Jorge Ospina Sardi
Cuarto Gran Ensayo Libertario en el que se indaga sobre la importancia del sistema de propiedad como principio ordenador de la vida en comunidad y se ahonda en las alternativas que plantean Frédérick Bastiat y otros pensadores a las propuestas socialistas.
POSESIONES, PROPIEDADES Y PARAÍSOS TERRENALES
Tanto el grado de civilización de una comunidad como su progreso económico están íntimamente relacionados con los sistemas de pertenencias en ella predominantes.
En las comunidades cerradas y compactas la propiedad de bienes tangibles e intangibles, así como la propiedad sobre vidas y libertades, se limita a posesiones de facto. Se trata de pertenencias que se adquieren y se administran con el reconocimiento tácito de la comunidad y especialmente, con el empleo de la fuerza bruta.
Richard Pipes agrega que las posesiones de facto son por lo general transferidas de padres a hijos o entre parientes y amigos en forma de herencias o intercambios de favores (en Property and Freedom, Alfred A. Knopf, 1999). A través de la historia humana, y todavía en muchas partes del planeta, este sistema ha sido el mas común.
Posteriormente Pipes se refiere a lo que en nuestro contexto llamaríamos sistema de pertenencias basado en posesiones de jure o propiedades en las que hay un derecho de los dueños reconocido por la autoridad pública a utilizar y explotar bienes con exclusión de terceros y a disponer de ellos sin ataduras a través de su venta o de arreglos comerciales de distintos tipos.
Mientras que en el caso de la posesiones de facto lo determinante es el status y la fuerza bruta, en el caso de las propiedades se trata de derechos amparados y regulados por leyes y normas.
En las posesiones de facto reina un alto grado de arbitrariedad en relación con su adquisición y transferencia. En cambio, en las propiedades esa arbitrariedad es reemplazada por la aplicación de reglas preestablecidas en donde las partes involucradas saben de antemano a que atenerse. Es precisamente este último aspecto el que es crucial para entender la importancia de un sistema de propiedades en la evolución cultural y económica de cualquier comunidad.
Posesiones de facto en comunidades atrasadas
En aquellas comunidades en donde los sistemas de pertenencias se basan en la posesión de facto de bienes tangibles e intangibles, el uso de la fuerza bruta es la forma mas expedita para obtenerlos y usufructuarlos. Ella es la que al final de cuentas decide. Se constituye en una última instancia sin recursos de apelación.
La principal forma de aumentar el patrimonio, de obtener bienes tangibles e intangibles adicionales a los que se poseen, es mediante saqueos y expoliaciones. Dada la naturaleza de esas acciones, no es descabellado calificarlas como “robos”. Lo mismo podría decirse de quienes se apropian por la fuerza de tierras baldías en competencia con otros miembros de la comunidad.
El hecho de que durante casi toda la historia humana el uso de la fuerza y el arte del saqueo fueran claves en la adquisición de riqueza ha llevado a una serie de filósofos políticos a plantear que toda propiedad es un robo o el resultado de indebidas explotaciones (por ejemplo, Pierre Joseph Proudhon y por supuesto Karl Marx y sus discípulos).
Con gran ligereza analítica estos filósofos extrapolan lo que es la regla en entornos cerrados y compactos basados en posesiones de facto para concluir que lo mismo acontece en relación con entornos abiertos y globales en donde prevalece el libre y pacífico intercambio de bienes tangibles e intangibles.
En otras palabras, en las comunidades atrasadas todo el ordenamiento social y económico gira alrededor del uso indiscriminado de la fuerza. Quien no la tenga está a la deriva en relación con la adquisición y protección de sus posesiones. Se trata de sistemas de pertenencias relativamente improductivos, en donde los mayores incentivos no se centran en esfuerzos para la creación de nueva riqueza sino en el despojo de lo existente.
Propiedades en comunidades avanzadas
En aquellas comunidades donde prevalecen sistemas de pertenencias basados en reglas jurídicas preestablecidas y ampliamente aceptadas, el control y la transferencia de bienes tangibles e intangibles ya no dependen del uso de la fuerza bruta sino de acciones voluntarias entre los interesados. El saqueo y el uso de métodos coercitivos para hacerse a riqueza pasan a desempeñar un papel secundario, al menos en lo que se refiere a las interacciones entre personas y empresas.
Es cierto que lo mismo no aplica a las relaciones entre los gobiernos y quienes habitan y laboran en su territorio. Esas relaciones entre gobiernos y “súbditos” todavía se rigen por el uso de métodos coercitivos. Pero, por lo menos, a diferencia de lo predominante en comunidades cerradas y compactas, los gobiernos que operan en entornos donde mas o menos se respetan las libertades individuales y empresariales, están sometidos a una serie de limitaciones en el empleo de sus poderes.
Como sea, lo cierto es que las limitaciones o restricciones a las arbitrariedades en la adquisición y manejo de bienes tangibles e intangibles, tiene unas implicaciones de fondo sobre el ordenamiento político y económico de cualquier comunidad. Una de ellas es el reconocimiento de la pertenencia que cada quien tiene a decidir sobre su vida. A la libertad que posee de hacer con ella lo que considere es lo mejor.
