Jorge Ospina Sardi
Políticos, sindicalistas, auto denominados líderes, y “estudiantes”, han estado embarcados en un orgiástico festín de destrucción de propiedades y negocios. El costo económico es inconmensurable.
Quienes aportan con sus desvelos, esfuerzos y creatividades para que funcione y progrese la economía de este país han sido víctimas del accionar de unos personajes que se han empeñado en acabar con ella.
Todos estos personajes son pagados o subsidiados con nuestros impuestos. Y no solamente les financiamos sus sueldos y nos hacemos los de la vista gorda con sus corrupciones, sino que además debemos padecer como si fuéramos imbéciles el aniquilamiento de lo que poseemos y la eventual destrucción de nuestra institucionalidad política, la que tantos años ha tomado construir.
Según Fenalco, a la semana del Paro Nacional del 28 de abril las pérdidas para el comercio sumaban 880.000 millones de pesos. ¿Y los perjuicios en los otros sectores de la economía?
En la forma mas descarada, estos personajes se vanaglorian de que sus marchas son “pacíficas”, de que son voceros de la sociedad y de otras ficciones por el estilo. Atacan a mansalva a una Policía Nacional, que sin órdenes claras, ha intentado cumplir con su misión de proteger bienes y propiedades públicas y privadas. A una Policía que según ellos –y unos periodistas inconscientes– no tiene el derecho de defenderse de los violentos y traicioneros ataques a la que ha estado sometida.
Estos personajes (políticos, sindicalistas, auto denominados líderes, y “estudiantes”) tienen un pliego totalmente desbordado de peticiones. Son minoría en las urnas pero pretenden imponerle a la fuerza a una estupefacta mayoría de colombianos sus criterios y pareceres. Juegan a dejar mal parado a un gobierno por su incapacidad de satisfacerles sus absurdas demandas.
No hay nada positivo en su conducta, la que está supeditada exclusivamente a unos objetivos precisos relacionados con la toma del poder político. Nunca han creado riqueza, pero pontifican sobre qué debe hacerse en un país que, al igual que el resto del planeta, ha estado duramente afectado por la pandemia.
Son tan arrogantes y están tan envalentonados que les importa un carajo lo que le suceda a un sector productivo que hasta antes de este Paro estaba, aun en medio de una pandemia que no termina, empezando a salir a flote. Pero como si no fuera suficiente, le cae encima esta otra peste.