena voluntad. Que se llega a la paz con la repartición de girasoles y participando en jueguitos didácticos (en los años ochenta fueron las palomas, y en los noventa las marchas de paz). Que basta invocar a la ley para que se cumpla, aunque todavía no se hayan consolidado unas mínimas condiciones de seguridad. Que la persuasión antecede al castigo en el caso de los tenebrosos grupos de delincuentes que han asolado a Colombia. Que se le puede hacer la guerra a estos grupos sin errores en la ejecución, como si se tratara de videojuegos bélicos. Que sólo basta entregar un ramo de olivo a Chávez para restablecer relaciones normales entre Colombia y Venezuela.
Estos colombianos prefieren pensar que el mundo es mejor de lo que es (que las culebritas ya no existen) y que las soluciones políticas están a la vuelta de la esquina, en manos de un candidato que le da vueltas y vueltas a los temas, pero que no concluye.