Frente al pasado, frente a sistemas de pertenencias basados en posesiones de facto y no en propiedades, se trata de un gran logro que no ha recibido el reconocimiento debido por parte de los discípulos y admiradores de las tesis de Proudhon y Marx.
A estos discípulos y admiradores no los conmueve las arbitrariedades detrás de los saqueos de riqueza de quienes administran los gobiernos o de quienes tienen la fuerza bruta. Sólo los inquieta lo que sucede en la esfera de la propiedad privada. Buscan cercenarla e imponerle toda clase de cortapisas sin deparar que es la que garantiza la existencia de conductas libres y responsables.
Pero no es únicamente que el sistema de pertenencias basado en propiedades sea requisito indispensable para el logro de un entorno de respeto y defensa de las libertades individuales, sino que también es el único que permite optimizar el manejo de incentivos para la creación e incremento de riqueza. Estos incentivos no son el resultado de órdenes impartidas por autoridades públicas sino que son los directamente vinculados a las preferencias y elecciones voluntarias y pacíficas de cada quien en la búsqueda de mejorar sus particulares condiciones de vida.
Con el paso del tiempo y las repeticiones de estas conductas voluntarias y pacíficas, y con la riqueza por ellas generada que ha sido muy superior a la riqueza que proviene de entornos donde prevalecen las posesiones de facto, pierde sentido el rebusque de eventuales relaciones entre el origen de las propiedades actuales y los robos o explotaciones que tuvieron lugar en un brumoso y lejano pasado.
Añoranza por imaginarios paraísos terrenales
En aquellos lugares del planeta donde se ha perfeccionado un sistema de pertenencias basado en propiedades de bienes tangibles e intangibles es donde se ha observado el mayor avance cultural y económico. No ha sucedido lo mismo en aquellas otras partes donde se ha impuesto el uso arbitrario de la fuerza y el saqueo generalizado de riqueza.
Ahora bien, los filósofos que rechazan y menosprecian los logros alcanzados con sistemas de pertenencias basados en propiedades se han dado a la engañosa tarea de contrastar las realidades que allí se viven con unos paraísos imaginarios pletóricos de abundancias, igualdades y felicidades. En donde supuestamente no hay conflictos porque la riqueza se comparten por igual y porque todos contribuyen a su producción sin egoísmos y sin odiosas divisiones del trabajo.
Difícil entender la atracción que ejerce sobre los seres humanos unos paraísos que nunca han existido y que contradicen de manera tan tajante las delimitaciones a las que está sometida la naturaleza humana tal como ella se ha forjado a lo largo de miles y miles de siglos de una fiera y dura gesta de supervivencia. Se podría sostener que se trata de escapes que afectan especialmente a pensadores idealistas, pero con poder de persuasión sobre otros seres humanos que buscan evadir sus realidades existenciales o aplacar los resentimientos que los atormentan.
Es interesante recalcar que por lo general en ninguno de estos imaginarios paraísos terrenales se plantea la existencia de sistemas de pertenencias basados en propiedades. Si algo los caracteriza, si algo tienen en común, es que en ellos lo predominante son las posesiones de facto, tal como lo ha sido durante los períodos menos prósperos y mas violentos de la historia de la humanidad.
Es en nombre de estos paraísos imaginarios que recientemente se han promulgado programas políticos y se han emprendido experimentos de ingeniería social con astronómicos costos en vidas humanas y con la destrucción y despilfarro de incontables recursos productivos. El comunismo en primer lugar, seguido del nazismo y de otros esquemas totalitarios de gobierno menos pretenciosos, atestiguan sobre lo que George Gurdjieff destaca como esa infinita capacidad que poseen los seres humanos de enredarse por “buscarle tres pies al gato”.
En últimas, el intento de hacer realidad lo inalcanzable siempre ha llevado a lo mismo: a la imposición por la fuerza bruta de los paraísos soñados mediante la institucionalización de robos y saqueos y la represión de las libertades individuales mas preciadas.
IMPULSO ADQUISITIVO, IMPULSO SEXUAL Y SISTEMA DE PROPIEDAD
El instinto de supervivencia de los seres humanos se apoya en dos impulsos: el adquisitivo y el sexual. El principio ordenador de ambos impulsos es el sistema de propiedad.
Para ponerlo en forma simple, sin el impulso adquisitivo los seres humanos no se alimentarían y sin el impulso sexual no se reproducirían. En su larga trayectoria existencial y por fuerza de las circunstancias propias de su supervivencia, convirtieron a ambos impulsos en las dos fuerza mas poderosas de su psiquis.
Ambos impulsos frecuentemente se entrelazan entre sí con resultados que pueden llegar a ser incluso fatales. Cada uno de ellos puede desbordarse en sus alcances y ocasionar así los mas graves trastornos. Pero igualmente, lo heroico, lo productivo y lo sublime, así como otros rasgos propios de la naturaleza humana, son el resultado de su operación e interacción.
En un estado natural, el funcionamiento del impulso adquisitivo y del impulso sexual de los seres humanos poco se diferencia del que se da en otras especies del reino animal. En ese estado natural las condiciones de vida se caracterizan por la brutalidad y cortedad de sus existencias. La fuerza bruta es la que determina el éxito o el fracaso de los esfuerzos de supervivencia.
