Jorge Ospina Sardi
El concepto sicológico de la sombra debe articularse con la prolongada historia tribal de los seres humanos y con sus meritorios esfuerzos por introducir unas crecientes dosis de racionalidad a su comportamiento.
La organización social y económica prevaleciente entre los seres humanos ha sido primordialmente tribal. Ese tipo de organización fue el que se impuso durante la historia conocida de la humanidad. Una de las razones de su superioridad fue su eficacia para compactar a grupos de la población en su defensa frente a las innumerables amenazas externas que los acechaban.
Un análisis de la gran influencia de esta experiencia tribal en el comportamiento de los seres humanos a todos los niveles en mi ensayo “Tribalismo y su influencia en la economía y política” (en Ensayos Libertarios, Unión Editorial Colombia, 2021). Este otro ensayo centra la atención en los aspectos sicológicos relacionados con la transición del tribalismo a esquemas políticos mas abiertos y flexibles, que se apoyan en el respeto a las libertades individuales básicas, en la resolución pacífica de conflictos, en una profundización de la división de trabajo, y en el establecimiento de límites al poder de quienes ocupan posiciones de autoridad de todo tipo.
Predominio de la esfera animal en lo tribal
Las organizaciones de tipo tribal se apoyan en instituciones, costumbres y hábitos en los que la esfera de lo animal ocupa lugar preponderante. Lo hacen por necesidad. En un mundo primitivo, con tecnologías rudimentarias, la supervivencia individual y grupal depende crucialmente de la manifestación y operación de los instintos animales que poseen los seres humanos. El uso de estos instintos fue de vital importancia no solamente para la defensa y protección de lo propio sino también para la conquista y expoliación de territorios, alimentos y riquezas ajenas.
Durante cientos de miles de años de vida tribal el componente consciente del ser humano se alimentó básicamente de instintos animales. Lo racional fue relegado al inconsciente o quedó subordinado al perfeccionamiento del componente animal.
La naturaleza compacta y maciza de las estructuras tribales eran fortalezas antes que debilidades. Poco o ningún espacio para disentimientos, discordias, desacuerdos y discrepancias. Era muy limitada su capacidad de adaptación a entornos que demandaban esquemas de organización social elaborados y sofisticados
Fue así entonces como, “la balanza empezó a inclinarse en contra de las sociedades tribales –y de sus instituciones mas representativas– a medida que se hicieron evidentes (¡y de qué manera!) las ventajas de una mayor complejidad económica, de una creciente relación entre tribus y regiones y, en últimas, de una mayor y superior división del trabajo… La combinación de unas rígidas jerarquías de poder, una precaria división del trabajo y el predominio de una visión mágica poco conducente a la experimentación y a la implementación de innovaciones, debilitó la inserción de lo tribal en el nuevo mundo.” (Ensayos Libertarios, p. 13).
La sombra en el mundo tribal
El concepto de la sombra se debe al sicólogo suizo Carl Jung. Se puede definir como “la totalidad de lo inconsciente” o como “aquellos rasgos y actitudes de la personalidad que el yo consciente no reconoce como propios.” El análisis de lo inconsciente y su incidencia en el yo consciente, en la determinación del comportamiento del individuo y de las colectividades donde habita, ha sido tema central en las teorías sicológicas modernas.
Sin entrar en los pormenores de la forma como la sombra altera los comportamientos humanos, se puede llegar a algunas conclusiones generales sobre su relación con los tipos de sociedad existentes. En las sociedades tribales el yo consciente es ante todo animal. Lo que se encuentra reprimido en la sombra son las posibilidades de una racionalidad superior.
Lo racional, el mundo de las relaciones causales abstractas, se encuentra en buena medida divorciado de lo animal en distintas áreas de la actividad del ser humano. Existe una grieta existencial que se interpone en la coexistencia armónica de esas dos esferas. El uso extendido de una de esas esferas se traduce en la represión de la otra esfera: en su expatriación hacia la sombra.
Ahora bien, con el predominio de la esfera de lo animal en las sociedades tribales se entorpece y frustra su avance en términos de lo que racionalmente se considera ‘cultura’, ‘civilización’ y ‘progreso’. El uso de la fuerza bruta, por ejemplo, que es un componente esencial en el funcionamiento de estas sociedades es incompatible con la existencia de reglas, normas y convenciones de carácter general e impersonal, y que son vitales para superar el limitado potencial del mundo tribal.
