Jorge Ospina Sardi
El pensamiento utópico es un mecanismo de defensa de quienes rehúyen enfrentar las complejidades de la actividad humana y sus limitaciones. Su desbordamiento trae consigo atraso y pobreza.
El pensamiento utópico resulta de la aspiración de un mejor estar o de un mejor vivir sin una conexión con los medios adecuados o necesarios para lograrlo. En la realidad poco importa si el desfase es por el lado de la excesiva ambición de los fines o por el lado de la inexorable precariedad de los medios. Podría afirmarse que el pensamiento utópico es un reflejo de esa condición humana plasmada en la frase “mientras la realidad camina la imaginación vuela”.
Argumentos a favor del pensamiento utópico
El pensamiento utópico siempre ha ejercido una enigmática atracción en mentes ilustradas. Constituye en el fondo una rebeldía contra la condición humana. Suspiramos por un futuro libre de los problemas y las angustias que nos aquejan en el presente. Uno donde los sufrimientos propios y los del prójimo son superados en un imaginario que replica a aquel del final de muchas películas: “y todos vivieron felices para siempre”.
Algunos ponderan al pensamiento utópico y ensalzan a sus creadores. “Los grandes utópicos han sido grandes realistas. Tienen una extraordinaria comprensión del tiempo y lugar en el que escribieron y han entregado reflexiones penetrantes acerca de las condiciones socioeconómicas, científicas y emocionales del momento en la historia que les correspondió vivir. Han descubierto verdades que otros seres humanos apenas presintieron o se negaron a reconocer” (en Frank E. Manuel y Fritzie P. Manuel, Utopian Thought in the Western World, Blackwell, 1979, p.28).
Estos autores señalan que es engañoso considerar al pensamiento utópico como negación de la realidad presente. Lo mejor de ese pensamiento posee un elemento que lo hace concebible. Estimula a reconocer nuevas e insospechadas potencialidades en el ser humano. Conduce a “sueños que se hacen realidad”.
Sin ir tan lejos, también se podría argumentar que el pensamiento utópico es elemento esencial en todo lo que tiene que ver con ciertas manifestaciones artísticas y con la industria de la entretención en general. Por ejemplo, es ampliamente reconocido el rol privilegiado que ocupa la ciencia ficción en la cinematografía y en la literatura.
La popularidad de los superhéroes del cine actual es uno de tantos testimonios sobre la propensión del ser humano a escapar de su realidad presente e imaginar, así sea por unos momentos, un universo donde poderes especiales sobre humanos inclinan la balanza a favor del bien en su lucha contra el mal. Contra un mal que, entre otras, nunca es derrotado definitivamente porque también dispone de superpoderes.
Rompimientos con el presente
Hace parte de la naturaleza de los seres humanos una permanente insatisfacción con la situación en la que viven. Siempre encuentran alternativas reales o imaginadas mas atractivas con las cuales compararse. En condiciones normales, su racionalidad se enfoca en buscar caminos para mejorar su situación actual, cualquiera que ella sea. Pero no siempre lo logran porque eso depende de muchos factores que no están bajo su control. Y como si fuera poco, se equivocan y las buenas intenciones de sus actos a veces conducen a malos o incluso catastróficos resultados.
La propensión a mejorar la condición actual puede entonces ser un arma de doble filo. Todo depende de los medios que se escojan para hacerlo. Pero, a su vez, los medios están supeditados a los fines deseados. Si estos últimos son inalcanzables por lo ambiciosos, el proceso de selección de medios se desvirtúa, se desconecta de la realidad y pierde cualquier posibilidad de eficacia.
El rompimiento con el pasado, si ha de ser exitoso, es un proceso gradual y arduo, por decirlo de alguna manera. Modificar la realidad para bien requiere de grandes esfuerzos. En términos económicos, requiere de ahorro e inversión, de sacrificios en la satisfacción de necesidades o deseos actuales, con el propósito de destinar esfuerzos y recursos para el logro de una mas adecuada atención de esas necesidades o deseos a futuro, sin lo cual es inconcebible cualquier progreso o avance en este frente.
Desde el punto de vista político, se trata de procesos de cambios institucionales que toman tiempo y sobre cuyos resultados no hay garantías de éxito, pues dependen que sean bien asimilados por las poblaciones que los asumen y que no alteren radicalmente prácticas y tradiciones ya establecidas.
En lo personal, ¿cuántas veces se ha visto que es imposible deshacerse de comportamientos que afectan negativamente las relaciones interpersonales o la vida en comunidad? Después de todo, son las personas las que conforman las comunidades y los resultados colectivos dependen enteramente de sus conductas. Si ellas son ineficientes, o desequilibradas en la selección de medios y fines, o insuficientes en relación con los esfuerzos requeridos, no es razonable esperar adelantos en las condiciones comunitarias de vida.
Pensar con el deseo no conduce al paraíso. A punta de críticas de lo existente no se consiguen mejores resultados ni a nivel personal ni a nivel comunitario. No es una posición inteligente criticar sin identificar los medios para alcanzar las metas anheladas. Tampoco es una posición inteligente “enloquecerse” al escoger los medios, como si con la simple negación de las complejidades desapareciera la necesidad de la búsqueda de un superior entendimiento y de una mas elevada racionalidad.
¿Pensamiento utópico o pensamiento catastrófico?
La incapacidad de relacionar medios con fines es lo que está detrás de la falta de resultados tanto en la actividad política como en cualquiera otra. Cuando ese divorcio supera unos razonables límites, cuando la separación entre medios y fines se vuelve insalvable e imposible de rectificar, es cuando el pensamiento utópico adquiere dimensiones catastróficas.
No importa realmente soñar con utopías o mundos ajenos a la realidad siempre y cuando esos sueños no sean mas que sueños. El problema es cuando van seguidos de acciones concretas que intentan transformar una realidad por siempre rebelde a sus requerimientos acudiendo al uso de la fuerza bruta y a toda clase de represiones.
Es inevitable que los políticos, no solo en las comunidades menos avanzadas sino también en las mas avanzadas, acudan a la “venta de ilusiones” en sus pronunciamientos y propuestas. Y siempre habrá porcentajes de la población que los apoyará, así sea por la creencia de que no hay nada para perder y de pronto algo para ganar.
Sin embargo, son las comunidades mas avanzadas las que de alguna manera mejor manejan el pensamiento utópico. Las que lo mantienen a raya en lo que respecta a metas y ejecuciones. Las que no desfallecen en la búsqueda de acoplamientos y concordancias entre lo que se posee y lo que en la práctica puede obtenerse.
En cambio, en las comunidades menos avanzadas el pensamiento utópico captura mentes y corazones hasta un extremo que hace imposible el buen funcionamiento y el progreso de comunidades enteras. Genera desbarajustes institucionales y económicos que las condena a estancamientos o retrocesos.
Tal cual una de las principales diferencias entre las sociedades mas avanzadas y las mas atrasadas. En las mas avanzadas hay un espíritu de entendimiento que hace posible administrar razonable y eficientemente esa innata propensión que poseen los seres humanos a buscar formas y caminos para mejorar su situación actual.
En las mas atrasadas el pensamiento utópico impone su ley. Medios y fines no compaginan, los resultados no se dan y las disculpas se multiplican. Lo hacendoso cede ante la búsqueda de lo milagroso. Se cae entonces en un marasmo mental que impide ver la verdadera naturaleza de las duras pruebas que se presentan en la vida cotidiana y de lo que hay que hacer para superarlas.