Pero los seres humanos, a diferencia de otras especies animales, fueron capaces de amaestrar estos dos vitales impulsos. Los incorporaron a sus sistemas de valores, por así decirlo. Aprendieron a administrarlos para prolongar sus existencias, para hacerlas mas llevaderas e incluso, para realzarlas con toda clase de aspiraciones trascendentales y de manifestaciones artísticas.
Alcance del impulso adquisitivo
Es uno de los grandes misterios de la evolución de los seres humanos la fortaleza y alcance al que ha llegado su impulso adquisitivo. Se podría decir que va mas allá de las necesidades básicas que le plantea su supervivencia. A diferencia de otras especies animales, la operación de ese impulso supera por lejos los mas urgentes requerimientos de su diaria supervivencia.
Los seres humanos no solamente poseen un muy sofisticado sentido de la territorialidad sino que además han desarrollado en grado máximo lo que un pensador del Siglo XIX denominó “el deseo efectivo de acumulación” (véase John Rae, Statement of Some New Principles on the Subject of Political Economy, University of Toronto Press, 1965). Según Rae, todos los seres humanos tienen un deseo de esta naturaleza dado que prefieren siempre lo mas a lo menos y por lo tanto están dispuestos a sacrificar una cierta cantidad de bienes en el presente para disponer de una mayor cantidad de bienes en el futuro.
Ahora bien, a la vez que los seres humanos son sujetos de este deseo de acumulación, que no es otra cosa que el resultado de un intrincado impulso adquisitivo, enfrentan el destino de su muerte. Si ella no existiera los esfuerzos adquisitivos adicionales a los requeridos para atender sus necesidades inmediatas de supervivencia, se dirigirían a garantizar con igual énfasis la satisfacción de sus necesidades a futuro, por ejemplo, con ahorros y procesos productivos intensivos en instrumentos y maquinarias.
Pero la muerte le pone a esa perspectiva temporal unos límites muy precisos. “La vida, y el poder de disfrutarla a futuro, es lo mas incierto de todas las cosas… Sabemos que la muerte (o las enfermedades) pueden llegar en cualquier momento. ¿Por qué entonces proveer por bienes que no podremos disfrutar, así sea en un futuro no tan remoto?”
Esta es la razón por la cual la mayoría de los seres humanos tienden a asignarle una mayor valoración a la posesión de bienes en el presente vis a vis su posesión en el futuro. Por eso tienden a exigir una remuneración o compensación –a cobrar una tasa de interés– por el sacrificio de intercambiar satisfacciones actuales por satisfacciones a futuro.
Dicho sea de paso, John Rae fue pionero a mediados del Siglo XIX en el análisis de este tema de las valoraciones inter temporales, el que posteriormente retomó a finales del Siglo XIX con lujo de detalles Eugen Bohm–Bawerk (especialmente en Capital and Interest: Positive Theory of Capital, Volume II, Libertarian Press, 1959).
Como sea, lo cierto es que el impulso adquisitivo es tan fuerte en los seres humanos que no solamente está dirigido a la satisfacción de necesidades inmediatas sino que lleva implícito un intenso deseo de acumulación que orienta sus esfuerzos productivos hacia el futuro, incluso mas allá de sus períodos de vida.
La otra cara de la moneda
Todo el mundo es consciente de la importancia del impulso sexual como pieza central para la conservación y propagación de la especie humana. Algunos sicólogos como Sigmund Freud le asignaron a este impulso un papel preponderante sobre distintas facetas del comportamiento humano, subvalorando en cierta medida la importancia del impuso adquisitivo.
La verdad es que los dos impulsos se traslapan entre sí. A veces el impulso sexual románticamente alardea de su supremacía y de que todo lo demás, incluido lo adquisitivo, es de un interés secundario a lo suyo. Pero lo cierto es que con frecuencia el impulso adquisitivo subyuga a la esfera de lo sexual en diferentes formas.
Siempre se ha dicho que la atracción sexual y la riqueza van de la mano. En casi todas las culturas desde épocas ancestrales uno de los factores clave en las decisiones de apareamiento tiene que ver con la administración y acrecentamiento de las fortunas familiares. Por otro lado, desde no se sabe cuando la sabiduría popular ha sostenido que la prostitución es la “profesión mas antigua del mundo”. No es descabellado afirmar que el impulso adquisitivo es una gran fuerza motivadora de la conducta humana, así hipócritamente la pretendamos subestimar y hasta desconocer.
Pero también es cierto que la protección de la familia y de su descendencia es uno de los móviles detrás del deseo efectivo de acumulación. La importancia del impulso sexual, además de la procreación, reside en su contribución como pegamento de relaciones sociales a distintos niveles. Es tan poderoso que puede desempeñar este rol sin que medie el impulso adquisitivo y hasta puede en determinadas circunstancias alterarlo y someterlo.
El sistema de propiedad como principio ordenador
Cómo se manifiestan el impulso adquisitivo y el impulso sexual depende casi exclusivamente de los arreglos institucionales relacionados con el sistema de propiedad. En toda vida comunitaria es el que moldea y condiciona la operación de ambos impulsos.