La sombra en la modernidad
La declinación del mundo tribal fue causada por el escape de la sombra de lo que se pueden denominar las luces racionales del ser humano. Es un fenómeno muy característico de la actual modernidad, que abarca los últimos doscientos o trescientos años y que se ha traducido en un progreso sin precedentes en su bienestar material y espiritual.
En último término, se llegó en la evolución humana a un punto en el que los intentos por lograr un mayor control del entorno y por acrecentar los niveles de riqueza material requerían de una racionalidad mas elevada que aquella que se encontraba subordinada a instintos animales elementales.
El instinto de libertad, que se enmarca en el derecho que poseen todos los seres humanos a disponer de sí mismos de la manera que consideren como la mas conveniente para sus intereses, empezó a aflorar por distintas lados y condujo a replanteamientos políticos de fondo. La protección de ese derecho –y de los que de ahí se derivan– ha requerido de la represión de la animalidad en las relaciones entre los seres humanos.
El florecimiento y manifestación de una infinidad de esferas individuales con luz propia solo es viable en entornos respetuosos regidos por las reglas, normas y convenciones de carácter general e impersonal a las que se hizo mención atrás. La ‘ley del mas fuerte’, que es la que prima en mundos tribales, cede su lugar a ordenamientos institucionales que protegen al individuo en temas esenciales para una mas fructífera existencia.
No ha sido fácil para muchos el tema de enviar a la sombra una parte significativa de un componente animal que por tanto tiempo en la historia de la humanidad fuera dominante. Muchas poblaciones del planeta no han podido dar un paso firme y decisivo al respecto. Ello ha provocado traumas sicológicos tanto a nivel individual como social.
Eso de subordinar lo animal a lo racional cuesta y no es para nada fácil cuando se trata de la coordinación de relaciones y esfuerzos conjuntos que involucran a numerosos seres humanos. Nada garantiza que muchas sociedades sean capaces de lograr niveles crecientes de racionalidad al lado de represiones de una animalidad que aunque relegada a la sombra, siempre estará a ‘flor de piel’.
No hay que hacerse muchas ilusiones sobre la inevitabilidad del avance hacia una creciente racionalidad. La fuerza de la esfera de lo animal en el comportamiento humano sigue intacta. La reflexión de que el progreso en distintos frentes depende ante todo de un ordenamiento racional de la vida en sociedad es importante pero no definitiva. No hay tregua en la exigente tarea de mantener en la sombra el componente mas destructivo de esa animalidad y en proporcionarle ‘desfogue’ y ‘desahogo’ para moderar la presión que ejerce para salir a la superficie y dominar el escenario.
El camino de lo factible
Es de la condición humana una permanente inamistosa relación entre las esferas racionales y animales. Los sicólogos son de la idea que se debe sacar de la sombra lo que allí pernocta para, en lo posible, integrarlo al mundo de lo mas conocido. Solo así se evitaría el impacto negativo sobre la personalidad que trae consigo reprimir lo que es una parte de la psiquis que altera en forma impredecible la conducta y el desempeño del yo consciente.
Pero hay que ser realistas con el tema. La imposibilidad de una convivencia armónica es mas frecuente de lo que se quisiera creer y eso implica que es preferible mantener en la sombra lo que no compagina con la racionalidad del yo consciente. Igualmente, lo que no compagina con los ordenamientos políticos racionales que distinguen a sociedades abiertas y respetuosas de libertades y derechos individuales.
En estos ordenamientos racionales, donde se entrelazan en forma mas compleja que en el mundo tribal las fuerzas visibles y ocultas, podría ser preferible buscar formas de convivencia hostil entre el yo consciente y la sombra, evitando perjuicios mayores y tolerando inconvenientes menores. Es engañarse a uno mismo pretender armonizar en finales felices esquemas racionales con conductas que le son contrarias porque destruyen sus elementos vitales.
Perderíamos nuestra condición de humanos si elimináramos la permanente tensión entre lo que somos y las frustraciones que trae consigo eso que somos. Esa tensión no se podrá eliminar porque nunca estaremos satisfechos con lo que hemos alcanzado. Por fortuna, existe la sombra, que puede interpretarse como un mecanismo de defensa que ayuda a conciliarnos con nosotros mismos, siempre y cuando aceptemos la inevitabilidad de su presencia y seamos capaces de mantenerla a raya.