Sin derechos de propiedad el impulso adquisitivo tiene lugar en un entorno donde predomina el uso de la fuerza bruta a través del saqueo. En ausencia de esos derechos el saqueo de los frutos del trabajo ajeno se convierte en la forma mas expedita y económica de hacerse a riqueza. Prospera la esclavitud en sus distintas manifestaciones. Prevalece lo que algunos llaman la ley de la selva.
La inviolabilidad de la dignidad personal, así como de la propiedad de lo obtenido a través de los esfuerzos y recursos propios, son los principales obstáculos que impide que los saqueadores, que los mas hábiles en el uso y abuso de la fuerza bruta, impongan su caprichosa voluntad y hagan y deshagan a su entero arbitrio.
Sin el derecho de propiedad se diluye o pierde sentido el deseo efectivo de acumulación, sin el cual permanecen desatendidas las necesidades a futuro. En ese entorno solo se valoran los esfuerzos productivos dirigidos a satisfacer necesidades inmediatas al perderse para el mañana cualquier garantía o perspectiva de posesión o disfrute.
Sin derechos de propiedad el impulso sexual se vuelve ante todo oportunista. Se lo satisface “a la buena de Dios”, como se dice por ahí. Lo obligatorio se impone sobre lo voluntario. Las personas se convierten en instrumentos u objetos de la circunstancial voluntad del mas fuerte.
Solo un derecho de propiedad que empieza por el respeto a la integridad del individuo y a su intimidad, y que se extiende a la protección de sus bienes y riqueza, garantiza que el impulso adquisitivo y el impulso sexual coexistan en una mejor armonía y que las energías que de ellos se derivan se orienten en mayor grado hacía lo constructivo y no hacia un caótico despotismo personal y comunal.
ESFUERZOS, LIBERTADES Y SOCIALISMO
El menosprecio de los socialistas/comunistas por la economía del intercambio se basa en una falta de entendimiento acerca de la naturaleza de las interacciones entre los seres humanos.
Parte de la argumentación que se expone a continuación se apoya en las tesis de Frédéric Bastiat, el lúcido economista y filósofo político de mediados del Siglo XIX (especialmente Economic Harmonies, The Foundation for Economic Education, 1996). Para Bastiat, lo que motiva a los seres humanos a realizar esfuerzos, a vencer obstáculos con su trabajo, es la utilidad o satisfacción que luego obtienen. Esa utilidad o satisfacción es un fenómeno estrictamente personal: nadie distinto a quien la percibe puede medirla o evaluarla en su verdadera dimensión.
Ahora bien, el tema de los esfuerzos que se requieren para obtener las satisfacciones anheladas trasciende el ámbito de lo personal. En una sociedad donde prevalece la división del trabajo, es decir en una en la que cada quien aporta en el área de su mayor competencia o interés, las valoraciones de esos aportes no dependen de quien los ejecuta sino de quien se beneficia con sus resultados. Es decir, lo determinante no es lo que cada quien considera que valen sus esfuerzos productivos, sino la valoración por parte de terceros de las satisfacciones que de ellos se desprenden.
De manera que las valoraciones de los esfuerzos productivos son un fenómeno “social” en el sentido que con ellos se generan servicios que se ofrecen a terceros para ser intercambiados por otros servicios (o su equivalente en medios de pago). Las valoraciones que finalmente surgen en el intercambio de servicios han de cotejarse con las apreciaciones “individuales” de quienes hacen los aportes, lo que constituye un ejercicio necesario para establecer si vale la pena continuarlos, modificarlos, o simplemente abandonarlos.
Limitaciones de la visión socialista/comunista
Mientras la condición humana sea la de realizar esfuerzos para obtener utilidades o satisfacciones, mientras esa condición no sea la de recibir un maná que cae del cielo gratuitamente, los sistemas socialistas/comunistas serán antagónicos al objetivo de asegurar un progreso material sostenible.
El primer obstáculo para cumplir con los ideales de estos sistemas, que se basan en la propiedad común de los esfuerzos y de lo producido con ellos, es que se viola el derecho que tiene cada persona a ser el dueño y árbitro de sus aportes a la economía. Pero además, sin ese título de propiedad los esfuerzos productivos se alejan de la atención de las necesidades mas demandadas.
Ellos tienen un valor si están atados a satisfacciones propias o ajenas. Si pierden su relación con esas satisfacciones, si se rompen los vínculos entre el valor de los servicios que ellos generan y el valor de los servicios ofrecidos en su adquisición, la cadena productiva y comercial se torna incoherente.
En tales circunstancias, las valoraciones de los distintos aportes se vuelven arbitrarias. Algunos serán sobrestimados, mientras otros serán subestimados. No solamente se desconoce el derecho elemental que posee cada quien a ser el dueño de su destino, sino que quienes mas se benefician tienden a ser terceros que no contribuyen mayormente con su trabajo e ingenio a las cadenas productivas y comerciales.
Se anarquiza así el sistema de señales que relaciona los esfuerzos a la satisfacción de necesidades. Los valores se desvinculan de los resultados finales al supeditarse a criterios que poco o nada tienen que ver con las satisfacciones de quienes están dispuestos a sufragar su costo.
Todo lo anterior lleva a un desaprovechamiento de los dones y capacidades de cada quien. Deja de tener sentido en términos de remuneraciones una división del trabajo basada en la explotación de esas capacidades, así como la búsqueda de la excelencia implícita en maximizar satisfacciones.
Los controladores de los sistemas socialistas/comunistas recurren a medios coercitivos para alterar el sistema de valoraciones con el fin apropiarse de aportes que no son los suyos. Con toda clase de racionalizaciones y promesas utópicas, estos sistemas generalizan, a favor de personas o grupos que circunstancialmente se adueñan de los gobiernos, el saqueo de las propiedades de quienes crean valor y riqueza.
Afectación de las libertades individuales
En los sistemas socialistas/comunistas se modifican y reprimen entonces las valoraciones de las satisfacciones finales, en detrimento de los derechos individuales mas preciados. Son ellas las que informan a cada individuo sobre definiciones vitales en relación con el destino de su vida. Es con el reconocimiento de esas valoraciones que la esfera de lo colectivo se armoniza con la esfera de las preferencias individuales.
El único mecanismo de expresión de las satisfacciones finales es lo que cada quien está dispuesto a pagar por ellas. Son los servicios que se ofrecen a cambio de los servicios que se reciben lo que es clave para determinar de manera sostenible y razonable las remuneraciones en los distintos niveles de la cadena productiva y comercial.
Nada vale si no presta un servicio. Pero para que el servicio valga tiene que requerir esfuerzos. “Valor es la relación existente entre dos servicios que han sido intercambiados”, sostenía Bastiat. Sin títulos válidos y estables de propiedad sobre el fruto de los esfuerzos productivos y sin la libre valoración de los servicios intercambiados, los individuos quedan a la deriva, expuestos al reinado de la expoliación y opresión.
En estas circunstancias los intercambios de servicios quedan sometidos a los intereses y a la voluntad de oportunistas que disponen del poder de regulación de precios y ganancias. Se alteran dictatorial y burocráticamente las decisiones acerca de lo que se produce y consume.
Los sistemas socialistas/comunistas ejercen un gran poder de atracción sobre quienes consideran, así sea sin fundamento, que sus esfuerzos no son suficientemente recompensados. Sobre quienes se sienten con el derecho de vivir a costa de los demás. Sobre oportunistas abusadores del poder político. E incluso, sobre quienes sufren de complejo de culpa con respecto a riquezas adquiridas y heredadas.
Para ellos, es lo de menos que el respeto a la propiedad y a la libre expresión de las valoraciones de quienes participan en las cadenas productivas y comerciales sea la única base firme que permite la aplicación de criterios objetivos de justicia y eficiencia, en un mundo caracterizado por la creciente complejidad de sus interacciones.
BASTIAT Y LA ESFERA DE LO PÚBLICO
Una de las principales contribuciones de Frédéric Bastiat a la teoría económica fue su crítica al socialismo/comunismo en lo relacionado con la manera sostenible de expandir la esfera de lo público.
A los socialistas/comunistas solo les interesa la distribución de la riqueza. Cómo expoliar y despojar riquezas ajenas para beneficio propio y de los grupos con los que simpatizan. Dado que esta es su preocupación central su énfasis es en demostrar que los que mas poseen son ilegítimos dueños de sus fortunas. Entonces se devanan los sesos en análisis sobre las injusticias que llevaron a los mas afortunados a su situación actual y los correctivos que han de aplicarse.
No importan los méritos ni los esfuerzos acumulados de los exitosos. Lo que desvela a socialistas/comunistas es que unos tienen mas que otros. A partir de ahí argumentan que la pobreza o atraso de la mayoría es causado por la actividad de los mas exitosos. Sin ellos los desposeídos disfrutarían de ríos de leche y miel.
Entonces se debe expoliar a los exitosos a como de lugar. Por ejemplo, a través de los gobiernos con expropiaciones, impuestos y regulaciones de todo tipo. Con el uso de toda clase de medios coercitivos. La única diferencia entre los socialistas y sus primos hermanos los comunistas es que los primeros son mas respetuosos de ciertas formas constitucionales y mas renuentes al uso de procedimientos violentos.
Como sea, todos los socialistas/comunistas declaran de dientes para afuera que son partidarios de la igualdad absoluta en lo económico, cultural y social. Pero de dientes para adentro aplican lo de la Rebelión en la Granja de George Orwell: “todos los animales son iguales, pero los hay algunos que son mas iguales que otros”.
Los perniciosos mensajes socialistas/comunistas
Sin creación de riqueza no hay forma de expandir el ámbito de lo público. Repartir pobreza genera mas pobreza. Los bienes y servicios solo se abaratan si aumenta su producción. Su abundancia es lo que los hace accesibles a la gran mayoría de la población. Y el proceso mediante el cual se convierten en abundantes y gratuitos no es uno basado en su redistribución sino en los esfuerzos productivos y en las mejoras tecnológicas que suelen acompañarlos.
Puede suceder que mediante la expoliación de riqueza, mediante su redistribución a favor de unos y en detrimento de otros, los así beneficiados terminen por recibir gratuitamente algunos bienes y servicios. Pero se trata de un esquema insostenible puesto que no hace sentido para individuos y empresas trabajar en beneficio de terceros sin recibir contraprestaciones o remuneraciones que compensen y premien los esfuerzos productivos con los que se comprometen.
La creación de riqueza que lleva a una creciente cantidad de bienes y servicios, y por tanto a su gratuidad, es el resultado final de complejos procesos de interacción social, en los que reglas de juego, motivaciones y cultura, entre otros factores, desempeñan un rol fundamental.
Los socialistas/comunistas propagan la idea de que la riqueza llega como por generación espontánea y está ahí para el disfrute de todos, lo que no sucede por la acción de unos pocos que se apropian indebidamente de buena parte de ella.
Es cierto que en toda comunidad existen personas (los muy jóvenes, los muy viejos o quienes padecen de limitaciones y enfermedades) que pueden no estar en capacidad de contribuir productivamente. Y cualesquiera que sean los niveles de riqueza nadie discute que una porción de la ya existente debe destinarse a la atención de las necesidades básicas de estos y otros grupos vulnerables. Pero de ahí a establecer que, en aras de una supuesta igualdad en los resultados finales, quienes en sus plenas capacidades no prestan servicios útiles deben recibir iguales o similares beneficios que quienes si lo hacen, es una injusticia mayor y un exabrupto desde el punto de vista de motivaciones individuales y las del grupo.
El mensaje socialista/comunista ignora las dificultades intrínsecas en todo proceso de creación de riqueza. Pero por sobre todo realza esas creencias primitivas según las cuales lo que importa desde el punto de vista de remuneraciones y beneficios es la pertenencia a una comunidad, a un partido político o a un grupo de compinches (a la tribu) y nada mas. Que para tales efectos poco o nada interesan las valoraciones de los servicios producidos y comercializados con toda clase de esfuerzos productivos.
Creación de riqueza y ampliación de lo público
En su obra póstuma Armonías Económicas de mediados del Siglo XIX Frédéric Bastiat argumenta que solamente con el progreso económico se garantizaba que una porción significativa de los valores representados en bienes y servicios cesaban de ser onerosos y tendían a disminuir en tal forma que ingresarían al dominio de lo que es común para todos o de lo que es libre de cobro.
La repartición igualitaria de lo escaso, no le quita a los bienes y servicios así distribuidos su condición de escasos, ni conduce a una reducción de los valores relativos que reflejan esa escasez. La manipulación de esos valores para favorecer a algunos en perjuicio de otros no hace desaparecer la escasez como por arte de magia. Por el contrario, esa manipulación, al desalentar y desorientar a quienes realizan los esfuerzos productivos, tiende a agravarla y como consecuencia, a incrementar sus valores relativos.
La pretensión socialista/comunista de la igualdad solo se puede lograr acudiendo a lo negativo: a destruir riqueza y a obstruir actividades en la esfera de lo privado. Pero una comunidad que no genera valor a través de la prestación de servicios útiles no dispondrá de los puntos de apoyo indispensables para elevar de nivel la esfera de lo público.
No será con peroratas en las que se culpan a terceros, ni con invocaciones a sentimientos y emociones tribales, ni expoliando a los pocos que crean riqueza, que se aliviarán las escaseces relativas que sufren las grandes mayorías.
Como nos lo recuerda Bastiat, el camino de la expansión de lo público pasa primero por la expansión de lo privado, para lo que se requiere del respeto y promoción de las libertades individuales y de los derechos de propiedad. Ninguna comunidad empobrecida por la ineficacia de sus políticas y por su falta de voluntad para proteger a los creadores de riqueza, podrá disfrutar de la igualdad que solo es posible alcanzar con el abaratamiento y la gratuidad que trae consigo unos crecientes y mas eficaces esfuerzos productivos privados.
La experiencia de los últimos dos siglos le da la razón a Bastiat. En comunidades que se han propuesto expandir la esfera de lo privado, ha aumentado en forma considerable lo útil muy barato o gratis en prácticamente todos los sectores (transporte, comunicaciones, manufactura, agricultura, comercio, salud, educación y otros). En las que han optado por otros caminos, ha prevalecido el estancamiento económico y la falta de posibilidades de acceso por parte de sus poblaciones a bienes y servicios considerados hoy en día como básicos.
DISECCIÓN DE LA MENTALIDAD SOCIALISTA
Clasificar a la gente en grandes categorías abstractas y achacarle a las instituciones vigentes los defectos propios de la naturaleza humana son dos de las principales aberraciones que caracterizan a esta mentalidad.
Una forma de introducir al tema es referirnos a la forma caricaturesca y despreciativa como un grupo considerable de intelectuales y gente de la farándula se refiere al sistema que les proporciona las libertades y las condiciones que requieren para prosperar en su trabajo. Condenan al “capitalismo” y se burlan de quienes son sus mas exitosos exponentes, los empresarios que se desvelan por producir y comercializar bienes y servicios útiles para sus semejantes.
Estos intelectuales y faranduleros socialistas/comunistas le coquetean a la idea de la destrucción de un sistema económico que ha llevado a la humanidad a niveles de progreso material y espiritual nunca antes visto. Menosprecian las libertades políticas alcanzadas después de siglos de arduas y heroicas luchas por extender a las grandes mayorías el disfrute de sus derechos individuales básicos. Demonizan a las instituciones de justicia y a todas las instancias intermedias de soluciones de conflictos y de socialización que con grandes esfuerzos han perfeccionado las sociedades “capitalistas” mas avanzadas. Endiosan a gobernantes dictadores de la peor calaña cuyo único “mérito” es un auto proclamado anti capitalismo.
Al lado de ellos se colocan dirigentes sindicales que con un conocimiento muy parcial de lo macro se salen de sus pequeñas esferas de actividad para pontificar sobre lo divino y humano. No son muy diferentes a reporteros periodistas que son incapaces de limitarse al ámbito de su oficio y evitar asumir roles de también críticos de lo divino y humano. Y así, la lista se haría interminable si se incluyeran a todos quienes utilizan alegremente los clichés y lugares comunes del pensamiento socialista/comunista.
El espejismo de la justicia absoluta
Vivimos y viviremos por siempre en un mundo imperfecto porque la naturaleza humana es imperfecta, así haya demostrado que si se dan unas circunstancias favorables es capaz de mejoras y superación. Sin embargo, su vida finita, sus enfermedades, sus sesgos, sus limitaciones de conocimiento, su orgullo y pasiones desbordadas, sus envidias y resentimientos, su capacidad de destrucción, así como otras muchas falencias, hacen de los seres humanos un complejo animal racional cuyo comportamiento es con frecuencia inexplicable no solo para extraños sino también para sí mismos.
Pero no obstante sus imperfecciones, los seres humanos sueñan permanentemente con la perfección. Lo interesante es que ni siquiera se ponen de acuerdo en esos sueños. Cada quien tiene su propia versión al respecto. Por ejemplo, si algo distingue a los pensamientos políticos utópicos es la vaguedad de sus visiones sobre cómo se organizarían las comunidades una vez destruido el orden existente. Se llega de esta manera a un primer aspecto de la mentalidad socialista/comunista y es su falta de precisión sobre las consecuencias de las políticas que tendrían que implementarse en el camino hacia la utopía.
Para los socialistas/comunistas lo importante es la comparación entre el imperfecto orden actual y una etérea perfecta utopía. Se trata por supuesto de una comparación injusta porque lo actual siempre será imperfecto y la imaginada utopía siempre se ufanará de perfecta. Es un truco de proselitismo político que todavía cautiva a muchos.
Es truco de proselitismo político en el siguiente sentido. Se auto proclaman portavoces y defensores de la justicia absoluta. Sin embargo, como lo señala Gaetano Mosca: “Ninguna organización social se puede basar exclusivamente en el sentimiento de justicia, y ninguna organización social nunca dejará de fallar desde el punto de vista de los criterios de una justicia absoluta” (The Ruling Class, McGraw-Hill Book Company, 1939, Capítulo XI). Ningún individuo actúa exclusivamente guiado por su sentido de justicia. Sus pasiones y necesidades son también influencias importantes.
Es prácticamente imposible encontrar a alguien que renuncie a su ambición de riqueza y poder y a la satisfacción de su vanidad. En todo ser humano son inevitables los compromisos entre su sentido de justicia y los múltiples otros intereses que lo mueven. Y Mosca afirma: “La naturaleza de estos compromisos dependerá del egoísmo mayor o menor de cada persona, de su sentido de la delicadeza, y de la fortaleza de sus convicciones morales. Estos rasgos varían significativamente entre personas.” A lo que habría que agregar que entre dirigentes y líderes políticos, si que esos rasgos tienden a no ser los mas ejemplares.
Perseguir inalcanzables ideales de justicia es la disculpa favorita que emplean los comunistas/socialistas para concluir que “el fin justifica los medios”. La idea de que la búsqueda de la utopía requiere de cualidades sobrehumanas y heroicas es aprovechada para condenar enemigos políticos, los que son acusados de un desempeño que no colma las irreales expectativas. Con utópicas exigencias de justicia desprestigian y destruyen a personas e instituciones.
La deshumanización de la política
La vida en comunidad conjuntamente con la organización política que la distingue están compuestas de diversas capas y facetas. Es un tema que se caracteriza por su complejidad por cuanto involucra a toda la población y las múltiples y variadas relaciones de unos con otros, en ámbitos familiares, de amistad, educativos, laborales, y de pertenencia a grupos o asociaciones de distinta índole. Los intereses personales son tan variados que llevan a la conformación de una multiplicidad de instituciones y finalidades. A las de carácter político se añaden las económicas, religiosas, culturales, profesionales, y las estrictamente sociales. La mayoría de las personas pertenecen, participan e interactúan en varias de estas esferas.
Pues bien, la mentalidad socialista/comunista simplifica esta complejidad de la vida en comunidad y al hacerlo convierte al ser humano en una caricatura de lo que realmente es. Las relaciones personales son vistas como unas de dominación, de explotadores y explotados, de carceleros y prisioneros. El orden comunitario es descrito como conformado básicamente por dos grandes categorías. En la de los dominadores, explotadores o carceleros están todos aquellos que poseen o ejercen poder en lo político y económico especialmente, que son al final de cuentas a quienes hay que destruir y desposeer para lograr la liberación de las cadenas opresoras y alcanzar una utópica igualdad.
Muchos se sienten atraídos a este cuento por sus angustias existenciales y materiales. Otros por simple oportunismo. Pero el problema es que supone que el ser humano es lineal en lo político y que las instituciones intermedias, aquellas sobre las cuales gira su vida personal (familia, empresas, iglesias, y otras asociaciones), son simples apéndices de una “superestructura” de dominación. A partir de esta visión los seres humanos son despojados de su especificidad y espiritualidad y muchos de ellos son clasificados, como objetos, en una gran categoría de indeseados que deben ser moral y hasta físicamente destruidos.
La visión socialista/comunista es una de esas que lleva a juzgar a las personas no por sus actuaciones sino por su condición de pertenecer a tal o cual “clase” o por su condición de ser tal o cual “cosa”. Se echa así por la borda siglos de evolución jurídica en la que se ha buscado la igualdad en la aplicación de la ley en función de las conductas y no en función de los orígenes o de las creencias de las personas.
La colectivización de la vida comunitaria
La visión conservadora liberal le asigna una gran importancia a las esferas que no están bajo el control del Estado y su burocracia. Para esta escuela, es por fuera de la esfera estatal que se crea riqueza, que se avanzan las artes y la cultura, y que se articulan fructíferas plataformas de cooperación comunitaria. En contraste, para los socialistas/comunistas, como de lo que se trata es de destruir el orden existente, hay que restringir todas las actividades y esfuerzos no sujetos al control estatal.
El marchitamiento y eliminación de las instancias intermedias autónomas de la organización social y política despojan al individuo de sus derechos y libertades básicas. Porque son en esas esferas no estatales en las que se cristalizan sus aspiraciones mas íntimas y apreciadas y porque ellas representan y protegen sus intereses vitales frente a ese gran poder que es el Estado y su burocracia.
En sus pronunciamientos políticos los socialistas/comunistas se hacen los de la vista gorda en relación con el impacto de sus políticas sobre la vida comunitaria. Solo se refieren al paraíso terrenal prometido. No se arrepienten de las desastrosas experiencias de las múltiples dictaduras que se han dado al amparo de sus políticas. A duras penas hacen referencia a errores personales de quienes han administrado el camino al paraíso, pero nunca a las falencias sistémicas atribuibles a esquemas que conducen a una ominosa presencia estatal.
Se empeñan en deshojar lo que se ha construido con tanto y dispendioso esfuerzo material y espiritual. Les importa un bledo la suerte de lo que consideran estorbo y obstrucción a sus burdos objetivos de poder. Se venden como combatientes en contra de las injusticias del momento, pero cuando están a cargo no tienen el mas mínimo reparo en incurrir en los mas abominables abusos bajo el nombre de la “revolución” o de cualquier otra emocional ocurrencia.
La destrucción por la destrucción
Está implantado en los seres humanos genes creativos y genes destructivos. Todos tienen los unos y los otros pero en diferentes proporciones. No es del todo aventurado lanzar la hipótesis de que la proporción de los unos y los otros incide en el tipo de visión de cada quien sobre temas como los de la política.
La visión socialista/comunista seduce especialmente a los espíritus inconformes y rebeldes, y entre estos a quienes se sienten especialmente atraídos por el uso de métodos arbitrarios y violentos. En países con un alto grado de desarrollo institucional el tema de la destrucción del orden existente es mas retórico que real. Ahí, a nivel académico por ejemplo, se han popularizado ideas antagónicas al orden establecido en las que, con encumbrados argumentos, se justifica el uso de la violencia.
Pero lo cierto es que en varios de esos países institucionalmente mas avanzados el paso de la teoría a la práctica se ha quedado a medio camino. En cambio, los países institucionalmente mas débiles son mas fácil presa de planteamientos destructivos y violentos. Si bien en ellos afloran injusticias y situaciones que demandan cambios, los remedios propuestos por los socialistas/comunistas han resultado ser peores que las enfermedades. Unas tiranías y dictaduras tenebrosas que inexplicablemente son vistas con beneplácito por políticos, académicos y periodistas que habitan en sociedades con gobiernos respetuosos de derechos y libertades.
Crear riqueza, mejorar la representatividad y eficiencia de los gobiernos, impulsar instituciones intermedias autónomas, todo ello es dificultoso y requiere de intrincadas y constantes negociaciones y compromisos entre los diferentes miembros de una comunidad. Los logros en estas áreas y en otras relacionadas con progresos materiales y espirituales toman tiempo y no hay puerto de llegada puesto que siempre existirá la posibilidad de perfeccionamientos adicionales, así como de retrocesos y deterioros.
La visión socialista/comunista subestima la importancia de los procesos creativos y sobrevalora los destructivos. Su fascinación por estos últimos se ha formalizado en irresponsables teorías que plantean que de la destrucción de lo existente surgen milagrosamente paraísos terrenales. Sin introspección crítica, y recurriendo a fanatismos y resentimientos, la difusión e implementación de esta visión le ha acarreado a la humanidad muchos mas costos que beneficios.